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. . . . ° ۣۜ ᬽ 𝗔𝗻𝗱 𝗮𝗹𝗹 𝘁𝗵𝗲 𝗽𝗶𝗲𝗰𝗲𝘀 𝗳𝗮𝗹𝗹
𝗥𝗶𝗴𝗵𝘁 𝗶𝗻𝘁𝗼 𝗽𝗹𝗮𝗰𝗲 |. . ° • . .
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La cama de Arcane no era precisamente grande. A pesar de ser matrimonial, no era suficiente como para que dos personas cupieran allí, sin embargo, allí estaban, acomodados como pudieron mientras durmieron por el resto de la tarde.

Despertó por la noche cuando su propio cuerpo le indicó la hora y sin duda, no había tenido una siesta así de dichosa en años. Se sentía acalorada y necesitaba algo de agua, aunque pronto todas esas preocupaciones y requerimientos se marcharon cuando abrió los ojos y recordó el porqué de eso.

Había dormido acomodada sobre su pecho, envuelta con su brazo por los hombros. Él seguía descansando y la verdad es que no tuvo ganas de molestarlo así que prefirió quedarse allí tumbada, disfrutando de sus piernas viriles enredadas a las suyas y todo su perfume masculino.

Subió la mirada, solo para encontrarse con su barbilla cubierta de barba gruesa y notar que estaba tan despeinado como ella. Eso le robó una risita. Parecía muy tranquilo y le causaba una rica sensación en el cuerpo el verle así. Su plenitud era un ensueño que le provocaba a ella lo mismo; así sin preocupaciones, era una excelente manera de vivir.

Se levantó cuidadosa de no despertarlo, porque parecía que se había acomodado bastante bien aferrándose a ella como si fuese alguna especie de almohada u oso de felpa, lo que le encantaba, pero al mismo tiempo volvía muy difícil su misión de salir de la posición.

Tomó con rapidez sus bragas y se colocó una vieja camiseta que compró de segunda mano en la ciudad, solo para no pasearse por allí desnuda, aunque no tenía complicaciones con eso si era honesta. Se movió sigilosa y con esa agudeza que poseía lo mantuvo vigilado, cuidando que no se fuese a despertar.

Fue entonces cuando se tomó su tiempo para poder verlo. Buchanan apenas cabía en su cama; su cuerpo ancho ocupaba la gran parte del acolchado y al hallarse boca arriba, pudo apreciar con claridad las líneas de su abdomen duro y trabajado, así como su brazo con bíceps marcados y las cicatrices que se formaban entre su piel madura y la unión con el muñón metálico.

Quiso echarse a reír con ganas cuando se recordó recorriéndolo con la lengua, ansiosa por descubrirle cada sonido que su boca podía crear al hallarse nublado de placer y un hormigueo en todo el cuerpo y pulsaciones entre sus piernas la acaloraron al pensar en las cosas que habían hecho. Él sí que se sabía mover.

Encendió incienso de lavanda para armonizar el lugar con paz. El humo pronto comenzó a cubrir el espacio, lo que la hizo solo prolongar el adormecimiento que le proporcionaba lo acontecido hace un rato.

Notó con facilidad que él despertaba porque llevaba rato mirándolo. Era un espectáculo el verlo removerse por las sábanas. Se había acalorado una vez más cuando se giró y se colocó boca abajo, dejándole ver el esplendor de su espalda ancha y musculosa, sus omoplatos tan trabajados y sus hombros fuertes le daban una apariencia viril increíble y le provocó una arritmia en el pecho el notar las líneas rojas que se le dibujaban en la carne. Incluso se miró las uñas, sorprendida de haber tenido la oportunidad de ser ella la que le provocó esas marcas. ¡Dios!

𝗟𝗔𝗩𝗘𝗡𝗗𝗘𝗥 𝗛𝗔𝗭𝗘 || Bucky BarnesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora