Capítulo 25 Cambios y rutinas.

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Antes de que me quede sin internet, lamento no dejar dedicatoria a quienes leen fielmente la historia.


— ¡Coira, estás viva! -gritó Tania al verla abrir los ojos pesarosamente, lloró de alegría. Coira en recompensa hizo una mueca que simulo una sonrisa.

— ¡Lo estoy! -alcanzó decir.

— ¡Traerán a tu bebé para que lo conozcas! Shaw apenas y se ha movido de aquí. Yo tendré que irme, Thorpe apenas y me permitió pasar la noche aquí, vendré a verte todos los días.

Tania deseaba quedarse, pero debía volver a casa.

— ¡No quiero verlo, Tania! -confesó nerviosa.

— Coira no puedes pensar así, ese bebe no tiene la culpa y... las personas no entenderán que no lo aceptes.

Hubo un silenció incomodó, al final Coira asintió al verlo. Shaw imaginaba aquello, pero confiaba que al ver al bebé Coira cambiara de opinión por eso se encargó personalmente de llevar al pequeño Boyd a su madre. Ya en la mañana le había informado a Tania el nombre que había elegido para él. Todos habían participado de la emoción de aquel nacimiento y de aprobar el nombre del primogénito del pelirrojo. Una nueva etapa empezaba en la vida del matrimonio.

*******

Semana y media después...

Coira se recuperó favorablemente y regresó a su hogar, su esposo, los Ross y por su puesto la familia Urquhart estaban pendiente de la joven y del bebé. Al principió todo parecía fácil; el bebé dormía, comía y apenas lloraba si necesitaba cambio de pañales.

Shaw como siempre se mostró amable y comprensivo con su esposa en sus prolongados silencios, mucho se disculpaba de Coira debido a su convalecencia, a decir de lo poco que se ocupaba del bebé y las semanas siguientes las cosas no fueron diferentes hasta que... La sra. Ross notó que Coira sentía disgusto por alimentar al bebe podía comprender que quizá se debiera al dolor en sus pezones somo solía suceder con madres primerizas.

— Debes tener paciencia, el niño no quiere provocarte dolor, pero necesita alimentarse.

Coira asintió algo nerviosa, sobre todo porque Shaw alcanzó a oírla. La buena señora Ross le mesó los cabellos y la peinó antes de irse. Lilibeth había visitado aquel hogar el día anterior, saludo a Coira y acarició al infante distraídamente como si se tratara de un juguete; tal vez como para protegerse de la ilusión ausente de esperanza de tener el suyo propio. Se portaba con más propiedad de la que cabía esperar de la muchacha; tal vez por temor a que el pelirrojo no dudara en fustigarla en caso de que lo molestase.

Cuando Ema Ross abandonó su casa, Shaw no pudo disimular más su tribulación y evidente molestia. El hombre mesó sus cabellos, el pequeño Boyd empezaba a dar trabajo por las noches y la ayuda que recibía no se extendía a los turnos nocturnos, ya que nomás llegar a su hogar prescindió de los servicios de Nimúe. A decir verdad, un año se pasaba volando y a él se le figuraba que otra vez perdía terreno.

— He escuchado a la Sra Ross.

Coira bajó la mirada, pero lejos de mostrarse avergonzada se mostró indiferente, molesta.

— Supongo que no te interesa justificarte -increpó molesto al ver la actitud deferente de su mujer.

Sus ojos buscaron al pequeño, dormía a un lado de la cama, el aroma de aquella criatura tenía el lugar impregnado de inocencia, aquella que le permitía ignorar el desprecio velado de su madre por su existencia. El pelirrojo respiró profundo, llevaba ojeras como evidencia de sus desvelos pues por las noches el bebé lloraba y el acudía, al principio lo tomaba en brazos y lo sacaba de la habitación intentando consolar al pequeño y dejaba descansar a su amada esposa, cambiaba sus pañales y cuando era imposible que le pequeño cesara el llanto porque tenía hambre movía gentilmente a su esposa y le suplicaba que lo alimentase.

Un McKenzie EnamoradoWhere stories live. Discover now