Emma

308 33 10
                                    

El único sonido que escucho en estas cuatro paredes es el de mi corazón latiendo a mil por hora. Me tiemblan las manos, asi que antes de que otra cosa suceda, coloco el móvil en el escritorio.

Inspiro hondo, pero no consigo tomar el aire suficiente. En mi mente aun resuena su voz, que no es tan linda ni suave, como había imaginado, al contrario, es áspera, sin sentimiento alguno, aunque ella estuviera llorando.

He dado un brinco al escuchar la puerta principal abrirse. Sam asoma la cabeza con los ojos cubiertos con una mano, mientras intento retomarla calma.

—No están haciendo cochinadas ¿verdad? —Y tan pronto como mi cerebro vuelve a conectarse, salgo disparada hacia afuera, tomándolo de la muñeca—. ¡Oye, oye, oye!

Su molestia parece esfumarse al verme mejor ahora que hay iluminación. Se acerca con cuidado y me toca la frente. —¿Qué paso, Lía?

—Quisiera hablar contigo, pero... —Echo un vistazo, cerciorándome de que Ryan no haya salido del baño—, no sé si deba hacerlo —Trago saliva con dificultad, sintiendo ese nudo doloroso en mi garganta—. Alguien llamo a Ryan.

Su expresión cambia dramáticamente; palidece de inmediato, abriendo ligeramente la boca, claramente asombrado. La cierra de inmediato y jala de mi muñeca para entrar a la oficina nuevamente. Todo ha sido justo a tiempo, porque Ryan ha abierto la puerta del baño, secándose las manos.

—¿Qué? —pregunta, frunciendo el ceño.

Me fuerzo a sonreír, aunque justo ahora estoy temblando. Sam se da cuenta y se coloca sutilmente frente a mí.

—Miss Lady está a la vuelta del pasillo, asi que quise llegar antes, por si ustedes estaban haciendo algo —Señala despectivamente—. Lo mejor será que la niña venga conmigo, para no levantar sospechas.

Por la clara expresión del Bipolar descubro que no se ha creído ni una sola palabra. Y ahora posa sus bellos ojos verdosos en mí, provocando que desvíe los míos de inmediato.

—¿Quién me llamo, Lía?

—Fui yo —De nuevo Sam intentando rescatarme—. Quise llamarte antes de entrar. Realmente no quería toparme con algo desagradable.

El ceño de Ryan se frunce aún más ante las notables mentiras de Sam. Abre la boca para hablar al mismo tiempo que alguien ha dado leves golpes en la puerta.

—¡Aquí estás! —Ella luce radiante, con una sonrisa tan enigmática, mientras nosotros estamos perplejos mirándola. Despues de todo, Sam no mentía—. No sabía que tenías visitas.

—De hecho, solo vinimos a recoger la sonaja de mi hija —Se apresura a responder Sam, sonriendo burlón—. Vamos, Lía.

Ryan le hace mala cara sin importarle que Miss Lady este frente a él. Y como a mi si me importa, salgo casi corriendo detrás de Sam, sin despedirme de ella. Mierda, ha sido mucho estrés en tan pocos minutos.

Sam me conduce hasta su oficina, que queda en la planta baja. Abre la puerta y me ofrece tomar asiento. El silencio vuelve a trasportarme a esa llamada, a esa horrible sensación en mi estómago y a esos nervios que han vuelto torpes a mis manos.

—De acuerdo, cuéntame que paso.

Él se ha dejado caer en su asiento, reclinándose cómodamente, aunque su semblante no va de acuerdo con el movimiento que está haciendo. Me tomo un poco de tiempo, porque todavía se siente irreal el haberla escuchado, y que además dijera que extrañaba a Ryan.

—Ella estaba llorando, aunque no estoy segura —Sam asiente con la cabeza, encendiendo su ordenador—, dijo que lo extraña, que esta arrepentida de haberle causado tanto daño, que... —El nudo en la garganta ha vuelto y con él un miedo irracional que me pone inquieta. Vuelvo a tomarme mi tiempo para inspirar, soltar, inspirar, soltar, pero no puedo evitar estas ganas terribles de echarme a llorar. Sam es amable, por primera vez lo es, porque me ha servido un poco de agua y la ha dejado frente a mi junto con una caja de Kleenex.

Bajo las Sábanas [3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora