VI.

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Graham estaba inquieto, sumergido en sus pensamientos. Era sobre la propuesta de Damon, pues reflexionar sobre ello sin descanso era más importante que la clase de literatura. No pasaba nada si iba con él al voleibol. ¿No? ¿Por qué tendría que pasar algo, para empezar?

Mordió la parte superior de su lápiz.

[...]

Salió del salón cuando la clase terminó y miró a la gente de los pasillos. Dejándose llevar, cedió el control a sus piernas para que lo llevaran afuera de la biblioteca, donde se suponía que se reuniría con el rubio.

Al llegar y no verlo, sintió una corriente fría. ¿Se había ido sin él? ¿Lo había abandonado? O lo más probable era que su clase aún no concluía. Debía esperarlo un poco.

En intento de alejar los pensamientos negativos, se secó el sudor en su pantalón uniformado. Podía esperar.

Pasaron alrededor de cinco minutos, cuando vio la cabellera rubia acercarse entre la multitud. Sintió alivio, eso quería decir que iba en serio lo de la invitación. (Sí, aún lo dudaba)

—Graham. Perdona la tardanza. El maestro de cálculo no nos dejó salir hasta que termináramos la actividad —se quitó el molesto cabello que le caía por la frente en un movimiento.

El de lentes sin saber qué hacer, afirmó con la cabeza y metió las manos en los bolsillos de su pantalón, tratando de mostrarse fuera de nervios.

—¿Vamos? —le miró.

[...]

Fueron caminando al igual que la última vez, debajo del agotador sol. A pesar del silencio, sentía que podía acostumbrarse a andar por las calles con Damon.

—No creí que aceptarías —habló el mayor, sincerándose y rompiendo el hielo—. Pero mira, estás aquí —sonrió. El otro chico encogió los hombros—. Cuando te vi fuera de la biblioteca, me sentí feliz. Quizás debería regalarle más piedras a mis amigos.

Graham sonrió, pero sin mostrar los dientes.

—¿Qué es lo que usualmente haces cuando vienes a practicar? —se animó a preguntar. Damon empezaba a caerle bien y no quería seguir dándole esa imagen de ser un aburrido, aunque el miedo de fallar no se iba.

El ojiazul se vio sorprendido de que su indicio para conversar, pero continuó apacible.

—Si te soy honesto, no suelo venir —rió travieso—. No es tan necesario, parece que soy naturalmente bueno. Por eso vengo una o dos veces a la semana —el castaño bajó el ceño, algo extrañado. ¿No era asistencia obligatoria?—. Es que, le caigo bien a Jarvis  —contestó, sabiendo lo que pensaba—. Podría decirse que él y yo somos los capitanes, nada más que él se lo toma muy en serio. Le gusta resaltar desde que entró a la universidad —dijo, bromeando—. Aparte, él da su casa para juntarnos fuera de la escuela. Sigue muy entregado al equipo.

Graham simuló entender.

—El día de hoy creo que elegiremos a los jugadores que representarán a la escuela en la competencia. Espero que Jarvis no me elija.

—...¿Por qué no?

—Me ha tocado participar algunas veces. Ya me cansé. Sería bueno darle oportunidad a otro integrante —torció la boca.

—...Si te eligen, debe ser por algo. Seguramente eres el triunfo asegurado.

Damon le miró, mezclando la conmoción y el halago. Que le compartiera su punto de vista por más mínimo que fuera, le hizo sonreír. Eso era nuevo.

—...¿Ya te dije que eres cool cuando hablas? —le sonrió de lado y le aludió, dándole un suave codazo.

Graham levantó las cejas. Con el calor en el rostro, prefirió quedarse callado el resto del camino.

Bones. [Gramon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora