Capítulo 24

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Narrador omnisciente

En mitad de una gran ciudad siempre había bullicio, gente que va y que viene, al igual que las historias que estos mismos contaban, sin embargo, las leyes de la jungla urbana no se aplicaban a las afueras de la ciudad, y más si vivías perdido de todo radar y tu vivienda no constaba ni en planos del ayuntamiento.

En un día nublado y lluvioso un hombre alto y fuerte de ojos y pelo claro aparcaba frente a una cafetería situada a pocos metros de donde estudiaba la persona a la cual debía vigilar, cada paso, cada movimiento, cada palabra, cada respiración, él debía estar al tanto de todo y más, después de todo esas eran las órdenes que había recibido de su superior.

Aún que de apariencia fuese un perro fiel, no lo era, no era leal a nadie que no fuese a si mismo, porque desde pequeño así había sido educado, solo puedes fiarte de ti mismo, le repitieron una y otra vez a modo de lección, aún que en el fondo él sabía que había más que simple desconfianza en el mundo.

De pronto su móvil sonó interrumpiendo su vigilancia.

Era un número privado.

- ¿Diga?- la persona del otro lado del teléfono se hizo de esperar hasta que una orden inmediata llegó a sus oidos- De acuerdo, en unos minutos estoy allí.

La gran ciudad, que sitio ese, un sitio en el que un simple y mero perro podría volverse el arma más letal de todas.

Conocedor de las debilidades de quienes creían que eran sus jefes, cuando él no estaba con ellos porque se lo impusieran, si no porque estar a su lado le convenía.

De pronto su teléfono volvió a sonar, pero está vez el número si era conocido, demasiado conocido para su gusto quizás, pero a este número si que no podía simplemente ignorarlo.

– Hola- respondió sin más.

- ¿Y bien?- contestó una voz grave del otro lado de la línea.

- Nada del otro mundo- el tema le parecía tan trivial aún sabiendo que para la otra persona era tan importante.

- Por más mínimo que tú creas que es lo que ves, escuchas, tocas y haces, no lo es, ¡Entiendes!- aquella voz lo exasperaba, le sacaba de quicio, le crispaba los nervios, pero que iba a hacer, después de todo, en la vida te enseñan desde pequeño que: siempre debes hacer caso a tus padres.

- Si, padre- su tono era monótono y delataba su total desinterés- por cierto.

- Dime- su tono seguía siendo soberbio y autoritario aún cuando tan solo pronunciaba una palabra.

- ¿Se ha levantado ya de la cama?- preguntó preocupado por la persona a la que más le debía, su hermano menor.

- Si, ha salido a correr- llevaba razón entonces, si hermano no iba a dejar que nada ni nadie se interpusiera entre él y sus objetivos.

- Vale- al parecer su hermano había seguido al pie de la letra su consejo y eso le sacó una sonrisa- Adiós.

- Adiós, Dylan.

Y colgó a su padre, a la persona que le crío, y le adoctrinó, la persona que como si de un bar se tratase tenía la ciudad entera controlada, por completo.

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Lamento la demora pero es que se me juntaron muchas cosas, una mudanza, médicos, un proceso legal y no tuve tiempo para dedicarme al libro y hasta que todo se calme un poco es probable que no pueda escribir muy de seguido.
Lo siento.

MÍO [𝘖𝘔𝘌𝘎𝘈𝘝𝘌𝘙𝘚𝘌]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora