Flores |🌸

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Las flores de su habitación están marchitas.

Han estado así desde la muerte de su amada.

Recuerda los días de primavera, donde su esposa dedicaba su tiempo libre a mantener vivas a las flores terrestres que le regalaba cada mes. Ella formó un bello jardín, lugar que se mantiene en pie gracias a la servidumbre y Tritón.

El joven príncipe siente una gran comodidad en aquel espacio floral, como si fuera capaz de sentir la calidez que su difunta madre brindó.

Las flores que tanto amó regalar, y qué ahora muertas están.

Las flores que tanto amó regalar, y qué ahora muertas están

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—¿Poseidón?

Una voz calma se escucha después de que se abre la puerta de la biblioteca.

La hermosa mujer, de cuerpo esbelto y alto, vestida de un armonioso vestido blanco que la hace resaltar entre las tonalidades azuladas de su reino. Este ropaje revela su estado de gestación; vientre ligeramente abultado, el cual la dama no teme en mostrar.

Es tranquila, y sus facciones la hacen ver cómo una diosa serena.

Todo lo contrario a su iracundo esposo.

Anfitrite, la reina de la Atlántida, se adentra en la biblioteca a paso lento, con su mirada azul claro buscando en casa rincón al tirano del mar.

No admite su dolor en los pies, hinchados por haber caminado del jardín a la biblioteca que está al otro extremo del palacio. Su cabello ondulado está atado en una coleta alta, dejando ver la fina capa de sudor que hay en su frente por el cansancio.

El embarazo es complicado.

—Posei...

Encuentra a su esposo sentado en un rincón, leyendo un libro mientras escribe unos documentos. Está concentrado, ajeno a la presencia de la diosa.

Anfitrite suspira, acercándose a la mesa para sentarse al lado de Poseidón.

Ahí es cuando el tirano se percata de la mayor. Su atención es dirigida a ella, cambiando su rostro inexpresivo a uno sorprendido.

—¿Qué haces aquí? —pregunta él, sacando de su traje un pañuelo. Limpia el rastro de sudor en el rostro de la contraria, sin ocultar su mirada de reproche. —. Mira cómo estás. ¿Cómo se te ocurre caminar hasta aquí? Pudiste haberme llamado.

—Estás ocupado; el tiempo es valioso para ti, por lo que no quería interrumpirte solo para que me vayas a ver. —contesta Anfitrite, poniendo su mano sobre la de Poseidón.

—No me importa perder mi tiempo si es para estar contigo. —expresa el gélido tirano, dejando que la diosa acariciara su mano. La nota agotada, con su mano libre acariciando su vientre. —. Estás cansada.

—Estoy bien.... sólo necesito un poco de té. Y un pie de arándanos.

Declaró Anfitrite, esbozando una sonrisa ante sus antojos. Poseidón suspira, después de haber besado la frente de su esposa. El tirano le ordena a un sirviente que traiga lo que la diosa ordenó, regresando hacia Anfitrite, quien se había sentado en un sillón con un libro en manos.

𝙋𝙖𝙩𝙪𝙘𝙝𝙤 | PoseidónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora