Capítulo 11: Entre el cielo y la tierra

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El reloj marcaba las cinco de la tarde cuando llegaron a Mendoza. No se dirigieron hacia el centro de la ciudad, ya que el hospedaje en donde pernoctarían se encontraba en la zona oriental de esta, en un sector residencial acomodado a un costado del parque José de San Martín, una de las principales atracciones turísticas de la zona.

Detuvieron su marcha frente a un portón de metal negro en una cuadra llena de casas estilo colonial adosadas entre sí. Los murales estaban limpios y los rayos de luz del sol caían entre medio de las hojas que adornaban los árboles plantados en la vereda. Julieta Marchese bajó de la camioneta y abrió el portón de metal mientras los chilenos, caracterizados como los invitados de Sarmiento, hacían lo mismo con sus respectivos equipajes.

—Acá es donde van a pasar la noche, chicos.

La residencia era pequeña pero acogedora. Constaba de dos piezas, un baño y una sala de estar, en donde una televisión descansaba sobre un mueble lleno de juegos de mesa. Una hermosa mesa de madera adornaba el centro de aquella habitación, y sobre ella se encontraban varios documentos sellados con maná. Yovanka fue a revisarlos, al mismo tiempo que Néstor recibía las indicaciones de Julieta sobre los lugares de interés y los comercios de la zona.

—... y, por último, hay una panadería a unas cuadras doblando a la derecha en la esquina. ¿Alguna duda? Cualquier cosa pueden preguntarme.

—¿Hay algún compromiso al que tengamos que ir hoy? —Yovanka preguntó mientras hojeaba los documentos.

Julieta pensó por un momento, salió de la residencia y sacó algo de la camioneta. Al volver le entregó una libreta negra.

—Esta es la agenda de Passarella, las actividades comienzan desde mañana. Pero es probable que los vayan a llamar hoy para una reunión que tendrán los partidarios de Sarmiento. Yo también tendré que asistir como su guardaespaldas.

—Entendido. Cualquier cosa te la haremos saber. Una última cosa, ¿cómo nos pondremos en contacto?

—Dentro de los documentos hay dos celulares de color negro, ahí está guardado mi número. Les estoy avisando cualquier cosa.

Luego de que la agente argentina se fuera, Yovanka por fin pudo relajarse un poco en una de las sillas que rodeaban la mesa.

—¿A qué chucha me vine a meter, hueón? —La bruja suspiró, dejando caer sus brazos—. Quién iba a pensar que estaba tan la cagá' en el Gremio.

—La información, esa que nos van a entregar si cumplimos con la misión, debe ser más importante que la cresta.

—Demasiado. Que clase de información será... —Se sobresaltó—. Oye, cierto, ¡te voy a preparar el elixir! Se me había olvidado.

Hueón, verdad, a mí también. No es como que nos falte tiempo.

—Estamos justos. Ponte a estudiar la información de los aliados de Sarmiento mejor.

—Pucha, yo quería recorrer el parque.

Néstor se sentó a leer los documentos de la Cofradía mientras su compañera comenzaba los preparativos para fabricar un elixir de la verdad. Hacer estos brebajes era complicado por lo difícil que era encontrar y preservar sus ingredientes, y solo personas como Elsa Illich eran capaces de hacerlo sin necesidad de usar material alguno. No obstante, le había enseñado una receta simplificada a su nieta que aprovechaba sus talentos innatos.

Para doblegar a la persona que ingería el brebaje se requería afectar tanto su mente como su cuerpo y espíritu, por lo cual se debían preparar tres sellos. El primero se hacía mezclando cinco hierbas de diferentes tipos con un poco de tierra especial —que la bruja siempre llevaba con ella— y un líquido para infusión, todo en una olla o recipiente que soportase el calor y la presión generada por la cocción. Después de realizar la mezcla y ponerla a calentar a fuego lento, se preparaba el segundo sello con sangre de bruja. Para esto, Yovanka vertió unas cuantas gotas de su propia sangre dentro de la mezcla, y otras gotas las arrojó hacia el fuego que cocinaba la infusión, aumentando la intensidad de las llamas. Finalmente cerró la olla y le aplicó el tercer sello, canalizando maná sobre el aparato y su contenido, y la dejó estar sobre el fuego, ya que el brebaje debía prepararse por más de 12 horas.

Eterna, el universo elemental. Primer volumen.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora