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LA REVELACIÓN

¡Joder! ¡Joder! ¡Joder! María José la iba a matar, en serio. Porque el puto despertador no había sonado, o tal vez ella no se había acordado de programarlo la noche anterior, pero no era aquel el momento de buscar culpables. No. Aquel era el momento de salir cagando leches de su casa en dirección al aeropuerto, porque si no la señorita «nací puntual» la iba a crucificar. Como a Jesucristo, pero en vez de con clavos, con reproches de los suyos, de los de «típico, típico» y con miradas desaprobadoras de esas que le salían tan naturales a ella.

¿Ducharse? ¡No había tiempo!

¿Desayunar? ¡No había tiempo!

Y menos mal que la tarde anterior preparó su equipaje antes de marcharse a aquel bar con Jordan, porque si no se habría visto obligada a pasarse la semana paseándose por Fall River, Kansas, con la misma ropa.

Se había vestido, batiendo récords de velocidad, con lo primero que había visto en el armario. Unos vaqueros y una camiseta. Y no tenía tiempo tampoco de mirarse en el espejo, pero estaba segura de que le quedaba de miedo, lo sabía sin necesidad de ver su reflejo. Eran ya muchos años siendo Daniela Calle. Salió corriendo de su habitación con una cazadora en las manos y su bolsa de viaje al hombro, porque eran las siete y media y llegar tarde era inevitable, pero quería minimizar daños y tal vez impedir que a María José le diera un ictus o algo. Estaba segura de que, si se retrasaba demasiado, a la morena le explotaría la cabeza o sufriría un fallo multiorgánico masivo, porque a veces había entrado cinco minutos tarde a alguna reunión en la revista y, madre mía, la cara con la que la había mirado.

—Joder, Calle, ¿aún estás aquí? Garzón te va a matar.

Le sobresaltó la voz de Jordan, que entraba en ese momento al apartamento. Se le habría alargado la noche.

—¿Tengo mal aspecto? Su amiga la miró de arriba abajo antes de contestar.

—¿Como ser humano?

—Que te jodan, Torres —le dijo antes de abandonar la casa.

No esperó al ascensor, decidió bajar los cuatro pisos que la separaban de la calle saltando las escaleras de tres en tres y llegó a su coche hiperventilando. Tiró la bolsa de viaje al asiento trasero y se colocó la cazadora antes de ponerse al volante. La retrasada de su compañera de piso se asomó por la ventana del apartamento justo antes de que arrancara el motor.

—Ey, ¡te dejas a Totó, Dorothy!

La escuchó gritar desde las alturas. Se limitó a enseñarle el dedo medio de su mano en un silencioso, pero a la vez extremadamente expresivo, «que te den» y puso el coche en marcha. Aún alcanzó a escuchar un «¡Saluda al Mago de Oz de mi parte!», antes de pisar a fondo el acelerador y poner rumbo al aeropuerto.

* * *

Había llegado media hora tarde y... Madre. Santa. Bendita. No le había dicho nada, porque es que ni siquiera había abierto la boca al verla aparecer. Ni un «Buenos días, Daniela», ni un «¿Qué tal has dormido?». Nada. Ufff... a alguien no le sentaba bien madrugar. Se había limitado a mirarla allí de pie junto a su impoluta maleta y con su portafolio colgando del hombro. La había observado impasible mientras ella se acercaba disculpándose desde la distancia y cuando estuvo a su altura la había observado un poco más antes de murmurar: «Aceptación, Garzón, aceptación». Después había cogido su maleta y se había encaminado hacia los mostradores de facturación.

De eso hacía casi tres horas y el voto de silencio continuaba, porque ya debían de estar sobrevolando Ohio, pero la morena seguía muda.

¡Como si para ella fuera a ser muy divertido pasarse una puta semana entera junto a aquella yonqui de la pulcritud! ¿En qué hora, Calle? ¿En qué hora te ofreciste voluntaria para esto? Pues la verdad era que para aquello no se había ofrecido voluntaria nunca, porque si hubiera escuchado «una semana», «María José Garzón» y «Fall River, Kansas» en la misma frase habría preferido beber cianuro, ¡cianuro!, antes que levantar la mano. Pero a ella le había sonado todo a «seducir a la Reina del Hielo en tres sencillos pasos» y, claro, se había tirado de cabeza a la piscina.

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⏰ Last updated: Oct 06, 2023 ⏰

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Cambio De Planes-CachéWhere stories live. Discover now