Capítulo 46

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Daniel

—¡Ahí no, wey!, ¡está muy abajo!

—¡Entonces van a colgarlo tú!

Me cae de madre que estos en vez de ayudarme a veces me estorban, por eso dicen que si quieres algo bien hecho lo hagas tú, y así fue, yo terminé de colgar toda la decoración en donde yo quise, y como yo quise, aunque, la neta, ahora que lo pienso me han ayudado más de lo que pude haberles pedido, así que no tengo nada de que quejarme.

Terminamos de arreglar todo justo a tiempo para poder cambiarnos, pedí prestado un jardín que está en la parte trasera de la disquera y lo decoré, mandé traer una mesa para todos arreglos florales que cuando menos le duraron un mes, la cena que le gusta y su pastel, también un proyector para que vea lo que hicimos para ella. En verdad espero que funcione, porque si no logro que me perdone me daré un pinche tiro.

Como a las 7:30 recibo un mensaje de Arantza avisándome que ya viene, lo que hace que me ponga más nervioso.

No tengo un plan, mucho menos ensayé un discurso. De hecho todavía estoy pensando en lo que voy a decirle.

El tiempo se agota, ella llega en el coche que le mandé del brazo de sus amigas y luciendo tan bella como nunca la imaginé. Escogió un vestido color bronce completamente bordado con lentejuelas, con los hombros caídos, escote muy discreto y de lo largo seguro que le llega unos tres dedos arriba de la rodilla, trae también zapatos no muy altos de color dorado. Como su cabello estaba muy corto supongo que debieron haberle puesto extensiones para lograr la larga coleta que le cae por la espalda; su maquillaje es muy sutil y esos labios rojos son el sello perfecto.

No sé cuánto tiempo me quedo viéndola desde que le abro la puerta del coche, solo sé que estoy profunda y completamente enamorado de ella.

—Hola —sonríe

—Hola —respondo—, te ves preciosa

—Gracias —contesta ligeramente sonrojada

—¿Estás lista? —asiente y le ofrezco mi brazo, ella lo toma y caminamos juntos por todo el sendero del jardín hasta que llegamos a donde está todo.

Su rostro anuncia lo mucho que le gustó la decoración. Es como una niña peueña. En realidad lo era cuando dejaron de hacer fiestas para su cumpleaños. La última me recuerdo fue cuando cumplió seis años. Más tarde la enfermedad de su madre hizo que ella decidiera dejar de pensar en sí misma para cuidar se su mamá. La infancia de Ana duró pocos años, muchos menos de los que dura cualquier infancia, eso es algo más que me gusta de ella, su abnegación. Daría la vida por quienes la amamos sin esperar o desear nada a cambio.

—¿Para que una mesa tan grande?Somos muy pocos

—Digamos que invité a algunas personas

En eso, de las escaleras que van al estudio comenzó a bajar nuestra familia: mi mamá, su papá, Tamara y los chicos, aunque claramente nunca volveremos a estar completos.

Ana no tardó en comenzar a llorar pero se limpió rápidamente las lágrimas

La tomé de los brazos para mirarla y le vuelvo a limpiar las mejillas —No llores, hoy tienes que estar contenta.

—Extraño mucho a mi mamá —confiesa—, me parece raro no tenerla aquí.

—No, linda... Está aquí —pongo mi mano sobre su corazón, sin tocarla— cuando amas a alguien, no se va, permanece en tu corazón para siempre.

Me regala una preciosa sonrisa y un abrazo para luego correr a los brazos de su papá. La amo tanto que difícilmente podría explicarlo.

La noche aún es muy joven.

Si decido esperarte •|Daniel Gal|• SAGA WIPLASH #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora