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Dos semanas.

Dos malditas semanas pasaron desde que su novio comenzó a salir siempre con un tal Yugyeom, que trabajaba en el mismo hospital que él.

Y no le molestaba para nada que Jungkook tuviese amigos, le alegraba.

Pero hace dos semanas que siempre lo hace a un lado por salir con un compañero de trabajo y eso no le agradaba en lo absoluto; ni siquiera se quedaba con él los días libres y siempre llegaba tarde. Incluso el otro día llegó con olor a alcohol y la ropa completamente desordenada, Jimin se temió lo peor.

Ahora la situación se había revertido, el celoso era él y Jungkook andaba de parranda. Por ello, podía jurar que estaba a punto de romper todo, incluyendo su hermosa relación de cinco años y la cara de Yugyeom.

Jungkook ya ni lo miraba y mientras estaba sólo en casa Jimin se sentía la cosa más insignificante del planeta. Se maldijo a si mismo por haberse acostumbrado a tener siempre la atención del menor y pensar que la tendría siempre, es obvio que Jungkook en algún momento se cansaría de alguien como él.

Sorbió su nariz y se acurrucó entre las sábanas y el grueso edredón; tenía frío, sueño y estaba preocupado porque eran casi las cuatro de la mañana y su estúpido novio no aparecía.

Jimin entendía a la perfección que fuese un doctor y a veces debía hacer horas extras o que salía a comer con gente del hospital, pero realmente no pedía más que un mensaje avisando que estaba bien y deseándole buenas noches... O por lo menos una corta llamada para tranquilizarlo.

Entonces, en el piso de abajo se escuchó la puerta abrirse y cerrarse, por lo que fingió estar dormido mientras sentía los pasos acercarse a la habitación.

— Minnie… ¿Estás despierto? —susurró cerca de su oído, sin recibir respuesta alguna.

Escuchó a su novio suspirar y luego ropa caer al suelo, el armario abrirse y luego cerrarse; por último su cuerpo meterse bajo las sábanas y abrazarle la cintura con fuerza.

Esa noche siguió llorando en silencio.

Al otro día cuando se levantó encontró el lado derecho de la cama vacío y cuando bajó a desayunar la casa estaba completamente vacía, tan sólo había una taza y cubiertos sucios en el fregadero.

Suspiró y miró el reloj, eran las ocho de la mañana y Jungkook siempre entraba a las nueve a trabajar.

Toda la semana estuvo entrando a las ocho.

En un impulso tiró la taza contra la pared, rompiéndola en mil pedazos que no se molestó en juntar; ya se le habían ido hasta las ganas de desayunar y ahora lo único que quería hacer era llorar.

Tomó el teléfono fijo que estaba en la pared de la cocina y marcó rápidamente el número de su amigo.

— Jin... —hipó.

— Jimin… ¿Qué sucede, pequeño? —contestó la voz de Seokjin al otro lado de la línea.

— ¿Vienes? —preguntó e hipó nuevamente.

— En quince estoy. —la llamada se cortó al instante y el más bajo siguió sollozando en el sillón.

Justo como había dicho, el pelirosado estuvo en quince minutos en la puerta de su casa, con los ojos hinchados y demás.

— ¿Y a ti que te sucedió? —lo hizo pasar a su casa y fueron hasta el sofá.

— Namjoon... Él aún no vuelve y lo extraño demasiado... —suspiró, su novio estaba estudiando en el extranjero hace dos años y recién a finales de este volvería a casa.

× Malditamente Celoso× Os kookmin Where stories live. Discover now