Capítulo 30: Caos

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Capítulo 30:
Caos

Capítulo 30:Caos

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Selt

Oscuridad. Vacío. Caos.

Respiro, con pausas. Parada en la nada con el bullicio de mis propios miedos, generando leves temblores por mi cuerpo. Abro y cierro las manos una y otra vez. Apenas y puedo controlar los espasmos. Visualizo un extenso pasillo con muchas puertas abiertas. Doy un paso a la vez, con el pasado, como una cruz a cuestas. Cierro cada una ellas. Dolor. Culpa. Desesperación. Miedo. Terror. Familia. Traición. Amor. Ilusiones. Regreso a la oscuridad, plena e infinita.

La presión en mi cuello se ha ido. Subo mis manos para asegurarme. No están allí. Cierro los ojos, siento los hilos invisibles que me siguen atados a mi cuerpo, pero sé que estoy muy lejos. ¿En otra dimensión? ¿El limbo? No estoy segura. Sé que los buscadores de almas pueden moverse entre los planos, no es algo que yo por voluntad propia pueda hacer, pero él, sí.

¿A dónde me trajo? ¿Se fue? ¿Se burla de mí? ¿Qué busca?

Risas. Suaves e inocentes elevan el telón. La oscuridad da paso a un teatro en ruinas, butacas desgastadas, y un público singular, mujeres de todas las razas, de todas las eras, de todas las edades... Todas mirando hacia el escenario, con expresiones vacías, carentes de sentimientos, manos y pies atados a grilletes. Me detengo en la tercera fila en el instante en que mis ojos hacen contacto con el espectáculo. Allí, en el centro del escenario, una mujer de cabello rojizo danza en los brazos de un apuesto caballero. El baile es hipnótico, ambos son dos criaturas cruzando la línea de la perfección. El raciocinio grita que es ilógico, nada tan bello puede ser real o bueno, sin embargo, me dejo llevar el encanto de la pareja y desciendo dos escalones más antes de que la hermosa ilusión se quiebre por unos ojos carmesíes.

Me sobresalto al sentir que me sostiene la mano, una mujer pálida, casi enfermiza, con el distintivo color de ojos que siempre han llevado las mujeres de mi familia. Ella ha detenido mi andar.

Alzo la mirada, la pareja danza al ritmo de una sonata lúgubre, enmarañada de promesas y tentaciones. Mi madre sonríe cada vez que gira y encuentra mi mirada.

La desconocida tira de mí, me siento desencajada de mi realidad y sin fuerzas para rechazar la invitación. Ocupo la butaca libre, al lado de esa mujer.

—No estás muerta —afirma ella, su voz es susurro en el viento. Nada escalofriante, lo único que me perturba son aquellos del escenario.

—Quizás lo esté pronto —no me siento muy positiva—¿Cuándo pararan?

—Cuando ya se sientan seseados de nuestros lamentos —se me eriza la piel, sigo viva. —¿Eres la bruja blanca?

Nadie presta atención a nuestra conversación. El resto sigue atrapado en el baile. Algunos gemidos de angustia, se unen a la sonata como un irregular coro. Un título dado por mi abuela al que nunca le he dado importancia, y ahora, no sé con exactitud que quieren de mí.

Oscuros. Guardianes 3. Origen de los oscurosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora