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{ 𝑶𝒍𝒊𝒗𝒊𝒂}

Tenía frío, mi cuerpo no había dejado de temblar en todo el trayecto a casa, con Zoro estábamos caminando bajo la oscuridad por la calle lodosa a punto de llegar. Sentía pena y enojo al mismo tiempo.

No era la primera vez que atravesaba por un acoso de ese tipo, es a lo que te expones estando en un ambiente rodeado de las lacras del mar, pero nunca había llegado a este extremo. En anteriores ocasiones los hombres habían intentado propasarse conmigo tocándome el trasero o mirando mis pechos, pero nunca algo como lo que ocurrió hoy. Todo por querer hacer turno extra y sacar algo más de dinero.

El nudo en mi garganta estaba desapareciendo de a poco al tiempo en que muerdo mis uñas por la ansiedad del momento. No me atrevo a mirar hacia atrás para mirar a mi salvador, me siento absolutamente avergonzada y molesta conmigo misma por no ser lo suficiente valiente para defenderme o cuidarme sola.
Extrañamente con Zoro caminando a mi espalda me sentía segura por alguna razón desconocida. Aunque el también es un pirata, algo dentro de mi me decía que no tenía intenciones de hacerme daño.

Tiene un semblante serio, la mandíbula apretada y se agarra constantemente la cabeza, luce un poco desorientado, seguramente por el alcohol qué bebió antes. Tropieza con una roca y se tambalea, noto que se sujeta el pecho en un intento de contenerse y suelta un gruñido que no logro descifrar.

- Ya estamos llegando, si gusta puedo seguir desde aquí. - Comento en voz baja para evitar molestarlo. Seguramente esté ebrio y cansado.

- Ya llegamos hasta acá, te dejaré en tu casa.

Continúo caminando delante de él por un rato más hasta que llegamos al viejo cuarto al que llamo casa.

- Es aquí, nuevamente gracias por ayu... - No termino de completar mis agradecimientos cuando el espadachín cae de rodillas frente a mi, sostiene su pecho y se queja otra vez. - Señor, señor ¿está bien? ¿Qué sucede? ¿Se lastimó?

Una oleada de nervios me recorre la espalda, la fierecilla de mi estómago se remueve inquieta y me obliga a agacharme para revisar cualquier cosa que ande mal.

Con manos temblorosas tomo el dorso de su mano removiendola del lugar, noto su camisa abierta en la zona del pecho y veo lo que parece ser una venda cubriendo su piel, ésta se había pintado de rojo en algunas zonas avisando que una herida se encontraba debajo y estaba siendo lastimada. Me sorprendo en el acto dirigiendo mi mirada a su rostro, Zoro no me mira pero mantiene sus ojos apretados en señal de dolor y vuelve a colocar su mano sobre la venda como si eso pudiese ayudarle a soportar.

- Entre, tenemos que ver ese vendaje. - Le sostengo el brazo ayudando a que se reincorpore y con mi agarre firme le ayudo a caminar lento hasta que entramos en la casa.

Me apresuro a retirar las cobijas de la cama para que pueda recostarse ahí, más tarde sería un desastre ya que tiene la ropa mojada. Saco sus botas enlodadas para que pueda subir los pies y abro su camisa en un intento desesperado por ver como se encontraba para ayudarle a pasar rápido el dolor.

La venda cubría gran parte de su torso y llegaba hasta el hombro en diagonal, alguien parecía haber suturado la herida pero esta no había cicatrizado del todo. Me dirijo al lava manos para limpiarme bien y asegurarme de no infectar nada, en un cuenco coloco agua y empiezo a calentarla en una parrilla que utilizo para cocinar.

Me dirijo nuevamente hacia el herido en mi cama y con manos temblorosas dudo en si quitarle la venda o no.
Jamás había estado tan cerca de un hombre, ni a solas. Estaba bastante nerviosa y me ardían las mejillas, miro su rostro a detalle, tiene una piel ligeramente bronceada y ojos razgados, los cuales tenía cerrados mientras apretaba los labios aguantando el ardor. Gotas de sudor pelaban su frente.
Con un poco de duda, acerco mi mano a su frente para verificar su temperatura, ésta ardió debajo de mi piel, había contraído fiebre.

- Voy a retirar la venda. - Menciono con seguridad avisándole, pero no recibo respuesta.

Con un pequeño cuchillo corto la tela para que sea más fácil retirarla y poco a poco voy descubriendo su tormento. Llevo ambas manos a mi boca ante el impacto de ver esa herida, estaba sorprendentemente grande, abarcaba todo su torso y pecho. ¿Quién habrá hecho esto?
Pequeñas gotas rojas bajaban por algunas puntadas dadas agresivamente.
Yo no era que fuese experta en medicina, pero algo sabía gracias a la abuela que me cuidó cuando me abandonaron en este lugar.

Había vivido gran parte de mi infancia aquí con ella, una señora de avanzada edad, testaruda pero muy sabia, la gente de la villa solía buscarla para curar algunos males, gracias a sus dotes por la herbolaria y métodos caseros ayudaba a los enfermos del lugar. Un poco de ese conocimiento me lo dejó a mi, podía hacer lo necesario para cuidar una herida mal tratada y bajar la fiebre e infección.

Apago la llama donde dejé calentando el agua y en lo que se enfría un poco salgo a buscar en mi reserva de plantas en el jardín algo que pueda ayudarme a desinflamar y aliviar una posible infección.
Cuando tengo lo que necesito vuelvo a adentro, lavo nuevamente mis manos y acerco el cuenco con agua tibia para colocarme a un costado de la cama. Humedezco un paño limpio y lo coloco en su frente para ayudar a bajar la fiebre y después empiezo a limpiar de a poco la herida.
El agua del cuenco se había teñido de rosa debido a la sangre y empiezo mi trabajo con las hojas que recolecté anteriormente para colocarlas sobre el corte en su piel. Una vez listo inicio un debate mental de si quitarle la ropa o no, estaba completamente mojada y no ayudaría con su estado de salud, podría resfriarse.
Mis manos dudan durante unos minutos, hasta que decido despertarlo para que me de su autorización.

- Disculpe, señor... Zoro, debo quitarle la ropa, está muy mojado y se enfermará. - Le digo cerca de su cara para que me escuche y muevo un poco su hombro.

- Está bien, solo necesito dormir, estaré bien. - Logra decir con voz rasposa.

- Por favor, empeorará si se queda así. - Insisto un poco preocupada.

Zoro cierra los ojos y asiente débilmente con su cabeza.
Comienzo retirando por completo su camisa y al llegar a sus pantalones me detengo un poco. Nunca había visto a un hombre desnudo, mucho menos tenerlo tan cerca rozandole la piel. Suelto el aire contenido y desabotono el pantalón mojado bajandolo por completo. No llevaba ropa interior.
Un profundo calor me recorre el cuerpo haciéndome cosquillas en el estómago, me arden las orejas haciéndome parpadear varias veces, retiro mi mirada rápidamente enfocándome en sacarle por completo los pantalones y tomo la cobija para cubrirlo hasta la mitad del torso.
Luego de acomodarlo todo como se debe y extender la ropa mojada en una silla para que pueda secarse, cambio nuevamente sus hojas y el paño en la frente, coloco mi mano helada en su mejilla a lo que el espadachín se estremece un poco y noto que no está ardiendo como antes.

- Con esto se pondrá bien... - Le digo en un susurro sin poder dejar de ver su apacible y cálido rostro.

La luna se cuela por la pequeña ventana a un costado de la cama pegando su media luz en el cuerpo de Zoro, parecía algo esculpido, las sombras del reflejo enmarcaban los músculos de sus brazos y pecho como si fuese una pintura. La fierecilla en mi estómago se removió con fuerza pidiéndome que me acercara para admirarlo mejor, sin saber por que le obedezco y me acerco a apreciar su cara.

- Eres hermoso...

- Eres hermoso

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SAILING { Roronoa Zoro } Where stories live. Discover now