Capítulo 7.- Frío.

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El frío le calaba hasta los huesos desde sus pies, desnudos, contra el suelo húmedo. No podía ver nada, pero sabía que estaba en un sitio donde había mucha humedad, pues el olor le causaba la misma repulsión que cuando estaba en su antigua casa. Además, escuchaba las diminutas gotas golpear contra el suelo, provocando probablemente un charco.

También oía diminutos pasos, en lo que ella suponía que eran ratas que se encontrarían viviendo en aquel lugar. Alguien, con los dedos callosos, le había quitado los zapatos y se había entretenido más de la cuenta en toquetear sus tobillos y su piel. En ese instante, tuvo la tentación de darle una patada a quien fuera, pero aquello quizás la pondría más en peligro de lo que ya estaba.

Por el bien de Charlie y la familia Shelby, se había mantenido callada, pues gritar supondría que alguien hubiera salido herido. Sabía que habían ido en coche hasta aquel sitio donde ahora la retenían. Y que la madera de la silla donde la habían atado probablemente le dejara moratones en su cuerpo. Pero, sobre todo, tenía miedo por lo que vendría a continuación.

Escuchó unos pasos lentos provenir de su espalda y su espalda se tensó ante la expectativa de ver si era su antiguo jefe u otra persona. Cuando lo tuvo lo suficientemente cerca y su sentido del olfato, agudizado por la falta de visión, captó las notas a tabaco, alcohol y, sorprendentemente, a flores, supo quién era.

Cuando sus ojos fueron descubiertos, no tardó en que su vista se adaptara a la oscuridad existente, pues la poca claridad que entraba era a través de las ventanas que parecían estar tapiadas con madera. Sin embargo, pudo captar bien como había tres hombres junto a ella, a quienes reconocía por formar parte del equipo de su ex jefe, quien estaba delante, fumando tranquilamente. Había una quinta figura, entre las sombras, que no conseguía distinguir.

- Hola señorita Abbot.

- Señor Smith. – pronunció aquel apellido con todo el veneno que podía, teniendo en cuenta que tenía la boca seca, pues no sabía lo que podría venir a continuación.

Este cogió una silla que situó muy cerca de ella, demasiado para su gusto y se sentó frente por frente. Siguió fumando, sin articular palabra y observándola. Evangeline se alegró de, ese día, haberse puesto unos pantalones anchos y una camiseta de manga larga, pues si ya aquellos ojos parecían desnudarla con la mirada, no quería saber lo que habría pasado de ir vestida de otra forma.

- Señorita Abbot. Hizo muy bien su trabajo cuando ejercía para mí. Si me hubiera hecho caso... Ahora no estaríamos aquí.

- No, es cierto. Pero quizás estaría muerta por alguna de sus palizas.

Aquello pareció enfurecerlo y soltó todo el humo contenido en sus pulmones. – Jamás le he puesto la mano encima a una mujer.

- Lo siento, pero he visto como deja a su mujer cuando está borracho. No le creo. – la seriedad y serenidad con la que dijo aquello descolocó al hombre.

- Bueno, señorita Abbot, veamos. Ahora trabaja para los Shelby. Así que, por su bien, dígame que negocios se traen entre manos. Y esto acabará rápido.

Evangeline enarcó las cejas. ¿Era sólo eso lo que quería? Lo dudaba. El señor Smith siempre tenía un as bajo la manga. Y, además, debería saber que ella jamás rebelaría eso porque no se metía en los negocios que no le incumbían. Así que suspiró y agachó la cabeza, negando.

- Debería saber, señor Smith, que yo no leo todos los documentos que me llegan. Solo los protejo. He trabajado para usted, así que debería saber eso, mínimo.

- Es cierto. Pero da la casualidad de que Thomas Shelby ha hecho algo contra uno de esos negocios, señorita Abbot. Y nadie más que usted lo sabía.

Ahora entendía todo aquello. Entre los papeles que consiguieron cuando entraron en el despacho, debería haber algo que Thomas utilizó en contra de aquel hombre. Y ella era la principal sospechosa. Pero no admitiría aquello, pues sería poner en riesgo no solo a Thomas, sino también al resto de la familia.

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