OCHO.

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ARIADNA.

Me desperté y gruñí al sentir los rayos del sol en la cara. Alguien había levantado la persiana.
Dormí muy bien, algo que no me creía.

Me senté pasándome las manos por la cara.
Él caminó hacia mí y me besó la frente.

—Buenos días,princesa.

Lentamente se apartó. Suspiré con fuerza.

No pude evitarlo y me fijé en su vestimenta.

Llevaba puesto unas zapatillas negras con algo de granate, unos pantalones negros, una camiseta sin mangas y una gorra negra hacia atrás.
Tenía los brazos tatuados y por lo poco que pude ver; el torso también.
Nunca me habían atraído mucho los chicos con tatuajes ni vestidos de negro, pero él se veía genial.

—Hablas en sueños, Dafneé.—Dijo, mirándome con una sonrisa.

Sabía mi segundo nombre, como no.

Sentí que mis mejillas se volvían de un color rojo carmín. A saber que había dicho en sueños.

No fastidies.

—L-Lo s-siento.—Balbuceé.

Él negó con la cabeza mientras sonreía.
Abrió la boca para hablar, una vez más.

—Tus cosas están abajo, ¿quieres que te las traiga?.—Me preguntó con una pequeña sonrisa.

Empecé a levantarme de la cama pero él me empujó de nuevo hacia atrás, agarrándome por los hombros.

—No bebé, eres mi princesa. Lo haré yo, quédate aquí.—Hizo una pausa, frunciendo los labios.

Fruncí las cejas, confundida.

—En realidad ahora no puedo, tengo una reunión. Te las subirá alguien, prepárate.—Me informó, dejando un beso en mi frente antes de salir de la habitación.

Genial, ¿ahora me trataba como un jodido bebé?

Ni siquiera sabía su nombre pero él lo sabía todo sobre mí. Tenía que salir de aquí, de una manera u otra.

STEPHEN.

—Sí, en una hora.—Dije, mientras veía a Ariadna bajar las escaleras.

Agarré su brazo y ella me miro confusa.

—Ya te llamaré,Watson.—Colgué.

Me lamí los labios mientras miraba a Ariadna, que se veía magnífica.

Joder.

—No puedes ir así, no delante de toda mi banda.

Mi lado sobreprotector salió. Ella me miró confusa metiéndo las manos en los bolsillos de su pantalón largo lila.

Se veía espectacular.

—¿No? ¿Por qué?—Preguntó ingenuamente.—¿Voy mal?

No, no.

—No, te ves perfecta pero, debido bebé, a que te ves como una diosa del sexo jodidamente irresistible y el que va a estar encima tuyo voy a ser yo, no mi banda.—Le dije.

Ella me miró seria. Sabía que la ira hervía en su interior y que tenía ganas de golpearme. Tal vez debería decirle que había un saco de boxeo en el gimnasio antes de que pensara que el saco era yo.

Rodó los ojos, mirándome seria y se dio la vuelta entrando a la cocina.

—¿Confías en mí?—Dijo buscando en el armario.

Negué con la cabeza.
No es que no confiará en mi bebé, pero todavía no puedo. No cuando sé que ella no quiere estar aquí.

—Bueno, joder.. No haré nada malo, ¿vale? Mm.. No sé tú nombre.—

Mi corazón se rompió en pedazos mientras ella hablaba. Ni siquiera sabía mi nombre. Partió el sándwich que estaba preparando por la mitad y me entregó el otro lado mientras le daba una pequeña sonrisa.

—¿Cuántos años tienes?—Me preguntó.

—20.

—Ah..—Dijo dándole un mordisco a su trozo de sándwich.

Yo sabía que ella era más joven, 16. Nuestra relación apenas podía ser legal, pero no me importaba. Mi corazón latía con felicidad y amor.

Y ahí estaba el amor de mi vida sentada a pocos centímetros de mí, en mi coche.

Sé que está asustada.. Pero con el tiempo..

Rezo todas las noches para que ella aprenda a amarme.

Princess.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora