🌹 Final alternativo 3/4 🌹

18 3 1
                                    

Pasaron dos años, dos años desde aquel horrible día en el que nuestro azabache intentó cometer una locura. Ahora Fred contaba con suficiente edad (y dinero) como para sobrevivir sólo en un apartamento, que con ayuda de su padre, pudo comprar.

El muchacho había encontrado un trabajo como mesero y barman de un restaurante; era un trabajo duro que lo dejaba agotado todos los días, pero no se quejaba. Él se sentía tan bien y realizado, sobre todo porque había superado temas los cuales no podía siquiera tocar con cualquier persona.

Fred estuvo yendo regularmente a sus sesiones con su psicóloga, no lo hacía por obligación, lo hacía porque sabía que necesitaba ayuda profesional que ni el alcohol, ni la mejor droga podrían curar. Hablar regularmente lo ayudó a superar el tema de su madre y aprendió como amar correctamente a las personas. No volvería a cometer las mismas estupideces. Ya no.

—Oh, Fred, me da un poco de tristeza que ahora tengas que irte. Pacientes como tú, no hay dos.— dijo la psicóloga de cabello oscuro mientras le daba un fuerte abrazo a Fred, el cual se lo devolvió con cariño. Hoy se daría de alta definitivamente a aquel adolescente tan problemático.

—¿A cuántos pacientes le ha dicho eso?— preguntó Fred rodando los ojos y separándose de su psicóloga para verla a los ojos. La tomó de los hombros y depositó un beso en su frente de manera afectiva.— Muchas gracias por todo...— agradeció mientras se separa totalmente de ella.

—Fred, aunque no te sientas mal, siempre es bueno acudir al psicólogo si es que necesitas hablar de cualquier cosa... ¿Lo sabes, no?— le recordó la adulta con una media sonrisa en los labios.

—Claro que lo sé... Pero gracias por recordármelo, linda.— y con eso dicho, le guiñó un ojo a su psicóloga y tomó el picaporte de aquella puerta y así cerrarla detrás de sí; esta vez, estaba por dar un gran paso en su vida.

Caminó hasta la recepción, donde la bella recepcionista lo despidió con un ademán y sonriéndole mientras que el le dijo un simple "Adiós".

Cruzó la puerta de aquel edificio y respiró hondo. Se sentía tan bien, tan ligero, tan libre de aquella culpa que lo llevaba carcomiendo por dentro.

Se dirigió a su apartamento caminando, su pequeño departamento no estaba muy lejos de el consultorio de la psicóloga.

Vio su edificio y sonrió contento, había logrado tantas cosas... Sacó las llaves de su respectivo apartamento y una vez que subió las escaleras hasta el 3er piso y finalmente llegó al departamento 25, rió a carcajadas: rió como nunca había reído mientras sus ojos se llenaban de lágrimas, pero no eran lágrimas de tristeza, eran lágrimas de felicidad pura.

Se abrazó a sí mismo y comenzó a acariciar sus brazos con delicadeza, luego su mirada rojiza se dirigió a aquella cicatriz en su antebrazo interior y con la yema de sus dedos la tocó. Era una cicatriz que sobresalía de su brazo, era de un color rosado que hacía que sobresaltara de su color natural, pero ya no le causaba incomodidad verla.

—Ya no más.— se dijo a sí mismo, y una vez eso dicho, se dirigió a su pequeña cocina y comenzó a cocinar un pequeño panqué de chocolate para celebrar su progreso en estos últimos dos años.

[Unas horas más tarde...]

La tarde siguió su curso normal, Fred terminó de hornear su pequeño panqué de celebración y se dispuso a sentarse en la pequeña isla que había en el centro de su cocina. Tomó la cuchara con su mano y cortó un pedazo de su panqué, se le hizo agua a la boca al ver la esponjosidad con la que le había quedado el postre.

Justo cuando estuvo dispuesto a meter la primera cucharada en su boca, su celular comenzó a sonar.

—Agh, bien, ¿quién demonios me está molestando a esta hora?— refunfuñó molesto mientras caminaba a la mesa donde había arrojado con anterioridad su celular; el número que se mostraba en la pantalla era desconocido.— No lo tengo agregado... Por favor, que no sean los idiotas de Movistar.— y con eso dicho presionó el botón de contestar llamada.— ¿Aló?— silencio.— ¿Aló? ¿Quién habla?— preguntó un poco fastidiado, caminando de regreso a su cocina para apoyarse en su isla y comenzar a comer de su panqué. Nadie respondía.—¿Hay alguien ahí? ¿Aló?— volvió a preguntar con un poco de su panqué de chocolate en la boca. Su ceño se frunció con disgusto.— Voy a colgar.

°B A D    B O Y F R I E N D° [Freddedy] Where stories live. Discover now