Capítulo Dos

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Juan estaba sentado en el jardín de atrás, jugando con algunas plantitas que Spreen se encargaba de cuidar y mimar de vez en cuando ya que florecían muy difícilmente en ambientes así de cálidos. Vestía un suéter que lucía muy suavecito, como una nube, y unos pantalones marrones que le llegaban sólo un poco más abajo de las rodillas, descalzo y despeinado bajo la luz del sol.

Spreen, en cambio, lo observaba desde la ventana de la cocina, apoyando sus antebrazos en el marco de madera para así recostar su cabeza y poder apreciar a Juan como siempre lo hacía. Se preguntaba si algún día podría sentir la suavidad del suéter blanco al abrazar a Juan, o tal vez respirar el aroma a margaritas que recuerda de sus cabellos...Ha pasado tanto tiempo.

Suspiró.

-A veces eres espeluznante.

Spreen ni si quiera se molestó en responderle algo a Robleis, quien había entrado al lugar después de traer algunas frutas (sobre todo fresas, ya que estaban en la mejor temporada de cultivo). Concentrado en Juan y en su simple existencia, Spreen adoraba adorarlo aunque su amigo crea que es espeluznante.

-¿No vas a decirle?

-¿Decirle el qué?- respondió con otra pregunta perezosamente, sonriendo cuando Juan se asustó de una mariposa que pasó demasiado cerca, para después agitar su mano y murmurarle algo que Spreen pudo interpretar como "hola".

-Oh, no sé, ¿que lo quieres?

Spreen entonces lo observó con todo el horror del mundo plasmado en sus ojos, como si lo que acabara de sugerir Robleis fuese lo más estúpido que alguna vez dijo.

-¿Q-Que lo quiero?

-Sabes a lo que me refiero.

-¡Por supuesto que lo sé! Sólo que.. es decir..- Spreen empezó a mover sus manos exageradamente (un hábito que adquirió de Juan hace años) -No puedo creer que en serio me estés pidiendo que... Ugh, no. Simplemente no.

-No entiendo por qué crees que estaría mal- Fue el turno de Robleis de lucir frustrado, agarrando unas cuantas fresas para empezar a lavarlas con un poco de agua -Estoy seguro de que el podría corresponderte.

Spreen rodó los ojos, volviendo a la posición de antes, admirando a Juan e ignorando a Robleis.

-Él no está listo...

-Eso tú no lo sabes.

-No quiero presionarlo.

-Si fueras sincero con él..

-Rob- Spreen lo interrumpió con un tono suplicante -por favor.

El menor simplemente exhaló, alzando las manos en un gesto de rendición. ¿Y Spreen? Él volvió a sonreír cuando Juan se recostó en el césped, extendiendo sus manos hacia el cielo para señalar las nubes.

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-¿Cómo te sientes hoy?

-¿Siete?

Spreen dejó de recolectar algunas bayas entre los arbustos, ahora dirigiendo toda su atención a Juan, quien estaba tendido en el césped (como casi siempre), mirando el manto oscuro de la cálida noche. La suave brisa como siempre acariciaba sus lacios cabellos, y la luz de la luna relumbraba preciosamente como un reflejo en sus ojos. Spreen creía que la naturaleza amaba a Juan casi tanto como él.

-Oh- fue lo que dijo, dejando la cesta en el pasto y reprimiendo una sonrisa. Se recostó al lado de Juan, manteniendo una distancia prudente -¿Algo que quieras decirme?

Juan pareció pensarlo, o tal vez sólo recordaba como articular alguna palabra.

-No realmente.

-Está bien...

Spreen miró entonces las bonitas estrellas tintineando en el cielo, luciendo irreales e inalcanzables. Se preguntó si entregarle una a Juan lo haría feliz, y deseó con todas sus fuerzas que alguna caiga del cielo, directamente a sus manos, para poder regalársela al castaño y acomodarla en sus cabellos como si fuese una de las tantas flores que recogen casi a diario. Spreen pensó que Juan se vería muy bonito con una corona de estrellas en la cabeza.

Se escuchó el suspiro de Juan y algo crujir a su lado. Giró un poco su rostro para encontrar al menor alzando sus manos al frente, moviendo sus dedos. Juan se había vuelto alguien observador, algo contradictorio si Spreen menciona que el chico es tan descuidado. Pero al menor le gustaba admirar su entorno, no a las personas, él quería ver qué era lo que le rodeaba y perderse en la belleza que aprendió a encontrar en cada una de las partes de la naturaleza, distrayéndose en el proceso.

-Es bonito- Juan respiró, una pequeña sonrisa subiendo en la comisura de sus labios antes de cambiar de tema -Hoy estuvo bien, me gustó la tarta que hiciste.

-¿Realmente?- Spreen pareció sorprendido, apoyándose en sus antebrazos para poder ver al contrario. Juan asintió -Entonces haré muchas más, ¿qué te parece?

Juan exhaló una risa, continuando con sus ojos chocolate fijos en sus propias manos, parpadeando lentamente.

Y permanecieron en silencio. Spreen volvió a recostarse, divertido por Juan fingiendo atrapar constelaciones con sus dedos. El viento aumentó, la luna llena alcanzó el punto más alto de la noche y la penumbra giró detrás suyo, ahora cubriendo la mitad del bosque. Spreen se quitó los delgados guantes color marrón y se los entregó a Juan quien los aceptó en silencio.

-Creo que deberías volver a casa, podrías resfriarte- le sugirió al menor -Estaré aquí un rato más.

Juan sólo asintió con la cabeza, sentándose para estirar su cuerpo brevemente, y después poniéndose en pie para volver por el camino de siempre.

Y Spreen lo vió alejarse, sintiendo una preocupación extraña golpeando su corazón con cada paso que daba Juan a través del pastizal. más lejos, y más lejos. Parpadeó, deseando no haberle pedido que se vaya, necesitándolo a su lado un poco más para dejar de sentir el vacío ensordecedor que se acomodaba en su mente para murmurar desagradablemente en sus oídos.

Sí, Spreen sabía que Juan no lo quería...o al menos no de la forma en la que él lo hacía.

Observarlo irse fue lo primero, y lo segundo llegó cuando se repitió a sí mismo que Juan realmente no lo quería. Y era algo normal, es decir, Juan pasó por algo difícil hace tiempo, tan duro que dejó de ser el mismo. Spreen sólo podía amar a Juan sin esperar ser correspondido, sólo podía cuidarlo y protegerlo del mundo entero. Un mundo cruel.

Antes de que pudiera detener por su cuenta esa nube oscura de pensamientos, empezó a toser.

Uno, dos, tres, cuatro, cinco...

No hubo dolor, no se quedó sin aire, sólo fueron cinco pétalos girando con la brisa después de salir de su boca. Spreen ni siquiera tuvo tiempo de sorprenderse antes de entrar en pánico nuevamente.

-Sólo ignóralo- susurró para sí mismo, levantándose y empezando a correr tras los pétalos que avanzaban con el viento de la noche. Estaba perdiendo la cabeza -Ignóralo.

Tomó uno entre sus dedos, tropezando un par de veces antes de sostener tres más, con respiraciones irregulares y jadeos en busca de oxígeno para sus pulmones. El último cayó al pie de una cabaña que jamás había visto antes.

Cuando regresó a casa, después de casi una hora, todos charlaban sobre su día. Ninguno le preguntó a Spreen por los pétalos rosados asomándose en el bolsillo izquierdo de sus pantalones.

hanahaki ★ spruanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora