Park Sunghoon es uno de los mejores abogados de Seúl. No puede perder su tiempo en relaciones amorosas, por lo que cubre sus necesidades saliendo con mujeres que conoce de forma anónima a través de una pagina de ligues.
Tiene un gusto muy particula...
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SUNGHOON
Algunos meses después...
El otoño llegó y pasó, llevándose consigo las cambiantes hojas de los árboles y los atardeceres anaranjados.
Aparecieron pasantes nuevos en L&C, casos y clientes diferentes abarrotaron las agendas.
Y mientras el invierno envolvía la ciudad, me quedó clara una cosa: Seúl estaba a un solo paso de convertirse en una mierda tan grande como Los Ángeles.
Por lo menos en invierno.
Fue el más frío que hubiera pasado alguna vez, y no estaba preparado para ello.
En la sala del juzgado en la que me encontraba había mantas cubriendo las ventanas en vez de contar con el aislamiento adecuado, y también había una estufa en cada uno de los enchufes.
Apenas había camiones para quitar la nieve de las calles heladas, muy pocas personas sabían conducir con este clima y, por alguna razón, ya no había mujeres adecuadas disponibles.
—¿Sunghoon? —Junseo me tocó el hombro—. El fiscal ha acabado con la testigo, ¿Vas a re-preguntar? La última frase que ha dicho podría llegar a influir en el jurado.
—Pido permiso para re-preguntar, señoría. —me levanté de la silla.
Cuando la jueza asintió con la cabeza, miré a la mujer que estaba en el estrado. Había estado mintiendo desde que comenzó el juicio y ya me había cansado.
—Señorita Kim... Perdón —me aclaré la garganta—, quiero decir, señorita Seo Hyun, ¿Cree usted que abandonar a su marido en este momento de crisis fue lo mejor para su empresa?
—Sí —replicó ella—. Lo dije en nuestro primer encuentro.
—No. —negué con la cabeza—. Dijo que lo amaba y que su única razón para dejarlo fue que pensaba que ya no lo quería, ¿No es cierto?
—Lo es, pero...
—Por lo tanto, dado que no le dijo que la amaba como usted quería, porque él en realidad solo le dijo que era incapaz de amarla así, decidió abandonarlo, ¿Verdad?
—No... Lo dejé porque estaba gastándose el presupuesto de la compañía en cosas innecesarias y me engañaba.
—¿Alguna vez ha pensado en los sentimientos de su marido? —incidí—. ¿Se ha preguntado acaso si le afectaría que usted se marchara, estuvieran o no en buenos términos?
—Es que... —la mujer estaba viniéndose abajo—. Es que estaba engañándome.
—¿Estaba engañándola de verdad? ¿O simplemente usted le exigía más de lo que él estaba dispuesto a darle desde un punto de vista emocional?