Cap 10: Honor y misericordia

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23 de Abril de 1522

Symphony tiene algo llamado "Las semanas de las obras",que consisten que después de las festividades de pascua; durante siete domingos se debe poner en práctica una de las siete obras de misericordia corporales.

El domingo veintitrés de abril, era la obra de alimentar al hambriento.

Y vaya revuelo causó que después de la misa de diez, afuera de la catedral de San Isidro — La catedral más importante, no solo del reino de Symphony, si no de todo Mistland. — Las mujeres de la familia real estarían trabajando de forma voluntaria en un comedor comunitario instalado afuera de dicho templo.

La reina, junto con algunas de sus doncellas, servían la comida con una sonrisa tan angelical que hasta parecían los querubines que adornan el templo. El trabajo de la princesa Moyna era servir bebidas, nada mejor para un Symphoniano que saciar su sed con una limonada fresca y servida por la misma princesa de cabellos castaños.

Un grupo de señoras se acercó a la princesa, en una mano llevan sus platos de comida y otra libre en la espera de sus bebidas.

— Majestad, usted es una joven muy bella. — Exclama una señora mientras recibe su vaso de barro con la bebida cítrica.

La joven dedicó una leve sonrisa

— Gracias, usted también es muy bella, todas ustedes lo son.

Las señoras se sintieron halagadas ante el comentario y dieron una risilla.

— Limones — Vacila sin previo aviso Elliot, casi la empuja al llegar. Tumbo la caja de madera llena de limones a sus pies. Su frente estaba empapada, sus mejillas rojas, su pecho subía y bajaba al tratar de controlar la respiración estando con las palmas postradas sobre la mesa.

La fuerza atribuida a su trabajo de cargador en Gadea; no tardó en hacerse notar ante la servidumbre Symphoniana. El trabajo de Elliot era acarrear toda la comida y cajas de madera, desde la cocina de la catedral, hasta el jardín principal.

— Elliot... — Pronuncia la castaña. Tomó un pañuelo y empezó a secar la frente del joven. El trayecto de la cocina al patio principal no era de tres pasos, más si acarreas como mula.

— Ten jovencito. — Una de las señoras le extiende su vaso.

— No gracias, señora. — Rechaza fatigado, se mantuvo junto a la princesa tomando aire mientras ella secaba su sudor. Cuando se dio cuenta de dicha acción; Elliot le apartó la mano y ella nuevamente lo volvió a hacer.

— Anda, no es de buen augurio rechazar una obra de misericordia. — Insiste la mujer.

— Está bien — musita fatigado y toma el vaso.

La princesa le entregó otro vaso a la mujer y se puso a atender a más personas que ya comenzaban a amontonarse.

Elliot le da un sorbo largo y se relaja. Le dedicó una mirada a la princesa, ve como ella sonríe e intercambia halagos con las personas que llegan a ella, trataba a la gente con un gran cariño y calidez a pesar de ser interacciones de pocos segundos. Le genero un orgullo verla tan involucrada con sus súbditos, que hasta el cansancio olvido.

Él no se dio cuenta, pero suspiró. Dio un gran suspiro que el grupo de mujeres atestiguo. Las mujeres lo miraron con complicidad, no era la clase de suspiro que se da cuando uno está cansado, nadie fatigado suspira con los ojos brillando con dulzura.

Elliot sonrió nervioso por el repentino cambio en la mirada de aquel trío. Fue llamado nuevamente al deber y se despidió con cortesía antes de partir.

El caballero de las montañas | 01Donde viven las historias. Descúbrelo ahora