Día 1: Almas gemelas

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—Serían veintiocho con setenta – le dijo la cajera con una sonrisa y él asintió.

Metió su mano a su bolsillo, sacó su billetera y le pagó a la señorita, con treinta dólares; recibió de cambio un dólar con treinta y después de guardarlo en su bolsillo, tomó la bolsa con sus cosas y salió del lugar.

Era de noche, aún llevaba su ropa de oficina y su cuerpo se sentía pesado, quería llegar a casa a descansar, prepararse un sándwich y dormir, para al día siguiente tener la energía suficiente para empezar de nuevo.

Llegó a su apartamento, no muy grande, no muy pequeño, con una cocina simple, un baño, una ducha, una sala pequeña y un dormitorio, no necesita más nada en su vida, bueno, quizás ganas de vivirla.

Preparó algo rápido para comer y luego de estirar un poco, se dio una ducha para finalmente meditar y acostarse a dormir.

Despertó a las seis de la mañana, como todos los días, ya ni siquiera sentía la necesidad de tener un reloj despertador que le anunciara un nuevo día, sus ojos se abrían sin siquiera quererlo, y sus pies ya se movían en automático.

Se preparó como cada mañana y salió rumbo a su trabajo, con su mismo traje negro de siempre, con el mismo ánimo de siempre, con las mismas ganas de siempre, con la misma intranquilidad de siempre.

Llegó a la oficina y rápidamente ocupó su puesto, las horas pasaron y él se mantuvo frente al monitor como por cuatro horas, hasta que fue la hora de almorzar.

Lo bueno del lugar en que trabajaba, era que tenían cafetería propia y podían comer allí mismo sin tener que traer comida o salir a comprarla.

Él pidió una ensalada, algo de arroz y un trozo de pollo asado, para acto seguido sentarse a comer con un vaso de agua como acompañante.

En la mesa al lado de la suya, estaban algunos de sus compañeros, que lo veían, pero no solían cruzar palabra con él. Eso estaba bien, a él tampoco le interesa cruzar palabra con ellos.

-Oye, Sasuke – escuchó que decían su nombre y volteó extrañado hacia su derecha al ver a una mujer linda sonreírle. Ella trabajaba con él desde hace años, si mal no recuerda incluso entraron al mismo tiempo a la empresa, pero ella era más joven que él, tendría unos veinticinco años.

—Yo… me voy a casar – le contó la mujer con las mejillas sonrojadas y una sonrisa adornando sus labios. – Quisiera invitarte. Bueno, a todos los de la oficina.


Sasuke observó la invitación que la mujer le ofrecía, y aunque pensó en despreciarla, la tomó y asintió para ella, lo cual pareció hacerla feliz. Ella siguió su camino hacia la mesa a su izquierda y el Uchiha observó la invitación que acababa de aceptar, entonces la cucharada de alimento que se llevó a la boca pareció quererse devolver por su boca y ponerlo a sufrir.

Ella encontró a su alma gemela.

Lo sabía por la hermosa dedicatoria en la invitación y por el color dorado del material, el cual era utilizado nada más en invitaciones de boda de parejas destinadas. Pero eso no era lo único, el brillo en sus ojos, la sonrisa en sus labios, la energía de su cuerpo, sus movimientos, su manera de hablar, como lucía su piel, lo animada que estaba, era imposible no notar como ahora brillaba.

Pudo escuchar las voces felicitando a la novia, pero él solo apretó los labios he hizo a un lado la comida, de repente había perdido el apetito.

La primera vez que escuchó sobre ese tema fue en la televisión. En aquel entonces tenía solo cuatro años, aquella vez, fue la primera vez en su vida que escuchó sobre el mágico y maravilloso lazo que unía a las personas, el camino de amor inmenso y bienaventuranza que Dios ponía en camino de todas las personas.

En aquel entonces, se sintió maravillado por la idea tan fantástica de que en el mundo hubiese una persona que estaba destinada para consigo, una persona que lo amaría sin ningún miedo, barrera y con toda la dulzura.

Se casaría y sería feliz junto a ese alguien, se amarían, pasearían juntos, y se divertirían. Él, en aquel entonces, quería tener una relación como la de sus padres.

Desde pequeño él siempre pensó que sus padres eran de esas personas que el destino había unido.

Pero a los diez años, su padre y su madre se divorciaron y él se enteró de la cruda realidad, aunque estén unidos por el destino, no muchos pueden encontrarse, aunque los una un camino invisible, muchas veces no son capaces de caminar por el mismo lugar, y no les queda más que intentar hacer una vida con alguien más.

Pero esa otra persona nunca sería capaz de complacer totalmente la necesidad de amor que tenía el otro.

Sus padres eran un ejemplo exacto de eso. Aunque se casaron, aunque tuvieron hijos, sus padres no fueron capaces de brindar el amor suficiente, sus almas se negaban a entrelazarse y amarse de manera pura, eso estaba prohibido.

Aprendió a los diez años, que conseguir a tu alma gemela era una fantasía, una ilusión, algo que no sucedía fácilmente, algo que cada día parece más imposible.

A los doce años entró en una etapa rebelde, odiaba todo lo que se refiriera a las almas gemelas, odiaba escuchar a muchos chicos y chicas hablando sobre el día en que conocieran a su pareja destinada.

Un día que para él era imposible, una tontería, una fantasía, algo que jamás pasaría, se negaba a que algo tan vano como el destino lo controlara.

A los veinte años, empezó a sentirse extrañamente vacío, a los veinticinco se halló así mismo sin ánimos para seguir viviendo, ahora, a los treinta, no sabe realmente porque continua avanzando, ya nada le sabe igual, ya nada es tan colorido como recordaba, ya nada le satisface.

Se levantó de su silla y con paso tranquilo fue hacia el baño, caminó poco, por suerte y luego entró a uno de los cubículos, entonces se sentó sobre el inodoro y con sus manos se cubrió la cara.

Tomó una bocanada de aire y trato de respirar normalmente.

Él también quisiera poder brillar.

Él también quiere conseguirlo, él también quiere poder sonreír de esa manera, él quiere poder ver el mundo de forma diferente, él también desea ser feliz.

¡Aunque fuera por un día nada más! Él quisiera poder acurrucarse en el pecho de su alma gemela y sentir sus brazos cubriéndole, quisiera poder olvidar todo y limitarse única y exclusivamente a ser feliz.

Pero no era así de fácil, encontrarlo, a él o a ella, no sería algo sencillo, su cuerpo lo sabe, lo sabe bien, ha deseado encontrarlo desde siempre, pero actualmente, sabe que eso es imposible.

Escuchó el traqueteo afuera de cubículo, era obvio que el tiempo para el almuerzo se había terminado y que todos volvían a sus debidas puestos de trabajo.

Él suspiró y luego de unos minutos en que su alma se calmó, salió de cubículo y procedió a lavarse el rostro con abundante agua para así mitigar el sudor y sus ojos resentidos por las lágrimas que aguantó mientras intentaba calmarse.

A pesar que desde adolescente, juró por su misma alma jamás dejarse controlar por destino, aunque juró que era una estupidez, aunque se negó a la verdad, era tan inevitable para él ahora que era un hombre mucho más maduro.

Con solo cerrar sus ojos es suficiente, con solo pensar en esa persona su alma revolotea y su corazón se agita, él es igual a los molestos compañeros de clases, él todavía, en el fondo de su corazón y en algún rincón de su mente, fantasea con conocer a su alma gemela.

Volvió a su lugar de trabajo y estuvo a punto de sentarse en su puesto de trabajo y terminar con su proyecto para poder ir a su apartamento temprano, pero su nombre pronunciado por la voz de su jefe lo hizo alzar la mirada.

—Uchiha — Le llamó, parecía apresurado — Sabes hacer café ¿Cierto? Prepara tres tazas de café.

Sasuke no pudo decir nada, solamente se quedó parado con un ligero tic en su ceja.

Él no era sirvienta, y tampoco su asistente.

—Es que llegaron unos socios extranjeros — Le murmuró Tsubaki, la mujer que anteriormente le dio la invitación para su boda. Está muy nervioso.

—Está bien — Aceptó Sasuke y se movió hacia la cafetera, puso a preparar el café y sirvió algo de azúcar en una tacita de porcelana, para que los hombres pudiesen servirse a su gusto.

Preparó las tres tazas que su jefe le ordenó y tomó la bandeja de aluminio, para luego avanzar hacia la oficina principal y dar unos toques en la puerta.

Escuchó la voz de su jefe dándole el paso, entonces entró con los cafés y se dirigió hacia los otros dos hombres que se hallaban sentados cómodamente.

Sus cabellos eran rubios, lo supo porque sus cabezas resaltaban como focos de neón en la oficina.

—Buenas tardes — Saludó formalmente y luego dejó la charola sobre la mesa, levantó su mirada y chocó contra el cielo de repente.

Su cuerpo se estremeció de tal manera que sintió miedo de caerse en ese preciso momento, sus manos y su columna fueron envueltas en un cosquilleo totalmente fuera de lugar, su corazón se aceleró tanto que parecía que fuera a sufrir un paro cardíaco.

Su garganta se sintió seca y su estómago se revolvió, y de él se apoderó una sensación de añoro que amenazó con hacerlo llorar allí mismo.

Su reacción más natural fue correr, huyó sin querer hacerlo, y escuchó un traqueteo tras él, corrió y dobló un pasillo, chocó con alguien, aunque no sabría decir con quién fue. Pero cuando se halló en soledad dejó que sus lágrimas salieran y su corazón se revolcara en su dolorosa dicha.

Su espalda se había deslizado por la pared, por eso, cuando se él acercó, solo pudo ver los bien pulidos zapatos que envolvían sus pies.

Pero no demoró mucho en ponerse de cuclillas y tomar su mentón para levantarlo.

Ahora Sasuke lo podía ver mejor, tenía los ojos tan azules que podía mirarlos por horas y quizás nunca se aburriría.

Su piel era canela, sus labios carnosos y de aspecto suave, sus manos grandes y poderosas al igual que su cuerpo, su nariz perfilada, y la risilla que se escapaba de su boca era tan refrescante como el canto de los pájaros.

Lo escuchó decir algo que no entendió en lo más mínimo, pero no le importó en lo absoluto cuando se apoderó de sus labios y los devoró con un hambre tan salvaje que lo dejó débil y jadeante ante él.

Su boca pretendía devorarlo y él no tenía problema alguno con eso, intentaba simplemente seguirle el paso con su boca inexperta.

Cerró los ojos dejándose llevar por su boca, sintiendo sus caricias y como sus brazos lo arropaban y levantaban con gentileza.

Cuando Sasuke volvió a abrir los ojos, todo parecía tan diferente, tan nuevo, tan maravilloso, que una sonrisa se apoderó de su boca y derramó sus últimas lágrimas ante él, quien las limpió con tanta dulzura que casi derrite su alma.

—No llores — le dijo en inglés, haciendo a Sasuke sonreír.

Su pronunciación era algo mala.

—Te esperé durante mucho tiempo — le confesó Sasuke, y el hombre le sonrió con amplitud.

—Yo también te estuve esperando, mi destino.

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Hola, hola ¿Cómo están?

Esta historia continuará el día de mañana, ya que sentí que quedó un poco triste solo terminarlo allí, así que le daré paso al día de mañana  con la continuación de esta historia.

Se les quiere y gracias por leer!!!

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