XXIII

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Habían pasado varios días desde todo.

Gavi no se había movido de mi lado nada más que para irse a casa a ducharse y dormir una hora.

Su madre había estado viniendo para hacerme compañía mientras Gavi se iba y Lucas se pasaba las horas jugando con niños del hospital.

Por suerte la herida no se había infectado y me habían permitido poder levantarme por la habitación al menos para mover las piernas.

– ¿Qué se supone que haces de pie?

Me giré encontrándome a un Gavi que venía del entrenamiento.

– Las enfermeras me han dicho que puedo levantarme, siempre y cuando no fuerce.

Me miró fijamente y entonces se acercó para darme un beso.

– ¿Qué tal el entrenamiento?– pregunté una vez se separó.

– Bien. Xavi me ha echado la bronca hoy.

Sonreí y lo vi quitarse la sudadera para dejarla sobre el sofá que había en la habitación.

– A saber que has hecho.– murmuré.

– Nada. Cabrearme.

Me eché a reír y lo miré sonriendo.

– ¿Y mi madre y Lucas?

– Lucas jugando con los niños y tu madre ha ido a por una botella de agua para mí.

Me senté en la camilla y le vi acercarse.

– ¿Has dormido bien?– preguntó mirándome.

– Mejor. ¿Y tú?

– Bien.

Lo miré sonriendo. Estaba de buen humor.

Estaba claro que dormir en la camilla conmigo le había dejado de buen humor.

– ¿Sabes cuando te dan el alta?– preguntó.

– Pues... tiene que venir ahora el doctor a revisar la herida y si todo está en orden puede que me lo den esta misma tarde. Aunque claramente tendría que seguir curándome en casa.

– Yo me encargo de eso.– dijo.

– Cariño, igual me hundes más la herida.

Le vi mirarme con los ojos entrecerrados y me eché a reír.

Le vi darme la espalda totalmente indignado y fui hasta él para darle un abrazo, pero se negó.

Sonreí y tracé mi plan estratégico.

Así que me encogí un poco y empecé a quejarme.

Entonces Gavi se giró a una velocidad de vértigo y se acercó a mí.

– Nena...

Me incorporé un poco y le di una sonrisita.

– Cabrona.

Me abracé a él y puse mis pies sobre los suyos.

Gavi empezó a andar por la habitación y me reí. Parecíamos dos pingüinos.

Tocaron a la puerta y entonces me bajé de sus pies para después gritar que pasaran.

Vi al enfermero mirarnos a ambos y después de saludar, se acercó hasta mí.

– ¿Te han hecho el examen de revisión?

Negué con la cabeza mirándolo.

Tenía pinta de ser un médico bastante joven, y siendo sincera era guapísimo.

𝐇𝐄𝐀𝐑𝐓𝐋𝐄𝐒𝐒 +18 | Pablo Gavi Where stories live. Discover now