002

481 38 3
                                    

no soy capaz de mirar a jeno a la cara cuando me encuentro con él al día siguiente. mi mente cortocircuitó ayer y todavía no he recobrado la compostura. sigo en una especie de trance cuando vuelvo a verlo, impartiendo su clase con total normalidad como si no hubiera pasado nada.

―señor na, preste atención ―me dice jaehyun, sacándome de mis pensamientos. ―¿o acaso quiere otro castigo? ―a pesar de que está con expresión neutra, percibo el brillo de maldad en sus ojos y el atisbo de sonrisa en su boca.

―lo siento, profesor, no volverá a ocurrir ―digo entre dientes.

jeno intenta llamar mi atención para pedirme qué acaba de pasar, pero le ignoro. estoy demasiado molesto, confundido y avergonzado por lo ocurrido. además, el hecho de que haya hecho alusión a nuestro último encuentro en mitad de la clase y con total naturalidad me ha hecho recordarlo con viveza. si me concentro, puedo volver a sentir sus nalgadas en mi delicada piel.

estoy tan sumido en mis recuerdos que no me percato de que la clase ya está prácticamente vacía. jeno no se encuentra por ningún lado, pero no me preocupo, tengo asuntos más importantes y urgentes que atender en esos momentos. intentando mantener una postura firme, me planto frente al escritorio del hombre mayor una vez estamos solos, de nuevo.

―¿qué está mal con usted? ―reclamo con dureza. ―no puede ir humillándome de esta manera.

jaehyun vuelve a suspirar como aquella vez y su mirada analítica me escanea de arriba abajo, como si estuviera buscando algo. repara en mis brazos cruzados sobre mi pecho, en mi expresión enfurecida y mi entrecejo fruncido. espero que no se dé cuenta del nerviosismo en mis ojos o del temblor de mi labio inferior.

―al parecer el dolor físico no funciona con usted ―murmura casi imperceptiblemente a la vez que se echa hacia atrás en su silla. ―aquí ―palmea su muslo, ordenándome que vuelva a colocarme sobre él.

abro mucho los ojos. ¡no pienso dejar que vuelva a azotarme de esa manera! a pesar de que terminé con una erección, no pienso permitirle que me trate así. niego con la cabeza con efusividad, viendo como su rostro se ensombrece y su mirada se endurece.

―no voy a dejar que vuelva a... ―no puedo decirlo ni siquiera en voz alta ―¡a hacerme eso!

―es otro tipo de castigo ―¿está tratando de tranquilizarme y convencerme para que le obedezca? ―no me haga repetírselo, señor na.

la advertencia surte efecto inmediato en mí y, en menos de lo que canta un gallo, ya me encuentro sentado sobre su pierna izquierda y con un lápiz en la mano. su pecho se pega por completo a mi espalda y su aliento me hace cosquillas en la nuca cuando dice:

―va a escribir cien veces la siguiente frase ―pronuncia lentamente. ―"no volveré a distraerme durante las clases"

―está loco ―me quejo, todavía sin moverme.

―no, soy un dom ―me corrige. ―y le agradecería que no volviera a faltarme al respeto de esa manera si no quiere sufrir las consecuencias.

cierro mi boca de inmediato, no queriendo averiguar de qué es capaz. sintiéndome completamente humillado, empiezo a escribir lo que me ha dicho. una de sus manos se instala en mi cadera y contengo la respiración ante el contacto inesperado. debo parar unos segundos para recobrar algo de compostura, pero enseguida retomo mi "castigo".

bueno, ahora ya sé de dónde viene este afán por controlarlo todo e imponer sanciones sin ton ni son. jamás había conocido a un dom antes, pero he leído lo suficiente como para saber las nociones básicas.

cuando voy más o menos por la mitad, la mano que está en mi cadera empieza a acariciarme el costado lentamente mientras cada uno sigue atento a sus quehaceres. no sé en qué momento ha apagado su portátil, pero ahora está completamente centrado en mí. sus dedos trazan caminos suaves por toda mi espalda y muslos, desconcentrándome de mi tarea ante el tan anhelado contacto.

make u mineDove le storie prendono vita. Scoprilo ora