VIII.

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Esperé pacientemente a que Max volviese

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Esperé pacientemente a que Max volviese. Hacía más de tres horas que se había marchado y, sinceramente, estaba preocupada. Estaba preocupada por lo que pudiese pasar; sobre todo si se encontraba con Charles. Pero también por lo que pasaría cuando volviese a ver a Lexie.

Era imposible no pensar en ello, sobre todo teniendo en cuenta toda su historia. Sería estúpido negar que había sido el gran amor de Max, que había estado enamorado de ella durante años. Y es cierto que Lexie le había roto el corazón, que no le había tratado bien, pero todo el mundo sabe que nadie manda en su corazón. Y eso era exactamente lo que temía que pasase. Al descubrir que Max era padre, era extraño el día que no pensaba en la posibilidad de perderle. Él parecía tener todo muy claro. Parecía estar seguro de lo que quería, de que tan solo deseaba tener una relación con su hijo. Pero era inevitable pensar en la cantidad de horas que iba a pasar al lado de ella. Era imposible no pensar en ello.

La puerta me sacó de mis pensamientos, y un Max alegre, con una enorme sonrisa plasmada en su rostro, apareció en la cocina. Tardó apenas dos segundos en juntar nuestros labios, en tranquilizarme con su boca. Siempre era así.

-Me encanta verte tan feliz -dije antes de que volviese a darme otro beso, arrancándome una pequeña sonrisa. Y era cierto lo que había dicho; me encantaba verle feliz, aunque yo no fuese la causa de esa felicidad.

-Tenías que verlo, Annie. Es... precioso -dijo emocionado, sentándose a mi lado, buscando lo que parecía ser una fotografía en su teléfono móvil. Estaba ilusionado. En realidad, jamás lo había visto así. Ni siquiera conmigo.

Antes de que pudiese incluso responder, Max puso la pantalla de su teléfono móvil frente a mi. En ella, él posaba con su hijo en brazos y podía hacerme una idea de quién había tomado aquella fotografía. Intenté obviar aquel dato y centrarme solamente en la imagen. Max tenía razón. Era precioso porque, para ser sinceros, era igual a Max. Rubio, de mejillas regordetas y ojos tan azules como el mismísimo océano. La fotografía no podía ser más tierna. Max lo sostenía entre sus brazos con una delicadeza asombrosa mientras le dedicaba una sonrisa amplia y el pequeño le correspondía de la misma manera.

-¿A que es precioso? -preguntó sentándose en un taburete que había a mi lado.

-Lo es... Es igualito a ti -respondí intentando sonar lo más tranquila posible.

En realidad no lo estaba. No lo había estado desde aquella mañana que Max llegó a casa llorando después de enterarse de que había sido padre cinco meses atrás. Odiaba a Lexie. No la conocía y ya la odiaba, pues había hecho sufrir a Max. Pero lo peor de todo es que había conseguido, por primera vez desde que había conocido al holandés, que tuviese un miedo real a perderle. ¿Quién iba a estar con una mujer que conoce a penas de meses cuando sabe que tiene a tan solo cinco minutos de su casa a la madre de su hijo, aquella que ha sido su gran amor?

-¿Estás bien? -preguntó Max posando su mano sobre mi hombro.

-Sí, es solo que... -pensé en qué quería decir, y también en qué debía decir. No quería agobiar a Max en aquellos instantes, cuando la vida parecía cada vez más complicada para él. -¿Cómo ha ido todo con ella?

The Fight | Max Verstappen & Charles Leclerc (Salvation Parte 2)Where stories live. Discover now