Capítulo Cuatro

221 28 29
                                    

Spreen nadaba en el lago (o al menos lo intentaba) mientras Juan estaba sentado en la orilla, sus dedos jugando con el césped y las pequeñas flores silvestres que se asomaban a través de él.

-¿Cómo te sientes hoy?- preguntó, dejando su cuerpo flotar en el tranquilo manto celeste.

Juan tardó unos segundos en responder, sonriéndole.

-Nueve, ¿qué te parece?

Spreen dejó escapar unas cuantas risas bajitas, mirando de reojo al menor levantarse para sacudir los restos de pasto y tierra que habían en sus ropas blancas.

En los últimos días, Juan estuvo actuando más...Juan.

No era el mismo de antes, pero Spreen podía apreciar perfectamente el renacimiento de ciertos atisbos del Juan que alguna vez fue. Travieso, risueño. Feliz. Y Spreen amaba verlo así, genuinamente feliz. Sus cabellos estaban un poco más largos ahora, casi llegando a sus hombros en un corte desordenado, también cubrían un poco de su mirada achocolatada.

Otro detalle, Juan ahora se acercaba a él, voluntariamente. Se tomaban de la mano mientras caminaban por el bosque en busca de algunas ardillas que Juan adoraba apreciar, sus rodillas se tocaban cuando se sentaban uno al lado del otro en el jardín para ver las plantitas de Spreen crecer, y sus meñiques se entrelazaban cuando estaban recostados mirando las nubes avanzando pacientemente en el cielo infinito. ¿Lo mejor? Es que todo eso siempre lo iniciaba Juan.

-Tal vez ese nueve podría ser un diez si vinieras aquí conmigo- sugirió Spreen, esperando una respuesta negativa que sería lo usual.

Pero no escuchó un "no", de hecho, Juan no dijo absolutamente nada. El menor se quitó la holgada camisa primero, con lentitud y sonriendo ante la mirada aturdida del azabache, y después se despojó de casi todo antes de lanzarse al lago. Spreen ni siquiera tuvo tiempo de reaccionar cuando Juan empezó a chapotear y a tirarle agua al rostro.

-¿Q-Qué?- preguntó sin aliento e intentando mantenerse estable con torpeza, ganándose la preciosa risa de Juan a cambio.

El castaño se acercó, rodeando el cuello de Spreen con sus brazos.

La cercanía de Juan quemaba en su piel desnuda, ardiendo agradablemente y generando en su corazón un ritmo anormal. La cabeza de Spreen daba vueltas, y la voz de su mente seguía cuestionando si eso era o no real.

-Quiero sentirme bien, Spreen- susurró Juan en su oído, antes de apretar más sus brazos para atraerlo a un abrazo.

Y Spreen correspondió sin dudar, rodeando la delgada cintura de Juan con sus propios brazos, sintiendo la cálida mejilla contra la suya, sus cuerpos calientes a pesar del frío que deberían estar sintiendo en ese momento.
Atesoró la sonrisa de Juan, su aroma entrañable a margaritas que tanto había extrañado, el calor de su cuerpo acunándolo, la respiración tranquila y los dedos haciendo presión entre las hebras de su cabello. Juan suspiró, y Spreen lo hizo también. Todo eso arremolinándose en una preciosa armonía que Spreen se prometió cuidar con amor y dolor.

Spreen no sabé cuánto tiempo permanecieron de esa forma, dejó de llevar la cuenta cuando Juan se separó para tomarlo de las manos en una agradable distracción y luego empujarlo. Ambos reían, sin importar si algo era realmente gracioso. Sólo estaban ellos dos en su propio universo, dando vueltas en la misma burbuja de ilusión, reforzando el vínculo de almas gemelas que estaban o no destinadas a amarse de la misma forma hasta que el sol se escondió tras los frondosos árboles y la luna brilló petulante y hermosamente.

ꪆ୧

Cuando fue momento de regresar, los dos no dejaban de reír a pesar de los temblores a causa de la ventisca nocturna contra ellos.

Spreen volvió a pensar que Juan era una plantita, una que empezaba a florecer con una belleza inigualable. Cada pétalo naciendo con dificultad, suave como el terciopelo y rojo como la sangre.

Sin darse cuenta de sus acciones, llevó su mano a los cabellos desordenados, acariciándolos con palmaditas melosas que consiguieron aquella sonrisa brillante que pareció iluminar todo su camino de regreso. Juan lo empujó juguetonamente, afianzando el agarre entre sus manos y parpadeándole con cariño, como si el movimiento de sus pestañas fuese el aleteo de una mariposa y el brillo de sus ojos la luz que le guiaba al mismo paraíso.

Spreen lo amaba, con todo el corazón y con todo el alma.

No le importaba si dolía, seguiría amándolo para siempre. Aún si su corazón dejaba de latir en algún momento o si su alma se iba junto al viento de la noche.

-Lo estás haciendo de nuevo.

-¿Uh?

-Eso de perderte un poco- murmuró Juan mirando al frente. -Te he visto, varias veces.

Spreen se encogió de hombros, volviendo a mirar al frente.

-No es nada- mintió, dándole un débil apretón a sus dedos en señal de que estaba bien.

-¿Realmente?- Juan respiró, dirigiéndole una mirada un poco preocupada con un ceño ligeramente fruncido, -¿eso es todo?

Juan no debía saber.

-Eso es todo.

Pero Juan no lucía convencido.

-Si tú lo dices...

Spreen volvió a la sonrisa tranquilizadora de siempre, dándose la libertad de darle una vuelta a Juan alzando sus manos unidas.

-¿Por qué no luces convencido?- preguntó cuando el ambiente dejó el aura de la que Spreen planeaba seguir huyendo.

-Siempre has sido malo mintiendo- Juan observaba sus manos en el cielo mientras seguía dando vueltas -Hey, esto es divertido.

Juan empezó a reír y Spreen sintió algo estrujarse en su pecho. Spreen cuidaba el camino por que el Juan giraba, sonriendo cuando el menor le pidió que se detuviera o de lo contrario podría vomitar.

Tomaron un descanso, más por el hecho de que querían pasar más tiempo juntos que porque lo necesitaran, poco antes de llegar al lugar que compartían con los demás.

-Juan..

El menor jugueteaba con unas flores y hojas secas, sonriendo al escucharlas crujir agradablemente entre sus dedos. Juan es bonito, tan resplandeciente que tal vez Spreen podría quedar ciego después de anhelarlo demasiado tiempo...Aunque, para Spreen, ese podría ser un precio justo que estaba más que dispuesto a pagar si con ello puede observar a Juan por más tiempo.

-¿Sí?

"Te amo"

Su corazón volvió a doler, su respiración se cortó un segundo y la primera gota de sangre resbaló por su labio inferior.

Spreen cubrió su boca con el dorso de su mano izquierda, agradeciendo que Juan estuviese un poco perdido en aquel entonces. Se levantó rápidamente y tragó saliva con lo que pareció ser sangre también.

¿Él estaba...?

-Volvamos a casa- ignorando la aflicción que no se detenía, extendió su diestra hacia el menor y sonrió cuando pronto Juan estuvo de vuelta, eligiendo continuar hablando con más fluidez y balanceando sus manos y dedos entrelazados.

Juan volvía a vivir cuando Spreen empezaba a morir.

hanahaki ★ spruanWhere stories live. Discover now