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—Aemma era... preciosa, en todos los sentidos —murmuró el hombre, con un hilo de voz, mientras se llevaba a la boca el té de especias que su nieta le había preparado con esmero. —Nunca fue alguien que tuviera un carácter fuerte, pero era leal y decidida. Siempre estuvo a mi lado, apoyando cada una de mis decisiones —le relató, mientras la jovencita, sentada en una banqueta junto a la cama de su abuelo, le escuchaba con atención. —Era más joven que tú cuando me casé con ella.

Viserys la observó, con su único ojo sano; el otro poseía solo una cuenca que dejaba a la vista el hueso del cráneo, una imagen un poco fuerte, pero Joff se empeñaba en solo observar su ojo sano, tan azul como el de su madre. Ella le sonrió con admiración y tomó un sorbo de su propio té.

—¿La amaste desde el primer día? —preguntó con cautela. Su abuelo negó con la cabeza. 

—Ambos éramos muy jóvenes. No sabíamos lo que era el amor cuando nuestros padres concertaron nuestro matrimonio —le explicó. —Pero con el tiempo, ella se convirtió... en mi todo. Mi Aemma —suspiró el hombre, haciendo que la jovencita a su lado sonriera aún más, embelesada por los sentimientos que el rey le estaba transmitiendo. —Pero nunca la valoré suficientemente, ¿sabes? —confesó, volviendo a posar los ojos en su nieta mientras bebía otro sorbo de té. Ella frunció el ceño. —Y cuando lo hice, ella ya no estaba.

Joffrine tragó saliva, sintiendo un nudo en la garganta. Su abuelo, al notar que ella ya no sonreía como antes y que sus ojos eran como dos cristales a punto de romperse, le dedicó una sonrisa de nuevo.

—Pero ella me regaló el mayor tesoro que tengo en la vida, a mi hija. Y a su vez, ella dio a luz a mis nietos, a ustedes, a quienes tanto aprecio.

Joff volvió a sonreír mientras suspiraba. Apoyó su codo en su pierna y su mentón en la mano libre, oyendo con atención.

—Qué bonito —reconoció. —Espero que eso me suceda alguna vez —murmuró, consciente de que el hombre postrado en la cama podía oírle. —¿Por qué elegiste a Daeron para el compromiso? —indagó.

El viejo tomó una bocanada de aire antes de contestar.

—¿Y por qué no hacerlo? Daeron es tan joven como yo cuando mi matrimonio fue concertado. Es atractivo y un guerrero honorable. —Joffrine se mordió las uñas mientras lo escuchaba. —Al estar cercanos en edad, es más fácil que se entiendan.

—¿Y por qué no... Aemond? —se atrevió a cuestionar, con la mano que sostenía el té ligeramente temblorosa.

—Ah... Aemond —musitó su abuelo. —Aemond es... un poco irascible y nunca tuvo simpatía por sus sobrinos Jace y Luke. No después de lo que sucedió entre ellos —le explicó, con su mirada fija en ella. —Soy viejo y estoy enfermo, pero no soy tonto, y noto las aversiones de cada uno de mis hijos, dulce Joff. Temo que su trato no vaya a ser el adecuado. Las palabras injuriosas de su madre muchas veces nublan el juicio de mi hijo.

Joff se mordió más las uñas. Quiso rebatirle, decirle que se equivocaba y que había tenido una percepción errónea del príncipe, y que en realidad era Daeron quien era esa persona malintencionada y venenosa. Pero se habría exaltado y habría comenzado a gritar. No le gustaba en absoluto que hablara de Aemond de ese modo. Aemond había sido el único que había sido amable con ella, que la había tratado como era debido. Y él se atrevía a hablar así.

Ella suspiró, sonrió a su abuelo con toda la paciencia que pudo reunir y tomó un sorbo largo de té antes de finalmente hablar. 

—Yo creo que él es diferente —confesó con delicadeza. —No creo conocerlo del todo aún, pero pienso que es más que un hombre atractivo y un guerrero formidable. Puede parecer un poco frío, pero es muy atento y cuidadoso. No creo que deba ser menospreciado de esa manera —cuando se dio cuenta, las palabras estaban fluyendo solas de su boca. Y ella se encontraba trazando delicadamente los bordes de la taza de porcelana mientras su abuelo la escuchaba con más atención de la que había prestado jamás en los últimos meses a nadie.

Promesas Inocentes [Aemond Targaryen]Where stories live. Discover now