Daniela
El viernes, conduje a la dirección que María José me había enviado y estacioné frente al edificio. Cuando me anuncié en la recepción, la mujer detrás del escritorio se sonrojó. Ella sabía quién era yo.
Le mostré una brillante sonrisa. Se metió a tientas en la computadora, presionando el retroceso mucho más de lo que debería en el teclado, antes de que finalmente me dijera que podía subir.
Tomé el ascensor hasta el tercer piso y seguí las instrucciones para llegar a la oficina. La puerta estaba abierta y ella no estaba tras el escritorio asomé mi cabeza en la puerta. Entré y la esperé. La oficina estaba limpia y ordenada. Parecía un lugar donde el trabajo era la principal preocupación, pero no obstante, habían algunos toques femeninos personales, unos posits rosas, un cuadro con unos tulipanes en un color llamativo, y otro par de adornos que resaltan aquí y allá.
Caminé alrededor, mirando sus cosas. Tenía fotos suyas y de otra mujer en el escritorio, una planta debajo de la ventana y libros sobre programación neurolingüística en el estante. Mujer culta, pensé, otra chica tendría un par de novelas, pero esta no, esta mujer tenía libros sobre liderazgo, técnicas de éxito y persuasión. Eso me dejó pensando.
No vi fotos de un hombre en ninguna parte. No parecía que tuviera a alguien con quien distraerse al terminar la jornada.
Eso siempre era una buena señal. Sí, sabía que no debía interesarme la persona contratada para arreglar mi imagen. ¿Pero cómo podría evitarlo con una mujer tan sexy y ambiciosa como María José?
—Señorita Calle—, dijo esa voz femenina y autoritaria al entrar por la puerta de su oficina, y yo casi salté.
Al agarrarme, me aclaré la garganta en lo que esperaba que fuera un gesto casual.
—Llegas temprano..
Asentí, caminando de regreso al lado de su escritorio en el que se suponía que debía estar. La miré de arriba a abajo. Llevaba pantalones negros y una blusa blanca que compensaban muy bien su cabello oscuro. Sus ojos eran agudos y brillantes.
Cuando caminaba, movía las caderas de un lado a otro. Sus pechos guardaban proporción, y su blusa trazaba perfectamente su figura. Una pequeña cantidad de escote mostraba lo justo. No pude evitar pensar que lo había hecho sólo para mi beneficio.
Esta vez se aclaró la garganta ella y volví a mirarle los ojos. No parecía nerviosa de que la hubiera estado observando sin ningún reparo. No se estaba sonrojando.
¿Qué le pasaba a esta mujer? Parecía no estar impresionada por mis intenciones. Otras mujeres estarían comiendo de mi mano ahora mismo. En realidad no era mucho lo que se necesitaba para conquistar a una chica común. Pero que ella se presentara tan indiferente a mi solo me hizo desearla más. ¿Qué fue lo que dijeron sobre la fruta prohibida? ¿No cayó lejos del árbol del deseo? ¿Hizo que se te hiciera agua la boca aún más porque sabías que era la más jugosa?
Estaba mezclando mis metáforas.
Pero María José parecía tener ese tipo de efecto en mí. Mi mente estaba girando y no pude detenerla, ella bella, sin lugar a dudas eso fue lo primero que noté, pero también era decidida, misteriosa, inteligente y bueno supongo que solo la conocía hace dos día, no podía saber tanto mas de ella. Pero la impresión que esta mujer estaba dejando era para desear seguir insistiendo en mas. Era una locura, era una chica después de todo, una simple chica. Si en un par de veces con verla ya me tenía así, creo que debería tener recelo con ella.
—Siéntese, Señorita Calle—, dijo ella.
—Daniela, por favor—, le pedí.
—Daniela—, dijo y asintió.
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Amor en Juego (Adaptación Caché)
RomanceYo me regia por una ley: Los clientes están fuera de la liga. Calle G!P