XXVII.

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—¿Sabes algo? —preguntó el rubio.

Permanecían tendidos en la cama, con la televisión ya apagada y de momentos compartían simples palabras, pero nada más, incluso parecía que empezaban a quedarse dormidos. Conciliar el sueño sonaba como la mejor opción ahora, no obstante, Graham tenía que regresar a casa.

—¿Qué cosa? —respondió, sin abrir los ojos. Lució muy adormilado para su gusto.

—¿Estabas dormido? —se quiso asegurar antes de seguir.

—No —ahora sí abrió los ojos y se los talló, quitándose la pesadez—...¿Eso ibas a decirme?

—No.

Silencio. Graham esperaba la continuación, pero no llegó.

—Damon —le llamó, haciéndolo reaccionar—. ¿Qué ibas a decirme?

—Cierto, perdón —rió—. ¿Recuerdas que te dije que mis papás se habían ido de vacaciones?

Graham entrecerró los ojos, pensando. Entonces recordó que lo mencionó cuando entraron a la casa.

—Ehm... Sí, recuerdo que me lo dijiste.

—...Pues, supongo que es justo decirte la verdad. Realmente no están de vacaciones...

Ese comentario no le ayudó. No supo ni cómo tomarlo.

—Y... ¿Dónde están? —Graham se incorporó en la cama, percibiendo cómo el sueño abandonaba su cuerpo. No supo por qué al escuchar eso, se imaginó que sus padres estarían debajo de la cama o encerrados en el armario escuchándolos.

Albarn mintió con lo del viaje, pues no sabía si decirle a las cosas como tal era buena idea, pero ya no importaba. No podía mentirle; no tenía sentido. Graham no era el tipo de persona que le juzgaría por algo así.

Era un tema complicado, pero sabía que se sentiría mejor si se lo decía de una vez.

Los señores Albarn eran intermitentes, tanto en la casa, como en la vida de su hijo. Damon recordaba que en algún momento ellos se quisieron bastante, o al menos lo disimulaban; el engaño no les duró tanto, fue hasta que Damon obtuvo edad suficiente para saber que Santa Claus no existía y que el amor entre sus progenitores tampoco.

Con el tiempo, Keith se dio cuenta que amaba más a otras mujeres y Hazel prefería a las botellas de alcohol que se le atravesaran.

Fue difícil para el mayor, pero con el tiempo se acostumbró a ver a su mamá ahogada en penas e infidelidades, pasándose de bar en bar, envuelta en deudas de ella (y de su marido) y si tenía suerte, con algún otro hombre que soportara sus lamentos por tres días seguidos. 

Pero él amaba a los dos incondicionalmente. Abrazaba a su mamá cada que podía verla y le apoyaba con lo que estaba a su alcance. A Keith lo extrañaba cada que se iba; cuando lo veía, lo mantenía al tanto con lo poco bien que le iba en la escuela, con esperanza de que se sintiera orgulloso de él.

Tenía miedo de que lo dejaran de lado. Era algo con lo que no podía lidiar: ser abandonado y olvidado.

—No sé —contestó; encogiendo los hombros. Trataría de ser lo más directo posible—. Ojalá supiera. A veces están aquí, a veces no... Es que...  Ellos no están felices el uno con el otro. Lo único que sé es que... Mi mamá suele estar aquí en las mañanas, pero está demasiado desvelada y con resaca como para funcionar. Y... A mi papá, con suerte lo veo dos veces al mes.

—...¿Qué dices? —le tomó desprevenido, no esperaba nada así.

—Eso que oíste —no le gustaba recordarlo, menos repetirlo—. Casi no están en la casa, pero... Cuando están... —no supo cómo seguir. Era complicado para explicarlo con sencillas palabras.

Bones. [Gramon]Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang