Un lugar honesto

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Con el sonido de los caballos cabalgando y las ruedas tocando el suelo, la joven rubia intenta mantenerse silente, no quiere demostrar debilidad ante sus acompañantes, pero su respiración agitada, además de dolorosa, y su rápido ritmo cardíaco la delatan. 

-¿Por qué sigo teniendo la cara tapada? – Pregunta la chica con su voz rota envuelta en un tono cabizbajo. 

Cómo si se tratara de una bonita canción de su infancia, el escuchar esa voz le trae gratos recuerdos a la mujer de ojos verdes aún cubierta con un elegante vestido que hace contraste con la claridad del día que les acompaña, solo para ser ensuciados por la realidad que las atañe, creando una mezcla de alegría con pinceladas de dolor y aflicción que son disfrazadas con una triste sonrisa.

- Sabes… siempre me ha gustado oír tu voz, siempre tan fuerte, tan segura.- La sonrisa desaparece lentamente. -Ahora parece nada más que un fantasma de lo que era.- Ella saca de los bolsillos de su vestido oscuro una cajetilla de cigarros, la abre, agarra uno de ellos y con delicadeza lo coloca entre sus dientes, embarrandolo de un llamativo rojo carmesí.

-Es hasta deprimente- dice entre dientes, encendiendo un fósforo que al conectarse a su cigarrillo inicia una cadena de efectos que culmina con partículas de humo huyendo de sus gruesos labios.

-Solo responde la maldita pregunta.- Incluso en situaciones como la que se encuentra, para la joven rubia es simplemente natural responder de manera agresiva, incluso si está muriendo de miedo.

-Hey, ese lenguaje, querida. Hasta donde yo sé, yo fui a la que apuñalaron por la espalda y, sin embargo, aquí me tienes, hablandote con calma y con… gentileza.- Ella toma el cigarro con las manos y lo aleja de su boca, permitiéndose exhalar una gran cantidad de humo a la cara de la joven rubia.

Mientras la chica tose con fuerza, la dama de labios rojos no para de observarla.

-Sin embargo, no quiero que te equivoques. Todo este espectaculo que estoy montando aquí no es solo porque si, mi… agraciada actitud no tiene nada que ver con cómo me siento en realidad.- Ella se acerca un poco más a la joven rubia, y su voz deja atrás aquel tono juguetón pasando a ser algo mucho más amenazador. -No, yo, yo estoy en serio molesta y dolida por la mierda que me hiciste.

Su voz se rompe solo un poco.- Y me voy a asegurar de que tú te sientas igual.- Ella mira la camisa ensangrentada de la chica y apenada desvía su mirada al lado opuesto.- Aunque, ya parece que ese viejo desgraciado te hizo sufrir más de la cuenta.

Ante aquel comentario ambas quedan atrapadas en un silencio incómodo por algunos segundos, una no se permite demostrar la debilidad que sintió en ese momento, pero la otra, simplemente no sabe qué decir, por lo que solo vuelve a calar un poco de ese cigarrillo.

-No sabía que él iba a hacer eso, ¿Ok? - La mujer envuelta en el oscuro traje mira a su acompañante, quién no emite ningún tipo de respuesta. -Es decir, él no me dijo que sucedió, pero por alguna razón no creo que tú le hayas arrancado un pedazo de su… cosa cuando él "solamente te estaba haciendo unas preguntas".

-¡¿Por qué sigo teniendo la cara tapada?! - Es todo lo que dice la joven rubia, enfatizando cada palabra envuelta en un sonido más bajo de la habitual. Cada palabra viene cargada con miedo, si, pero a este también le acompaña una impaciencia y rebeldía que sólo ella puede expresar en un momento así.

-Maldita sea - dice ya molesta la elegante dama de cabello negro.

De un tirón le quita la bolsa de la cabeza, desnudando aquellos ojos azules ante el camino que tienen más adelante, aún rodeado por árboles y algún que otro animal salvaje. A lo lejos se ve un gran cartel que indica la entrada a la ciudad que la joven rubia se supone debería estar protegiendo.

Falacias, Pólvora Y Una Pizca De Verdad: Historias Del Viejo Y Sucio OesteWhere stories live. Discover now