Capítulo 32

115 9 0
                                    

Narra Flavia 

No se bien donde estoy, el lugar se siente húmedo y frío, tengo una venda cubriendo mis ojos y unos leves murmullos como una especie de manera se escuchan lejos. 

Intento de alguna manera agudizar mis oídos para lograr entender de qué va esto pero es difícil. 

– ¿Dante?... ¿Alguien está ahí?... por favor– espere unos segundos– ¡DANTE, DANTE, AYUDA! 

Los pasos retumban un poco mientras escucho que se va acercando a donde estoy. 

– Por favor– esta vez bajo un poco la voz, porque ahora si no se de lo que él es capaz de hacer– sueltame por favor… Dante ayúdame– siento una de sus manos sobre la venda hasta que por fin la quita de mis ojos, intenta tocar mi cara sobre los rastros de sangre seca– me duele– analiza mi cara unos segundos– ¿y esto?, Dante… ¿Dante qué estás haciendo? 

– Estoy haciendo lo que tu me obligas a hacer. ¿Cómo eres tan egoísta?, no eres capaz de ver lo que a los otros les pasa, para mí toda esta situación es muy compleja Flavia

– ¿Qué es esto?– intentó de todas las maneras posibles entender que es lo que esta pasando pero no tiene ninguna lógica 

– Aqui– mueve las manos señalando el lugar– yo tengo la vida que contigo nunca logré, yo construí lo que sabía que tu nunca me ibas a dar 

Intento soltarme, no soporto mirarlo un solo segundo más pero él se aseguró de que sea imposible que lo logre, las lágrimas empiezan a correr por mi cara de forma desesperada.

– Te quiero pedir un favor, de marido a mujer. No me obligues a tomar medidas más drásticas contigo porque no quiero hacerte sufrir

– Yo te quise mucho Dante– eso es cierto, hubo un momento de mi vida en que lo quise, me dio a mi hija, pero nunca lo pude amar– los dos cambiamos Dante, yo te conozco, soy la madre de tu hija 

Se escucha un pequeño sollozo que rápidamente es callado, Dante parece cada segundo más asustado. 

– ¿A quien tienes del otro lado?, ¿quién es Dante?– vuelvo a mirarlo mientras los pasos se acercan. Una chica de no más de 25 años con una camiseta sin mangas rosada y un pantalón gris camina sosteniendo por los hombros a mi sobrino– Mateo 

Las piezas encajan rápido en mi cerebro, todas esas pistas que habían conseguido en la brigada, esa persona que conocía tan bien a Mateo, cada uno de sus gustos, era Dante. 

– Mateo, Mateito mi amor 

– ¿Tía?– su voz suena tan confundida, intenta avanzar pero ninguno de los dos se lo permite. Dante empujo a esa chica sacandola

– Llévatelo, llévatelo 

– Mateo– Dante vuelve hacia donde estoy– ¡¿QUE HICISTE?!, ¡¿QUE HICISTE?! 

El golpe que me da duele y pica, fue tan fuerte que logra que caiga sobre mi costado, las lágrimas siguen cayendo sin control alguno por mi cara, está vez me toma por los hombros volviendo a colocarme sentada. 

Centro mi mirada en él, ya no queda nada del hombre que alguna vez conocí, no voy a negar que nunca hubo amor pero sí cariño, Dante había sido mi familia durante tanto tiempo y ahora ya no queda ni rastro de él. Tal vez debí haber luchado un poco más antes, quizá en el momento que nació Miranda debí dejarlo y criarla sola, se que eso nos hubiera ahorrado muchísimos problemas. 

No se si es amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora