V.

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Suspiré profundamente cuando dejé a Fynn en su cuna

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Suspiré profundamente cuando dejé a Fynn en su cuna. Al fin, después de un largo rato acunándolo en mis brazos, se había quedado dormido. Había sido una noche muy larga; muchos biberones y muchos llantos incansables que había terminado a las diez de la mañana.

Charles se había ido a la fábrica para seguir pendiente del desarrollo del coche y poder practicar un rato en el simulador. Era lo único que hacía aquellos días, pues sentía que debía adaptarse mejor al coche para poder competir con su compañero de equipo.

Max no había dado señales de vida, y yo ya empezaba a hacerme a la idea de que jamás querría volver a hablar conmigo. No le culpaba. Había hecho todo mal, y era más que lógico que no quisiese tener una conversación más.

El timbre de casa hizo que me sobresaltase y, de inmediato, mirase a Fynn. No se había movido ni un solo milímetro. Las horas y horas de llantos había conseguido dejarle completamente K.O.

Salí de su cuarto, andando a paso ligero hasta llegar a la entrada. Me miré un instante en el espejo, y me di cuenta de que estaba hecha un desastre. Llevaba puesto un pijama rosa de tirantes y pantalón corto, y tenía el pelo recogido con una pinza. Ni siquiera me había dado tiempo a arreglarme.

Abrí la puerta rápidamente, y juro que estuve a punto de caerme de la impresión.

Allí estaba él. Sus ojos azules se encontraron con los míos y consiguió que me estremeciese. Mi respiración se entrecortó cuando él apartó la mirada y la llevó al suelo. Tenía las manos escondidas en los bolsillos del pantalón y por aquel gesto era más que obvio que estaba realmente nervioso. Al menos yo no era la única que se sentía así.

-Hola... -susurró Max cuando volvió a mirarme.

-Hola... ¿Pasas? -pregunté haciéndome a un lado para dejarle entrar. Se mordió el labio inferior, como siempre hacía cuando tenía dudas sobre algo. Pero, finalmente, asintió.

Entró en casa sin sacar las manos de los bolsillos y cuando le señalé el sofá del salón, se apresuró a sentarse en él. Y yo hice lo mismo frente a él.

Ninguno de los dos sabía muy bien qué decir. Supongo que, aunque pensase que sí, realmente no estaba preparada para aquella conversación. Había pasado un año y aún me ponía nerviosa cuando se trataba de Max, sobre todo cuando me miraba de aquella manera, expectante ante lo que pudiese suceder.

-¿Cómo estás? -me atreví a preguntar después de un rato en silencio.

-Bien... ¿Y tú? -preguntó con la voz temblorosa.

-Bien... un poco cansada -comenté pasando mis manos por la cara, intentando despejarme. Sería imposible sin beberme un café. Necesitaba mi dosis diaria de cafeína para poder despertarme por completo.

-Ya... -el silencio volvió a apoderarse del salón, y juraría que jamás había sentido aquella incomodidad entre nosotros.

Al verle allí, sentado en mi salón, volví a recordar todo lo que habíamos vivido juntos; los momentos en los que él me había apoyado cuando yo ya había perdido toda esperanza, los momentos en los que me había prestado su hombro para llorar, los momentos en los que habíamos reído juntos, las noches sin dormir mientras nos abrazábamos desnudos en la cama... Todo aquello había quedado en el pasado, y hacía tiempo que había dejado de doler. Lo que realmente dolía era la indiferencia que había en su mirada, el hecho de que parecía no haber nada del Max que yo había conocido años atrás y del cual me había enamorado locamente.

The Fight | Max Verstappen & Charles Leclerc (Salvation Parte 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora