En la soledad nocturna me sumerjo,
donde los pensamientos agobian mi ser,
como un lamento profundo que aúlla en el viento,
como un clamor doloroso en mi piel.
Entre las sombras me encuentro perdido,
envuelto en la tristeza de un alma desolada,
donde el peso de la soledad es un abismo,
y el silencio me oprime con fuerza despiadada.
En las noches oscuras, en silencio lloro,
en la penumbra insondable de mi habitación,
sintiendo el vacío que me carcome devoro,
sin encontrar alivio, sin hallar solución.
La soledad en mi pecho se hace cuchillos,
y mi rostro se cubre de eternas sombras,
la tristeza se adueña de mis pasillos,
y la esperanza se va, dejando escombras.
La desesperanza me empuja hacia el abismo,
donde la luna llena brilla con esplendor,
añorando aquellos días donde éramos dos sismos,
donde juntos admirábamos su fulgor.
En luna llena me iré, sin retorno,
del edificio saltaré en busca de la paz,
donde el dolor se borre y el alma se esconda,
donde encuentre al fin el eterno solaz.
Será el último adiós a este mundo frío,
donde la soledad nubló mi corazón,
y en mi salto, encontraré mi alivio,
lejos de la oscuridad, de la confusión.
En el recuerdo quedará nuestra historia,
nuestros momentos de risas y de amor,
pero en la distancia se entiende mi euforia,
porque al fin cesa mi tormento y mi dolor.
Que mi partida sea un grito silente,
una plegaria al cielo por mi liberación,
que en el suspiro final, mi alma caliente,
encuentre la esperanza en la última estación.
En luna llena me iré, del edificio saltaré, dónde veíamos aquel ascensor,
donde nos admirábamos su belleza,
cuando juntos, enamorados, soñábamos,
y donde finalmente hallaré la entereza.
