Hija

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Siempre habia temido a aquel hombre, todos los niños de su clan crecían temiendo a los Whitewood, aquellos feroces guerreros que eran implacables para acabar con sus enemigos y que gobernaban los bosques y tierras mas allá de las montañas. Pero ninguno era tan temido como Andros Whitewood al que su gente llamaba como "La Bestia de Whitewood", siempre que su padre la habia llevado a reuniones con los jefes de otros clanes le relataban historias de como aquel hombre acababa con las incursiones que enviaban o con los que eran tan tontos como para atacar las aldeas del sur pensando que seria una tarea fácil. Pero no era temible que se derrotara a los saqueadores, después de todo la idea era atacar rápido para salir con todo lo que se pudiera recolectar de los saqueos, no, lo que volvía a aquel hombre algo diferente, algo a lo que temer incluso mas que al ya legendario Lord Oscar Whitewood, era el hecho de que no se contentaba con acabar con los saqueadores. Aquel hombre era tan temerario y sediento de sangre que atravesaba la frontera para él mismo saquear las aldeas cercanas y matar a los guerreros de los clanes como venganza.

En toda su vida nunca imagino que llegaría a ver aquel castillo del que se contaban tantas historias y mucho menos desde dentro. Habia escuchado historias terribles sobre aquel lugar, historias que le habían causado pesadillas cuando era una niña, se decía en las montañas que los Whitewood tomaban prisioneros a los guerreros de los clanes y que los encerraban en su fortaleza para luego despellejarlos y usar sus pieles para decorar sus muros, pero nada de eso era verdad, en todo el tiempo que llevaba allí solo habia visto algunos prisioneros y la verdad es que eran muy bien tratados y no habia signos de que despellejaran gente y usaran sus pieles para decorar sus salones, cuando comento esto con algunos sirvientes las risas que escaparon de sus bocas fue suficiente como para que Cloe entendiera que aquellas histerias de cuando era joven eran eso, historias que le contaban a los niños para asustarlos antes de irse a dormir o para que supieran temer y odiar a sus enemigos.

En los días que llevaba allí se dio cuenta de que mucho habia cambiado en el mundo, pues entre los hombres que vigilaban las murallas y trabajan en el castillo pudo ver a muchos que claramente pertenecían a los clanes de las montañas, ahora los clanes luchaban y servían a los Whitewood o mas bien, luchaban y servían a aquel hombre que ahora estaba frente a ella.

En el tiempo que estuvo habitando el castillo se pregunto cuando llegaría el día en que aquel hombre haría que se presentara ante el, se preguntaba cada día cuando la arrastrarían de su cama para llevarla ante el hombre que habia asesinado a su padre para le diera una muerte igual. Pero eso nunca paso, en cambio se paso los días encerrada en su habitación bajo la atenta vigilancia de aquella temible mujer pelirroja que siempre se quejaba de tener que estar con ella y no poder pasar el tiempo con su esposo. Cloe habia intentado en tres ocasiones escapar, la primera cuando la habían sacado de la celda y dejado con aquella mujer a la que tontamente habia subestimado, y las siguientes veces habia sido atrapada, la segundo por los hombres de Whitewood y la tercera por el mismo mercenario que la habia encarcelado, la habia encontrado mientras intentaba escabullirse de la cocina a los establos, frustrada tuvo que soportar como aquel enorme hombre vestido de hierro la cargaba sobre el hombro como si de una simple niña se tratara para llevarla a la habitación y tirarla en la cama.

Esa mañana luego de haber desayunado en compañía de la mujer pelirroja que se llamaba Tacia y del enorme mercenario llamado Malco fue llevada por este ultimo ante el asesino de su padre que se encontraba sentado en una habitación llena de libros y con mesas enormes donde habia muchas cantidades de papeles. Cloe busco debajo de su vestido el cuchillo que habia robado de la mesa de esa mañana, podría aprovechar la oportunidad para matarlo ahora que estaba desarmado y desprevenido. Además el hombre le estaba dando la espalda mientras tenia las manos apoyadas en una mesa y parecía estudiar el contenido de un libro.

Saco el cuchillo y se acerco tan sigilosamente como pudo, como cuando cazaba ciervos con su padre, debía acechar a la presa e intentar que no se percatara de la amenaza.

LegitimaWhere stories live. Discover now