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Joff y Jace, con miradas determinadas en sus rostros, estaban en medio de un combate feroz y enérgico. Sus espadas de madera chocaban una y otra vez, llenando el aire con el sonido característico de la madera golpeando madera. Ambos jóvenes estaban completamente absortos en la pelea.

En un momento crítico del enfrentamiento, Jace, con una ráfaga de destreza, lanzó un golpe veloz y preciso hacia el hombro de Joff. A pesar de que sus armas eran de madera y no metal, la velocidad y la fuerza detrás del golpe de Jace lo hicieron imposible de esquivar para su hermana. El impacto le causo un dolor agudo que se propagó por su brazo, siendo tan intenso que no pudo evitar soltar un quejido involuntario y retroceder unos pasos, dejando a Jace en posición ventajosa.

Jace, con la intención de continuar presionando su ventaja, estaba a punto de atacarla nuevamente cuando la voz de Aemond, que hasta ese momento había estado observando en silencio, cortó el aire. Su tono era calmado pero firme.

—Dale un momento —indico con serenidad. —El entrenamiento es importante, pero no debemos olvidar que estamos aquí para aprender. Joff, toma un respiro y asegúrate de que estás bien antes de continuar. Y Jace, intenta ser menos duro.

La mirada de Jace se endureció, con su espada de madera en mano, señaló a Aemond y argumentó su punto de vista. —Si alguien la ataca de verdad, ser 'menos duro' o dar 'un momento' no la ayudará.

Joff, aún jadeante por el golpe que había recibido, trató de sonreír con simpatía.

—Estoy bien —afirmó, aunque en su expresión se podía ver que le había causado más molestias de las que quería admitir. Sabía que había enfrentado golpes peores esa mañana, pero eso no hacía que este fuera menos doloroso.

Aemond se acercó lentamente a los dos hermanos, y los dos lo observaron mientras se acercaba. Miró a Jace primero y luego a Joff, con su expresión llena de ternura.

—Jace tiene razón —admitió, observando los ojos oscuros de su esposa. Luego, volvió su atención hacia el joven Velaryon. —Pero para suerte de ambos, hoy no están peleando contra alguien que de verdad quiera atacarlos. Pueden tomar un momento para reponerse y ser menos duros que en un combate real.

Jace bufó en señal de desacuerdo, mostrando su persistencia y deseo de seguir adelante para progresar.

En cambio, Joff miró a Aemond con gratitud. El sabía lo dedicada que había sido su esposa en los últimos días, entrenando todos los días junto a su hermano, siguiendo sus instrucciones desde el amanecer hasta la tarde. El solía despertarles después de que saliera el sol, después de correr junto al agua, hacer ejercicios y practicar esgrima, volaban en sus dragones en un circuito aéreo para fortalecer sus habilidades de combate. Y aunque a Jace parecía entusiasmarle, Aemond sabía que a su esposa no tanto, pero ella nunca se quejaba. Estaba comprometida con su mejora y dispuesta a seguir adelante, incluso cuando las cosas se volvían difíciles.

Joffrine dedicaba todo su esfuerzo y energía al entrenamiento, pero sus pensamientos estaban firmemente enfocados en una sola persona: Luke. Cada golpe, cada movimiento y cada mejora que buscaba, lo hacía con la firme intención de proteger a los suyos como no había podido hacerlo con su hermano.

Mientras tanto, Aemond, al igual que los Velaryon, se entregaba al entrenamiento diario antes del amanecer. Su compañero de entrenamiento, Daemon, era un oponente formidable, igualándolo en destreza y fuerza. Sus encuentros eran intensos y desafiantes, y aunque Dameon también había comenzado a disfrutar de la digna competencia, no podía evitar notar que su joven sobrino lo superaba en agilidad y rapidez con la espada. Sin embargo, en combate cuerpo a cuerpo, Aemond aún no podía vencerlo.

—Lo quiero intentar de nuevo. —Dijo ella finalmente, con una determinación inquebrantable en sus ojos. Aemond la observó con una mezcla de preocupación y duda en su mirada.

Promesas Inocentes [Aemond Targaryen]Where stories live. Discover now