𝑬𝒍 𝑫𝒂𝒍𝒂𝒕𝒊𝒂𝒔 𝒅𝒆𝒍 𝒐𝒄𝒆́𝒂𝒏𝒐 #2

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«Slinkster».

Mascullé apenas, paralizada.

Comencé a retroceder, evitando caer en desesperación. Si había un depredador que me mortificaba hasta en mis peores pesadillas, era esta, y otra que rogaba no encontrar.

En otros tiempos, hubiera sido de locos creer que una tortuga pudiera ser tan veloz como otros animales, pero, debido a su mutación, la hacía despiadada e insaciable.

Se acercaba sigilosa, levantando la cabeza, mientras aspiraba, lamiéndose la boca, como si ya percibiera y degustara a su presa. Sin embargo, mi horror no solo se trataba del Slinkster, sino en que me hallaba al lado contrario de mi dirección hacia la cúpula de Nova.

El desierto empezaba a helar, y la brisa ya traía consigo la última ventisca, por lo que sentí al inhalar, la quemazón de mis pulmones, avisándome que el oxígeno nocturno, de no asegurar mi casco, acabaría conmigo. 

Detrás de mí, una colosal duna sobresalía cercana al mar de Birbalt, y dentro de esta, dos sendos recovecos me indicaban que debía refugiarme.

Cada movimiento era una invitación para que la dantesca tortuga me engullera. El más leve sonido, y sería su cena.

Pese a ello, cerré los ojos y me moví, lentamente, aprovechando las pequeñas olas que se formaban a causa del viento.

No obstante, cuando me aprontaba a ingresar, logrando engañar al espécimen, el mar se agitó, divisando desde mi posible escondite, una aleta.

No podía ponerse peor…

Dalatias, el gran tiburón luminoso, mutado y convertido en un depredador voraz y asesino apareció en gloria y majestad.
Este y de la nada, pegó un salto directo hacia la Slinkster, engulléndola de un solo tarascón. 

Eran al menos doce metros de longitud que se movían con una elegante flexibilidad, y nada más decir de su velocidad.
Entre sus fauces se deleitaba de su festín.

Luego, este, gracias a su visión monocular y a su agudeza característica, abrió los ojos hacia mí, iluminando el perímetro como si fuera una linterna. El azul que provenía de su inmensidad, pronto se dirigió hacia lo impensado para mí.

Desde el otro extremo, se encontraba un joven, no menor que yo, lo que me hizo salir de mis cavilaciones, al ver que estaba tan anonadado como yo. Le grité para que no se desesperara, intentando decirle que no se moviera, que me diera la oportunidad de poder socorrerlo, pero al ver que el escualo se acercaba cada vez más hacia la orilla, cayó de sopetón.

Lo llamé incesantemente, con todas mis fuerzas, pero nunca me respondió. Había muerto, al parecer, de un ataque al corazón, de la sola impresión.

Me desarmé por completo.

El animal volvió a sumergirse, pero salió tan o más rápido que cuando apareció por primera vez, y este, aprovechando el deceso del pobre infortunado, con su aleta caudal, lo levantó como si se tratara de una mosca, para después juguetear con el cuerpo inerte del pobre muchacho.

Este, sabía que lo estaba observando, y olía el terror que yo emanaba, por lo que se daba el gusto de advertirme que, tarde o temprano, acabaría igual que el joven.

Volvió a lanzarlo: golpeándolo, desde su aleta dorsal, para luego pasarlo por sus aletas pélvicas.

Su mirada era grotesca, sanguinaria, hasta cuando y con delicadeza, empezó a desmembrar cada parte del desventurado desconocido.

Ni siquiera me dio tiempo para gritar.

Primero fue una pierna, luego los brazos, y el torso, hasta llegar a la cabeza.

Entre tanto se jactaba, aproveché de camuflarme, entre el roquerío, a pasos de una cueva de la duna, mas sabiendo que debía escapar para atravesar la pequeña playa que colindaba con Birbalt, o enfrentar al temible Dalatias, y saber si era verdad que al darle en su fosa nasal primaria, este moriría.

Según las leyendas, muchos lo habían intentado, más nadie pudo lograrlo.

Saqué de mi chaqueta una mini ballesta de muñeca, la cual y con nerviosismo puse en mi mano. 

Solo contaba con tres flechas, y cuando atiné con la primera, le di cerca del ojo, aprovechando que todavía estaba divirtiéndose con los restos del cuerpo. Salí de mi escondite, divisando la cúpula, mi hogar, a donde debía volver, de modo que respiré hondo y confiada. Disparé, y esta vez, llegó a su aleta dorsal, lo cual pegó un chasquido, emitiendo un zumbido que ocasionó una ola, lo que me dió tiempo para ocupar la última flecha… Era ahora o nunca.

Entrecerré los ojos, y me encomendé a los cielos, implorando por ayuda.
Disparé y caí al suelo de pavor.

Luego sentí, que el agua me cubría.

Al parecer, había dado en el blanco, lo que lo hizo caer en el mar, ocasionando el oleaje.

Había acabado con Dalatias.

Sonreí apenas, y acomodé mi carcasa.

Serían horas de caminar, pero unas que valdrían la pena. 

Había sobrevivido en este maldito juego.

𝐑𝐞𝐭𝐨𝐬 𝐞𝐱𝐜𝐥𝐮𝐬𝐢𝐯𝐨𝐬 𝐝𝐞 𝐖𝐚𝐭𝐭𝐩𝐚𝐝Where stories live. Discover now