☆Castigo☆

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—Sea amable y aclárame una cosa, Coronel. ¿De qué le sirve fingir ser una víctima cuando todos sabemos que usted ha sido la ficha clave de todas las atrocidades que hizo el maldito de Hitler? —Aldo se encontraba parado en el umbral de la puerta del castaño. Su estado era fúrico, ya que la actitud del Alemán era indiferente siempre que Aldo trataba de tocar el tema de la guerra.

—¿Es usted capaz de entender que yo hice lo que mis superiores al mando me ordenaban? —preguntó Landa con tranquilidad —Además, le recuerdo que usted ha sido un completo demente al hacerme lo que me hizo; debería estar fusilado, pero lamentablemente los americanos no pueden hacer nada bien por lo visto.

—¡Hey! No vuelva a decir algo así del país que lo acogió cuando, en realidad, yo mismo debí asesinarlo con mis propias manos.

—No lo hizo, usted no me asesino en aquel bosque, ¿por qué?

—Porque matarlo era muy humano. Algún día la historia entera sabrá que usted era un monstruo y ni la muerte podrá hacer que la vergüenza se quite de su patético rostro.

La tensión entre los dos ex-militares era alta. Hans Landa, el temor de todos los judíos, se encontraba entre la espada y la pared; había logrado librarse de cualquier clase de juicio y tuvo la suerte de no ser colgado frente a miles de ciudadanos enojados, mas para su desdicha tuvo la mala suerte de caer en manos de Aldo: "El Apache", quien estaría dispuesto a recordarle día con día la razón por la que sigue viviendo.

—Si sigue viniendo tendré que llamar a la policía —sentenció con falsa autoridad.

—¡Claro que sí! —Aldo tiró el teléfono hasta las manos del Alemán, haciendo que este lograra alcanzarlo por pura suerte —Tenga, la policía vendrá corriendo cuando sepan que un pobre nazi está sufriendo —la risa del estadounidense hacía que el rostro del hombre se tiñera de rojo; ojalá fuera más alto y fuerte que él para poder arrancarle la lengua.

—Le diré algo, Aldo. Yo siempre supe que usted era excepcional, sin embargo, de haber sabido que me haría esto hubiera considerado dejar con vida a Bridget von Hammersmark y lo hubiera asesinado a usted. A fin de cuentas ella era una mujer hermosa y con clase, usted es un tipo indeseable adicto a masticar tabaco.

—Masticar tabaco es muy tranquilizante cuando solo quieres tomar el cuello del cierto individuo y romperlo —Aldo se acercó lentamente hacia su enemigo y lo fue acorralando contra el comedor de mármol del ahora hogar del europeo —Al menos ahora tenemos una mejor comunicación.

—¡¿Qué hace?!

—Fuiste parte de las atrocidades más grandes de la historia, Hans, ¿crees qué voy a dejar que te salgas con la tuya? Si no pagaste con los idiotas vendidos de mis superiores entonces vas a pagar cuenta por cuenta conmigo.

El tuteo y ese tono de voz tan desafiante que antes le desagradaba ahora hizo que sus piernas se debilitaran, logrando que su rostro se vuelva color carmesí en cuestión de segundos.

—¿Acaso eres tú un maricon? Eso es lo último que faltaba, nazi y maricon. ¿Qué diría el Führer de ello?

—El maldito Führer se encuentra bajo tierra y yo estoy vivo, esa es la diferencia, Aldo —masculló en un susurro de orgullo.

—Ya veo. Entonces venga y demuestra porque sobreviviste, maldita rata.

Estás palabras dejaron atónito a Landa, nadie nunca le había dicho así y oír eso de alguien tan imponente como él solo hacía que un calor lujurioso entrará en su cuerpo.

Ambos hombres, dejándose llevar por el momento fueron hacía la sala de estar. Llegados ahí Aldo tomó asiento de manera brusca e hizo que el alemán se ponga de rodillas contra su propio piso.

—¿Le parece excitante tener que humillarme así? —preguntó el sumiso coronel.

—Es como ir al cine pero sin pagar por la entrada —afirmó, y como una respuesta más clara, bajó el cierre de sus pantalones e hizo a un lado su calzoncillo dejando expuesta su virilidad a merced de Hans Landa —Hágalo y prometo no volver a pasar por aquí a atormentarlo

Landa sabía que eso no era cierto, era suficientemente astuto como para saber que estar en algo así de íntimo con su enemigo haría que eso fuera el comienzo a algo que luego no podría controlar, pero no había sentido el calor de un cuerpo masculino desde hacía años y si tenía suerte, todo quedaría en secreto.

Llevando sus manos hacía la hombría sabía que ya no habría vuelta atrás, mas todos esos pensamientos se desvanecieron cuando vio que el miembro se empezaba a levantar cada vez más y más, era surrealista pensar que se puso duro tan rápido, quizá ambos estaban necesitados.

—M-más rápido —ordenó sin pena alguna.

—¿Le parece bien si le hago una felación con la boca? —Hizo la pregunta en un tono elegante y sofisticado a pesar de haberse puesto caliente también.

—¿Una mamada? Solo no lo muerdas o sino te corto el maldito cuello —claro, él era todo lo contrario al alemán.

Landa de forma cínica tomó el miembro erecto se lo metió a la boca sin pena alguna, los movimientos que hacia eran tan lujuriosos y llenos de deseo que hacían que aquel pedazo de carne empiece a tirar líquido preseminal el cual se mezclaba con saliva lo que hacía que la boca del susodicho sea un desastre total.

—Mmm, gracias a Dios no te fusilaron —lanzó Aldo empujando la cabeza del hombre aún más profundo haciendo que su boca acaparara todo su miembro y fluidos.

Teniendo sexo oral de una manera tan brusca no era raro que el desdichado de Landa tuviera arcadas por reacción involuntaria, haciendo que su mayor venganza sea lo que el americano le había advertido no hacer, morder. Con los ojos llorosos y un gesto rencoroso, Landa miro fijamente a Aldo y entre ese cruce de miradas él empezó a morder.

—¡Ah! —el americano soltó un quejido de dolor y a su vez una bofetada que aturdió a Landa —¡Te dije que no hicieras eso!

—Para que lo sepa, yo no soy ninguna ramera a la que le puede hacer eso, usted es un animal —respondió ofendido.

—¿Pues sabes algo?

—¿Qué?

—Lo chupas como una y eso provoca que me ponga así —Aldo bajó al mismo nivel que Landa haciendo que ambos se encontraran en el piso —Y tal parece que no soy el único que lo ha disfrutado.

—Me acaba de dar una bofetada que seguramente me dejará un moretón horrible, ¿cree qué eso es disfrutar?

—Y agradece que aún tienes cuello —hizo recuerdo de lo que había dicho anteriormente —Además, no digas que no cuando tu pantalón dice lo contrario.

Eso era cierto, Landa había disfrutado profundamente ese "sexo casual" pero no podía admitirlo, no frente a ese tipo tan desagradable.

—Es un demente total, ¡me siento degradado!

—Pues que bien, ese era el objetivo y si ya no quieres verme, entonces abandona toda esa ideología que le ha podrido la mente a alguien tan bello.

—¿De qué habla? —preguntó confundido ante aquella declaración.

—Para ser franco, eres el único nazi al que no he disfrutado marcar con la esvástica. Creo... que he arruinado algo hermoso.

Landa se había quedado sin palabras, oír eso salir de la boca de ese sujeto y aún peor, que se refiera a él como "hermoso" y "bello" era demasiado fuera de tono.

—Solo salga de mi casa...

—¿Nos volveremos a ver?

—Usted ha dicho que eso depende de si mi ideología cambia y no creo estar disponible para esos asuntos.

—Espero que tengas una copa de vino para mí el viernes, maldito nazi.

Eso dejaba en claro que no sería un adiós...

☆One Shots:Inglorious Bastards Kde žijí příběhy. Začni objevovat