3. Receptáculo

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Sentía confundido, Lincoln mira ese anillo que Leni le había puesto en su dedo con ligera curiosidad. No es alguien que usa accesorios como relojes o anillos, considera que son un estorbo en su trabajo de campo. Sin embargo, ese simple anillo de plata lleva consigo un enorme sentimiento que no podía explicar con palabras y tarde o temprano conocería su orígen.

Con una inconmensurable felicidad recorriendo todo su ser, Leni no podía dejar de sonreír.

Se encontraban juntos en el sillón de la sala de estar. Ambos observan a la pequeña Leina sentada en la alfombra dibujando en la mesa del centro mientras que Lani, Lulu, Lizy, Leia y Lemy los veían como buitres desde la cocina esperando a que pase algo, quizás una pelea a mano pelada o acaben en besucones fogosos, no lo sé, cualquier cosa podría pasar. No obstante, también se encuentran Liby y Lyra quienes aún no les pasaban el contexto y Loan estaba con Lulu dentro de su fular.

— Su nombre es Leina y es nuestra hija – decía Leni muy feliz mirando a Lincoln. — Solo tiene 4 años y le gustan mucho las plantas y también dibuja muy bonito... Me alegra que volvieras y sé que podemos criarla juntos y ser una familia muy feliz.

— ¿Eh?

No sabía que responder. No recuerda haber visto a Leni antes y menos habérsela tirado en los últimos cuatro años para que tuviera una niña. Una mujer como ella difícilmente se podría olvidar en tan poco tiempo y más cuando habla con tanta seguridad.

Repentinamente, Leina se levantó del suelo para acercarse a su papá y mostrarle el dibujo que hizo.

Cuando tomó la hoja esperando que sean garabatos culeros y pendejos que hace un mocoso para recibir la atención de su padres, Lincoln quedó sorprendido por tal pieza de amor al arte. Leina hizo un dibujo muy realista de las flores que habían en un florero en la esquina de la sala, tan increíble que casi parecía una foto a blanco y negro.

— Wow... – expresó Lincoln sorprendido.

— Hace muy bonitos dibujos – dijo antes de tomar la hoja de su niña con delicadeza. — Yo siempre los guardo en una caja en mi habitación... ¿Quieres ir? ¿Solo nosotros dos? – preguntó en un tono pícaro y una clara intención.

— ¿Qué no tenías algo que hacer?

— ... ¡Oh! Es verdad. Vamos Leina, ayúdame a hacer algunas galletas para papá.

Asintiendo con su cabecita, Leina siguió a su madre un poco emocionada al mismo tiempo que Lincoln continúa estupefacto.

Cuando se recargó en el respaldo del sillón y miró al techo intentando relajarse por lo menos unos segundos desde que recuperó la conciencia, una voz llamó su atención.

— ¿Usted es mi papá? – preguntó Liby delante de su padre.

— ¿O el  mío? – dijo Lyra a un lado de Liby.

— Yo no... No lo sé.

Se escucharon unos golpes del segundo piso.

— Nunca las conociste – decía Lulu sentándose en otro sillón con Loan quien parecía asustada, ya que no conocía a Lincoln. — Es imposible que supieras su existencia porque desapareciste antes que ellas nacieran.

— ¿Hasta que punto puedes recordar? – preguntó Leia sentándose elegantemente en otro sillón cruzando los brazos.

— Solo puedo recordar los últimos nueve años.

— Eso explica el tiempo que llevas perdido – aclaró Lemy. — ¿No puedes recordar algo más de Lani o Lulu, o alguno de nosotros?

— No... pero, ¿Por qué esa mujer dice que soy el padre de su hija? Jamás la había visto antes.

Recuerdos Extravagantes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora