Capítulo 29

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—¡No me hablen porque sus asuntos me importan una mierda!

Por un portazo, Oikawa suspiró.

Kuroo estaba claramente enojado y llorando en su oficina. Podía entenderlo: Lidiar con Kenma no era algo claramente fácil y repetirle más de cinco veces que era inocente y que ese no le creyera, debe de ser muy frustrante. Más para alguien como Kuroo que siente todo con mucha más intensidad que cualquiera.

—¿Está rico el café?

La voz de Alisa lo irritó. Ella se paseaba por la empresa como si nada. Como si no fuera la razón de por qué la prensa japonesa arde.

—¿Orgullosa de arruinar una familia?

—Me contrataron para eso, lo siento —se encogió de hombros indiferente. Oikawa la miró y acercó su taza a su boca.

—No te golpeo porque eres mujer... Y estás embarazada.

Ella rió sin gracia alguna, cruzándose de brazos y dirigiéndose a la cafetera. Tooru pensó que no tenía ni un poco de corazón.

Kenma tuvo que caminar por la calle siendo acosado por los fotógrafos y reporteros, quienes no dejaban de preguntarle qué había pasado adentro de la agencia. Él los ignoró, sacando la paciencia de donde ni él sabía que tenía y se subió a su auto, importándole poco si lo tildaban como maleducado o soberbio.

Condujo llorando desconsoladamente. Sentimentalmente estaba hecho mierda y su corazón ya no daba para más. Sentía que jamás se recuperaría de Kuroo.

La misma persona que le había dado la mano para mejorar su vida, la que con ojos esperanzados lo subió a un pedestal sin siquiera conocerlo, era la misma que lo había engañado y lastimado. Kenma no sabía cómo podría soportar eso. Y tampoco sabía cómo haría para explicarle la situación a Akinori.

Su pobre niño. Él era el que más saldría perjudicado de esto.

Llegó a Nekoma con el rostro hinchado de tanto llorar y esperó a su hijo en la salida, encontrándole un sentido a su vida al verlo correr con una sonrisa, un guardapolvo rojo que se menea y un papel en sus manos.

—¡Ku- Papi!

Akinori chilló abrazándolo luego de darse cuenta que su padre estaba ahí en vez del pelinegro. Kenma respiró hondo, sosteniendo a su hijo entre sus brazos y poniendo su mejor sonrisa para verlo a la cara.

—¡Mira lo que hice, papi! —exclamó alejándose de él. Kenma lo miró en silencio: Sentía que si hablaba, se quedaría sin voz—. ¡Son papá Kuro y tú conmigo en Italia!

Su sonrisa es espléndida. Kenma sonríe todavía más a pesar de su dolor y toma el dibujo.

—Es hermoso, enano. Me encanta.

—¡Quería dárselo a papá para que lo tenga en su oficina! Él nunca me deja ir porque dice que es aburrida —hizo un puchero. Kenma rió falsamente—. Pero yo siento que lo dice porque es fea, ¡Y por eso quiero darle esto!

—¿Para decorarla?

—¡Sí! —Kenma asintió observando el dibujo—. ¿A dónde está? —preguntó buscándolo con la mirada.

—Está trabajando —respondió. Akinori asintió—. Cuando se desocupe, se lo das. ¿Bien?

—Sí, papi.

—¿Vamos por un helado?

—¡Sí!

Al final, Oikawa no lo dejó renunciar. Kenma aceptó seguir con él si eso significaba no cruzar a Kuroo por la empresa y el castaño, a duras penas, lo aceptó. Aún así, era imposible no tener que verse así que Kenma hacía lo mejor para no cruzarlo y cuando lo hacía, simplemente pasaba de él.

Beneficio Mutuo | Kuroken Where stories live. Discover now