Capítulo 13: No preguntes por clemencia a alguien que nunca la tuvo.

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Nanko le dio una patada con fuerza a su tío, que se cubrió con su antebrazo. Aun así, el golpe logró desplazarlo algunos metros. Itachi la miró con el ceño fruncido, había otra persona en el mundo con esa fuerza: Tsunade.

—No te contengas —dijo la chica.

—No lo estaba haciendo.

Pero Itachi sabía perfectamente que no podía enseñarle nada nuevo de taijutsu al genio que tenía delante de él. Nanko era fuerte, rápida y se sabía las estrategias al dedillo. Si alguien debía aprender de alguien, sería él de ella. La chica golpeó su abdomen con fuerza y le estampó contra un muro de piedra. "No hace falta que te contengas delante de tu tío enfermo", pensó él con sorna. Itachi activó su Mangekyou Sharingan e introdujo a Nanko en un genjutsu.

—Quizás no esté a tu nivel a la hora de utilizar genjutsus, pero sí lo estoy para salir de ellos. —De repente, los pies de la chica se amarraron al suelo con raíces. Suspiró para sí. Su tío era demasiado bueno utilizando su Sharingan. —Amaterasu —murmuró Nanko, quemando las raíces del genjutsu, saliendo de él inmediatamente.

—Estás mejorando —comentó el hombre.

—Faltaría más. Llevamos una semana juntos, algo he debido aprender —dijo ella jocosamente.

Colocó la mano en el suelo y creó una grieta en el mismo. Separó ambas partes del suelo con rapidez, intentando atrapar a su tío, pero no lo consiguió. Itachi Uchiha era una persona increíble, pero, sobre todo, era alguien escurridizo. El hombre desapareció de su vista, así que supuso que debía estar detrás. Efectivamente, Nanko no se había equivocado. La Uchiha golpeó el tórax de su tío con el codo y lo lanzó lejos del lugar.

—Karma —murmuró ella, extendiendo la marca por su brazo.

Creó una enorme esfera de diamante y la apuntó hacia su tío, que sonrió de lado. La lanzó y, pese a la velocidad a la que se dirigía al hombre, él logró esquivarla. La sonrisa de la chica se ensanchó al ver que el proyectil estaba detrás de él y, con un chasquido de dedos, lo detonó. Haciendo que cientos de pedazos de diamante cortaran a su tío mientras ella se cubría de ellos con su escudo.

—¿Tenías pensado matarle o qué? —preguntó Kisame, que había parado el impacto de los proyectiles con su espada al haberse puesto delante de Itachi.

—¡Estábamos entrenando! —gritó ella (porque sino no la hubiera escuchado) frente al sol, flotando.

—No tenías que entrometerte, lo tenía todo bajo control —dijo Itachi. Su compañero negó sutilmente.

—Ahora que lo he visto con mis propios ojos, admito que la cría es buena —masculló Kisame.

—Qué alegría, me moría de ganas por conseguir tu validación —bromeó ella una vez estuvo al lado de los Akatsuki.

—Qué mal carácter tienes —masculló el de la Niebla, acercando su cara a la de ella—. De todas maneras, ¿qué son esos jutsus? ¿Diamante? ¿Karma? Explícate antes de que te mate.

Nanko dejó escapar una risa. "¿De verdad cree que puede asesinarme? Siquiera mi tío podría hacerlo, mucho menos un pez con patas", pensó ella. Le miró a los ojos y sonrió de lado.

—Intenta matarme. Te advierto que no seré tan benevolente como con Itachi —comentó ella, recubriendo sus puños con chakra.

—Maldita zorra —susurró él—. Me cae bien —le dijo a Itachi, que asintió sutilmente—. ¿Me lo explicarás o tendré que sacar mis propias conclusiones?

—Digamos que Orochimaru hizo de las suyas conmigo —mintió la chica.

—O sea, no sabes cuánto de tu poder es verdaderamente tuyo, ¿me equivoco?

—No, no lo haces —murmuró Nanko.

Sorpresivamente, Kisame le había hecho reflexionar. ¿Cuánto de ella era heredado? O, de otra manera, ¿cuánto de ella era ella misma? Quizás su rabia venía de su padre, su calma de su tío y su testarudez de su madre. Quizás Nanko no era nadie sino una mezcla de todas aquellas personas.

Nanko puso sus manos en la nuca y observó a los dos Akatsuki, que hablaban de una nueva misión. No se preocupó en exceso, sabía que no participaría hasta haber probado sus habilidades frente a Pain.

—Bueno, pues nos reuniremos ahí, ¿sí? —dijo Kisame. Itachi asintió y su compañero se retiró.

—Tendremos una misión mañana. Puedes quedarte por la guarida o dar una vuelta por donde quieras. Quizás se te haría interesante visitar algún sitio que te guste en esta época.

—No creo, supongo que me quedaré durmiendo o algo por el estilo. Aunque me encantaría volver a Konoha para ver a todos de pequeños, sé que no debo hacerlo. —Sonrió. —¿Vamos a comer? Me muero de hambre...

—Claro. Podemos ir al restaurante de aquí cerca, a no ser que prefieras cocinar tú.

—Mejor el restaurante, me apetece algo comestible hoy.

Ambos caminaron en un cómodo silencio hasta un pequeño restaurante de la zona. A Nanko se le hacía tremendamente cómodo vivir con su tío, que era una persona relajada y fiel a sus principios. Quizás pecaba en exceso de confianza en sí misma, pero creía que ambos eran muy parecidos en cuanto a hábitos y mentalidad. Al fin y al cabo, los dos habían tenido que vivir experiencias que niños normales no tendrían ni que haber imaginado. Sin embargo, Itachi creía en el amor del mundo, mientras que Nanko solo era capaz de concebir el odio del mismo. Ya lo había dicho un antepasado suyo: "Cuanto uno más vive, más se da cuenta de que lo único que verdaderamente existe en el mundo es dolor, sufrimiento y futilidad". Aun así, Nanko podía encontrar pequeños resquicios de amor que plagaban su mundo. Desde el sacrificio de su padre y el de Takeshi hasta llegar al amor de Boruto. De una manera inconsciente, su mente siguió el hilo que ataba todas y cada una de las experiencias bonitas que le había dado la vida. Aquella fue la primera vez que Nanko pensó que no era tan miserable como creía ser.

—¿Nanko? —murmuró su tío, sacándola de sus pensamientos. Ya habían llegado al lugar.

Entraron, intentando no llamar demasiado la atención, y tomaron asiento. La chica observó la carta y sus ojos se fueron a la sopa de tomate. Su padre apareció en su mente, sosteniendo un tomate con una sonrisa malévola. Dejó escapar una carcajada. Por primera vez, un pensamiento de su padre no había tenido un efecto negativo en ella. Quiso creer que, por fin, estaba pasando página.

—¿Qué quieres comer? —preguntó su tío.

—Una sopa de tomate —respondió ella. Itachi realizó una risilla.

—Realmente os parecéis —comentó, sonriendo.

"Realmente eres la hija de tu padre", escuchó la chica, que asintió contenta.

"Realmente eres la hija de tu padre", escuchó la chica, que asintió contenta

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Sharingan | Nanko Uchiha | Boruto UzumakiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora