No, mamá.
De nuevo no.
No con otra cosa que quema. Te he demostrado que con cada grito me lastima. Me duele.
La veo decidida, aproximándose hacia mí, observándome con desprecio. No la reconozco. No es la misma mujer que cuando sale del sótano es amable y compadeciente con los demás, incluso conmigo. No, es otro rostro, otra expresión que dice que me hará daño.
Cuando creo que va a volver a quemarme, se quita el cinturón del pantalón y me mira sin expresar palabra. El cuarto se llena de un silencio pesado, solo roto por el temblor en mi voz y el latido acelerado de mi corazón. En sus ojos veo una mezcla de tristeza y arrepentimiento, como si estuviera luchando contra un monstruo dentro de ella. Pero el daño ya está hecho.
—Te dije que no lo hicieras, que te comportaras y aún así, ¡me desobedeces, Alia! —sus últimas palabras vienen acompañadas de un azote que pretende ir a mi rostro, pero logro cubrirlo con mi brazo mientras lloro y suplico que se detenga.
—¡Basta! —grito—¡Mamá, detente! ¡Me duele, mamá!
—¡¡¡Y no es de extrañar, pues el mismo Satanás se disfraza de ángel de luz!!! —grita, eufórica, su voz me atemoriza más. Otra vez esa frase de la biblia—¡¡¡Sed sobrios y velad, porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente anda alrededor buscando a quien devorar!!!
El dolor de los azotes era terrible, como si mil agujas calientes me picaran la piel. Cada vez que el látigo golpeaba, sentía que mi cuerpo se doblaba de dolor y mis lágrimas brotaban como cascadas. Mis piernas se movían y mi voz soltaba gritos mientras mi mamá seguía azotándome.
Sus palabras, gritadas junto con los golpes, me llenaban de miedo. Me parecía que el castigo nunca terminaría, y solo quería que todo se detuviera. Mi piel ardía y se ponía roja con cada látigo, y no entendía por qué mamá estaba tan enojada.
Todo me daba miedo, y solo quería que se detuviera el dolor y que mamá volviera a ser la mamá cariñosa que solía ser. Pero en ese momento, solo podía llorar y esperar a que la pesadilla llegara a su fin.
Se detiene.
Estaba echa un bollito contra la pared, estaba todo a oscuras y olía a polvo. Temblaba en contra de mi voluntad. No queria ni siquiera verla a la cara por miedo a que volviera hacerlo.
Noto que se agacha para estar a mi altura y empieza a acariciarme el cabello dorado.
—Si vuelves a hacer flotar cualquier objeto de la sala voy a prenderte fuego el cuerpo, Alia y las niñas de nueve años no deben tener el cuerpo quemado—susurró, con voz temblorosa—. Ahora vayamos a la cocina a que comas un delicioso helado de vainilla.
***
Mis párpados se abren lentamente, la vista aún nublada por la confusión. Un dolor punzante martillea mi cabeza, como si un golpe brutal me hubiera sacudido. La angustia me envuelve, y mi mente lucha por comprender lo que ha sucedido. Algo aprieta mi cuello, un collarín ortopédico, seguro, que inmoviliza mi cabeza.
La confusión se adueña de mí, y siento una opresión en el pecho. ¿Dónde estoy? ¿Qué ha pasado? Mi memoria parece fragmentada, como si tratara de reconstruir un rompecabezas roto. Los segundos se estiran en una eternidad incierta.
De repente, el ruido de la puerta que se abre irrumpe en la habitación, y un pequeño chillido de alegría, aunque distorsionado por la nebulosa en mi mente, me resulta familiar. El sonido rebota por toda la habitación de lo que parece un puto hospital.

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FantasyAlia Mcgregor fue expulsada de la escuela que está localizada en Oregon, Estados Unidos. ¿Motivos? Problemas de conducta y por intentar llevar a cabo un asesinato contra una alumna del establecimiento. Sus padres decidieron mandarla a vivir,por un...