8:EL CAMINO DEL AGUA Pt1

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*Este capítulo contiene violencia y sangre explícita, si son sensibles con esos temas recomiendo avanzar precaución

Hawnu caminaba tranquilamente por la playa, la arena entre sus dedos le calmaba mientras se dirigía al pueblo con la canasta llena de flores y hierbas medicinales.



Ronal estaba atendiendo a una na’vi qué se hirió fuera del arrecife, como la otra vez algo lo distrajo y no llevó ninguna de las plantas que desperdició le había mandado de último minuto.



No iba tan apurado porque realmente no era una herida tan grave, aún así sus pasos se mantuvieron firmes y constantes hasta que llegó a los caminos del pueblo.



En el momento que puso un pie en una de las plataformas supo de inmediato qué algo estaba mal.



Fue un escalofrío qué erizó su cola levantándola al sentir el inminente peligro cercano.



Sin miramientos tiro la canasta lejos y comenzó a correr entre el pueblo, buscó entre los marui, tras los manglares descubriendo qué no estaba equivocado.



No había nadie. El pueblo nunca se quedaba sin metckayinas, cada quien tenía sus labores diarios, solo… no había manera de que todos se hubieran ido.



¿Se fueron sin el?



Un pánico le consumió desde los pies hasta el estómago, sin pensarlo su mente errática lo llevo al marui justo en el centro del pueblo.



Aonung no se hubiera ido, seguro seguía ahí, esto debía ser alguna clase de broma.



Sus pies siguieron sin parar casi resbalándose del borde en varias ocasiones hasta que se estampó dentro del hogar qué compartía con los líderes del pueblo.



Y su estómago cayó cuando no vio a nadie ahí.



Lágrimas muy pesadas caían de su rostro angustiado, se habían ido sin el, ¿Por qué?



Su llanto y pensamiento es silenciado por la sensación de algo metálico justo en su cabeza, tras el alguien había aparecido ahora apuntándole.



El aire no salió, no se movió ni un centímetro ante la compresión de que aquello era un arma.



—Pero miren a quien me encontré—No tenía que ver a la persona tras el para saber que sonreía, su tono malicioso le dejo un sabor amargo en el esófago.



El conocía esa voz, ya la había escuchado antes, su mente trató de recordar, trató de pensar en alguna manera de salir de esa situación.



Pero la sensación helada del arma le impedía pensar con claridad, sus piernas temblaron y cedieron cuando el sujetó sus muñecas atándolas tras el casi desgarrando su musculo.



Lo encaminó fuera, con la cabeza baja trataba de no entrar en pánico, su mente corría a toda velocidad con una única pregunta.



¿Dónde estaban todos?



La respuesta le llego cuando lo arrojaron a la arena caliente, le obligaron a arrodillarse y levantar la mirada solo para observar lo que más temía.



El pueblo atado con armas apuntándoles a las sienes, los humanos y na’vi tras ellos al igual que las enormes embarcaciones y naves, ninguno tenía un rostro reconocible pero el trató de despejar su mirada notando sus manos con 5 dedos.



¿Avatares?



Su concentración se perdió cuando llevaron justo frente a él a Aonung y su familia.



Su cuerpo reaccionó queriendo levantarse, agitado se retorcía en sus ataduras, los ojos asustados de Tsireya le quemaron, el rostro errático de Aonung casi lo quiso hacer suplicar, demandar qué los dejaran ir.



Se detuvo por una descarga eléctrica qué atravesó su espalda dejándolo tirado ensuciando su rostro con la arena.



—¡Hawnu!— Escucho gritar, pero su mente confusa no distinguío de quien venía.



Se revolcó en la arena tratando de controlar la sensación paralizante de su cuerpo, levantó apenas la vista antes de que la persona tras el lo presionara de nuevo contra la arena con la pistola en su nuca.



—¡Habla! Si no quieres una bala atravesada en la garganta, me dirás donde está… —Su voz rasposa se sentía como lija, más cuando le dijo un nombre qué el no logró comprender, se escucho igual a alguien raspando piedras unas con otras.



—¡No se de quien hablas! ¡Déjalos ir! —Su voz salió amortiguada por su posición incluso sintiendo como la arena entraba en su boca.



Pasó unos segundos en silencio antes de soltar una risa carente de gracia, sonaba más a decepción.



—¿Crees que soy estúpido? ¡Se muy bien quien eres! ¿Creíste que escondiéndote aquí entre pescaditos lograrías salvarte?— Jaló su tswin hacía tras provocándole un fuerte dolor que le hizo sisear contra su voluntad—Te equivocaste y ahora tratas de hacerte el ignorante.



Hawnu no tenía idea de que hablaba, pero algo muy dentro de el sabía lo que quería, quería información que el ya no poseía.



Su mirada se dirigió a los rostros frente a él, recorrió a todo el pueblo viendo la desolación en su mirada, el terror qué se derramaba de sus ojos para caer sin más a la arena testigo de todo.



Su atención cayó en Aonung, trató de decir muchas cosas sin hablar, disculparse, quería prometer qué podía sacarlos de esta, el solo le regresó una mirada desesperada mientras los seres tras el aún tenían a su familia como rehenes.



Su trenza fue sujeta con más fuerza, su corazón se saltó varios latidos al sentir la risa de ese tipo tras el.



—Parece que te importa más su vida que la tuya— un susurro en su oído fue suficiente para hacer caer su estómago, antes de poder decir cualquier cosa vio como arrastraban a Aonung más cerca de el hasta hacerlo caer de cara en la arena.



Ronal qué se había mantenido inmutable hasta ese momento intentó levantarse, forcejeo tan fuerte que logró soltarse entre gruñidos y siseos agresivos.



Fue detenida con un fuerte golpe en su vientre provocado por uno de los imitadores cercanos, ella cayó al suelo en un fuerte quejido sujetando su vientre abultado queriendo protegerlo del siguiente golpe que le proporciono el mismo sujeto.



El pueblo empezó a gritar, un coro de gritos angustiados y furiosos, todos comenzaron a levantarse tratando de ir al rescate de la Tsahik ganándose solo así ser electrocutados.



El rugido más potente entre todos ellos era el de Tonowari, su pecho se hinchó sacando una nueva fuerza de el sacudiendo todas las ataduras qué tenía, podía ver como algunas de estas cedían ante aquello y hubiera logrado escapar si no estuviera tan débil por la prominente herida abierta de su abdomen.



De nuevo fue detenido, el silencio cayó cuando la Tsahik volvió a tener el arma en su cabeza, ella aun gruñía de manera entrecortada por los quejidos de dolor de su vientre, trataba de ocultar sus movimientos practicados para amenar el daño de los golpes.



—¡Malditos bastardos!—El grito de Aonung salió amortiguado, apenas pudo conseguir decir algo antes de ser golpeado en su costado sacándole el aire.



—Bien esto es lo que vamos a hacer—Dice la voz tras el en un tono gélido—Te daré hasta la cuenta de tres, si no me dices lo que quiero saber estos salvajes se morirán…



—¡No! ¡Espera! ¡No se que quieres!



—Tres



—¡Te juro que no lo se! ¡Por favor!



—Dos



—¡Por favor! ¡Ellos no hicieron nada!— Su garganta dolía por lo fuerte que estaba gritando, escucho el seguro del arma ser sacado.



Su mirada se quedo todo el tiempo en los ojos cían, mientras estos solo le regresaban la mirada resentido, lágrimas de pura frustración cayeron de el, la desesperanza palpable entre ellos.



—Uno



—¡Aonung!-



La detonación fue lo primero que se escuchó, vacía y hueca, para después solo ver la sangre derramarse sobre la arena pintándola de rojo profundo.



El rostro sin vida de Aonung en su dirección se marco para siempre en su memoria, la seguridad de que nunca olvidaría como ese azul se había vuelto opaco, ese brillo había desaparecido.



Se lo quitaron.



Sintió su rostro contraerse por el grito qué soltó sin poder escucharlo, su audición dejo de funcionar, su corazón dejo de latir, un dolor tan profundo como si le abrieran el tórax para arrancarle en carne viva su corazón latiente le sobrepasó.



Su grito hizo temblar la superficie, algo potente qué se había acumulado en su centro se desbocaba ahora en un fuerte estallido, vio a los monstruos frente a él tambalearse de manera muy real.



Sintió qué esas asquerosa manos ya lo soltaban en confusión.



Sus manos sueltas tocaron la arena, vio como ahora estaba la marea justo bajo de el.



Su piel vibró, en una cruda ira que nunca creyó ser posible, y esta vez rugió como una bestia salvaje.



Y el mar se alzó con el.

Lo que trae la marea -Aonunete-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora