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Daniel.

La semana en está cuidad pasa demasiado rápido, hace ayer era lunes y hoy ya es viernes.

Odio los fines de semana, no tengo mucho que hacer y lo que más hago es dormir o salir por unas copas con amigos que viven cerca de aquí.

Los Smith somos la nueva familia que se han mudado por... porque sí. Me gustaba mi antigua vida, no era tan aburrida como la de ahora pero trato de ser lo mejor posible para no hacer sentir mal a Danna.
Mi hermana menor es y siempre será mi prioridad más amada, adoro a esa chica de aquí al más allá. Somos hermanos, mejores amigos, confidentes, etc.
Ella tiene un problema clínico que trata de la imperactividad humana y gracias a eso es así de loca.
Cuando estabamos pequeños siempre tenía problemas de desmayo ya que su cuerpo se agotaba mucho gracias a sus actividades sin parar, con el tiempo se fue adactando y ahora no es tan imperactiva como antes.

Son las seis de la tarde y vengo llegando a casa. El portón negro se abre frente a mí para permitirme el acceso a entrar.

Tengo veinte años de edad, una carrera universitaria que aún no termino, dos padres geniales, una hermana sensacional y un conejo de mascota. Soltero cien por ciento, corredor de fórmula 1, deportista solo para matener mi cuerpo y nada en peculiar. Soy el chico más simple que pueden conocer.

Al bajar de mi auto veo una silueta moverse en el estacionamiento de mi casa, y cuando trato de enfocar más...

-¡Daniel!.- Danna se me lanza encima.- ¿Dónde estabas? Te extrañé.

-Anda recorriendo la cuidad un rato.- me encogí de hombros.- ¿Tú que estabas haciendo?.

Volteó los ojos.

-¿Tu qué crees? Esperandote.

Me gustaba como vestía mi hermana, siempre andaba destellando con vestidos floreados y en tonalidades exageradas pero ese era su estilo.

-Me gusta ese vestido.- le comenté detallandolo.

-Gracias.- sonrió.- Me lo regaló papá.

-Guao.- sonreí con ella.- ¿Motivo?.

Bufó.

-No hay ningún motivo para que papá me regale cosas, solo es que soy su princesa y me lo recuerda.

Puse los ojos en blanco por su tonto comentario.

-Dani.- comenzó en voz baja.- ¿Nos puedes llevar hoy a una fiesta en casa de Naya?

-Naya, ¿está aquí?.- no podía creer que esa chica se mudara también a esta ciudad.

-Si.- susurró y levantó la cara para mirarme.- Pero no le digas a mamá.

Suspiré.

-Está bien, pero, ¿Con quién vas?

-Con Alyx.- y fue entonces cuando mi sangre dejó de funcionar.

Había estado evitando pensar tanto en ella, esa chica tiene ese magnetismo que parece tormenta y paz al mismo tiempo. Siempre creaba cuentas falsas para poder seguirla en redes sociales.

Su belleza siempre me hacía durar horas y horas admirando cualquier foto que posteaba o cualquier video que subía para presumir sus buenos gustos.

Su padre ha sido amigo de mis padre desde que tengo memoria, y nunca pude conocerla en persona hasta que me mudé aquí y ahora soy su vecino.

Hubo un tiempo donde ella se retiró de sus redes y luego volvió con ese aura lleno de misterio y secretos, era una persona diferente. Todo su poste estaba repleto de cosas raras, colores oscuros y opacos. Era distinta su forma de vestir y de dirigirse hacia otras personas.

Ya No DueleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora