chapter vi.

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Las noches de los lunes, Jihoon se escurría hacia el dormitorio de Mingyu y trepaba a la cama con él. Mingyu se movía, pero terminaba rodeando con un brazo a su pequeño novio, y Minghao se despertaba a la mañana siguiente con otro compañero de cuarto.

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Mingyu se paró frente a la casa que alguna vez compartió con Jihoon durante un corto periodo de tiempo. Recordaba las promesas que había hecho y los sueños y esperanzas que tenían, pero en ese momento, el pasado no era más que polvo para él, porque no había pensado en eso hace incontables meses. Hizo acopio de coraje, levantó una mano y golpeó la puerta. Esperaba que se abriera y Jihoon fuera quien lo recibiera, pero tomó más de lo que esperaba y la persona que lo atendió no era su futuro exesposo.

―Hola.

La joven mujer de rostro agradable que había abierto la puerta le sonrió.

―Hola. ―Tras una pequeña pausa, añadió― Supongo que tú eres Mingyu.

Éste confirmó, asintiendo.

―Sí.

―Bueno, pasa ―dijo ella, haciéndose a un lado. Cuando Mingyu estuvo adentro, cerró la puerta detrás de sí―. Soy Luna, por cierto.

―Un placer conocerte. ―Le tendió una mano.

―¡Gracias! ―respondió con alegría, estrechándosela―. Jihoon debería bajar en cualquier momento. ―Luego, con una mirada más suavizada y triste, dijo. ―Te ha estado esperando.

Le dolió un poco a Mingyu oír las palabras, pero era la verdad y lo sabía. Había requerido un divorcio y estaba seguro de que Jihoon había recibido el aviso hacía dos semanas. Por supuesto que iba a estar esperándolo. En todo caso, estar ahí parado en el vestíbulo lo ponía algo nervioso por cómo iría Jihoon a reaccionar. Lo imaginó gritando y bramándole, derramando lágrimas con ojos sedientos de sangre.

Pero esa imagen no duró. Cuando levantó la vista hacia la escalera, mientras Jihoon hacía su entrada, Mingyu captó la sonrisa que solía hacer que su corazón se detuviera, y aún lo hacía. Se quedó de pie en el recibidor, con el corazón afligido y detenido por Jihoon. Se sacó de su estado y se aproximó lentamente.

―Hey.

Jihoon abrió los brazos, caminando hacia su esposo. Sin esperar siquiera a que Mingyu hiciera el primer movimiento, lo abrazó, y lo soltó tras un tiempo apropiado.

―Hola, gigante.

Los labios de Mingyu se apretaron. Ya no quería que lo llamaran «gigante». Le traía demasiados recuerdos que lo desviaban de su propósito.

―Ya no me digas así, Hoon.

Con la boca ligeramente abierta, Jihoon asintió, comprensivo.

―Lo siento ―dijo con una risa―. Olvidé que nos estamos divorciando. Claro. ―Palmeó a Mingyu en la espalda, giró sobre sus talones y encorvó un dedo. ―Vamos a la sala, ¿sí? Luna, ¿puedes ir a prepararle a Mingyu un té? Yo tomaré agua.

―¿Quieres limón, Hoon? ―preguntó ella.

―No. Agua sola.

―De acuerdo ―dijo Luna, chasqueando su lengua y yendo hacia la cocina.

Mingyu la observó irse, preguntándose sobre la relación que tendría con Jihoon. En su mente, las palabras de Jeonghan reverberaron. Tal vez Jihoon había encontrado a alguien tal como él encontró a Jeonghan. Ambos conocieron gente con la que les convenía estar.

Una vez sentados, Mingyu escrutó el semblante de Jihoon.

―Te ves un poco... cansado, Hoon. ¿Estás durmiendo bien?

Le tomó un momento, pero Jihoon asintió con una sonrisa.

―He estado trabajando un poco duro últimamente. Eso es todo.

―De acuerdo... ―Mingyu tomó aliento por un segundo antes de abrir su maletín. ―Como sabrás, he venido con cosas para que firmes.

―Por supuesto.

―No tomará mucho tiempo.

―Lo sé.

―Estoy tratando de hacer que esto sea lo menos doloroso posible para ti, Hoon.

Jihoon rió suavemente.

―Siempre habrá dolor.

Mingyu miró a Jihoon a los ojos.

―Lo siento...

―Estoy bien...

Incapaz de soportar la atmósfera tensa, Mingyu prosiguió. Tomó unos papeles y los deslizó por la mesa de café hacia Jihoon, que estaba sentado frente a él. Notó que se movía un poco despacio, pero supuso que simplemente tendría miedo de enfrentar la realidad que aquellos papeles traían.

Mientras Jihoon los levantaba y les echaba una mirada, Mingyu habló.

―Básicamente estás aceptando que ambos queremos esto. También significa que estás dispuesto a ir a las fechas de la corte y a las juntas donde discutiremos cómo dividiremos todo. Pero Hoon, la casa... la casa se quedará contigo, eso te lo prometo.

―¿Me lo prometes?

―Sí.

―Me prometiste cosas en el altar, también ―dijo Jihoon con un susurro bajo, como un fantasma―. Y aquí estamos. ―Sin querer que su esposo tuviera que pensar en ello, gesticuló con la mano y cambió de tema. ―¿A dónde tengo que firmar?

―Al final de la página ―dijo Mingyu. Llevó una mano a su bolsillo―. ¿Necesitas un bolígrafo?

―Sí.

Cuando sus dedos se rozaron entre sí al dárselo, notó la temperatura corporal de Jihoon.

―¿Tienes frío?

―No, estoy bien.

―Pero usualmente tus manos no están frías. Están tibias.

―Me alegra que lo recuerdes.

Un minuto pasó, y Mingyu observó a Jihoon sujetar el bolígrafo pero sin moverse.

diez mil ochenta • gyuhoon • Donde viven las historias. Descúbrelo ahora