Capítulo 4

87 22 1
                                    

Ágata subió de lado del copiloto en el auto de Dalila, aquello era un lujo que nunca habría podido darle, jamás hubiera logrado ofrecerle la vida que seguramente llevaba en ese momento, en el cual poseía un auto, ropa de marca, buena comida, una casa propia y sobre todo una hija que seguramente ella nunca habría podido darle.
El trayecto estaba siendo en silencio, solo era interrumpido de vez en cuando cada que Ágata le indicaba qué calle tomar. Sin embargo, Dalila deseaba que Ágata le hablara un podo de su vida, pero ella parecía estar empeñada en guardar silencio.
― ¿Sigues trabajando en el mismo lugar? ― inquirió pensando que era una buena pregunta para comenzar, aunque ya sabía por Bianca que seguía trabajando donde siempre.
―Sí, ahí mismo.
― ¡Vaya! Son muchos años.
―Sí, pero hubo un tiempo en que tuve que renunciar.
― ¿Porque?
―Para cuidar a mis padres. Enfermaron y yo era la única que podía atenderlos.  Además, tampoco teníamos dinero para buscar a alguien. Así que me quede en casa y vivíamos de su pensión y de lo que mandaba mi hermano, así como de los ahorros que tenía.
―Supongo que fue difícil ― dijo Dalila mirándola brevemente, mientras Ágata mantenía la vista fija en el camino.
―Sí, un poco desesperante a veces, pero todo pasa. 
Tras unos minutos, Dalila estaciono el auto y descendieron de el para ir hacia el comedor de Lola, el cual ya se encontraba bastante movido. Carla y Bianca iban de un lado a otro atendiendo clientes. Dalila, en cuanto miro a su hija, no pudo apartar sus ojos de ella y la siguio con la vista allí dónde se movía.
―Veo que ya la has visto ― manifestó Ágata ―. Como veras tendrás que esperar un poco para hablar con ella o fingir ser una clienta.
―Creo que haré lo segundo.
―Entonces te dejo ― dijo dando media vuelta para marcharse.
Dalila le iba a decir que se quedara, pero no tenía cara para pedirle un favor más, así que la dejo ir. Entro al comedor y cuando estaba por sentarse en una mesa, Bianca la vio y se acercó a ella.
― ¡Mamá! ¿Qué haces aquí? ― pregunto Bianca para luego fundirse en un fuerte abrazo con su madre.
―Pues que más, verte ― y la beso en las mejillas ―. ¿Cómo estás? Perdón ¿Cómo están? ― rectifico.
―Estamos bien, mamá ¿Y tú y papá?
―Bien, pero él no sabe que vine.
Poco después, Carla se acercó a saludar a su suegra y le dijo a Bianca que Lola le había dado unos minutos para que hablara con su madre, que ella se las arreglaría sola, igualmente la clientela estaba disminuyendo y no sería problema atenderlos. Aunque Dalila dijo que no le quitaría muchos minutos, pues debía volver lo antes posible para que Miguel no se diera cuenta de que había salido sin su permiso.
Quinces minutos más tarde, Dalila y Bianca se despedían entre lágrimas.
―Cuida mucho a mi hija ― le dijo a Carla.
―Claro que sí.
―Eso espero. Adiós, mi amor ― dijo dándole el ultimo abrazo a Bianca.
++
― ¿Cómo supo tu madre en donde estábamos? ― le pregunto Carla a Bianca cuando iban de regreso a casa por la tarde al final de su jornada ―. ¿Tú se lo dijiste?
―No, para nada. Te lo juro.
― ¿Viste que llego con Ágata? ¿A caso tu madre y ella se conocen?
―No lo sé.
― ¿No le preguntaste?
―No, con la emoción de verla ni siquiera pensé en eso.
―Tendremos que preguntarle a Ágata.
Apenas llegar a casa y vieron a Ágata, tuvieron el irrefrenable deseo de preguntarle, pero se contuvieron de hacerlo en ese momento y lo dejaron para cuando terminaran la cena. Para su suerte, fue Ágata quien abrió la conversación, dando pie a que sus dudas fueran aclaradas.
―Supongo que no esperabas la visita de tu madre ― manifestó Ágata.
―No, pero me hizo muy feliz verla. Ya quería abrazarla y que me abrazara ― declaro Bianca feliz.
― ¿Y a ti Carla? ¿Cómo te fue con la suegra?
―Creo que ya me quiere un poco ― dijo con una sonrisa en los labios.
―Eso es bueno.
―Pero... ¿Cómo llego aquí mi mamá? Yo nunca le di la dirección ― declaro Bianca su desconcierto ―. Es como si ella conociera este lugar o haya vivido aquí ― entonces la mirada de Bianca se posó en Ágata ―. ¿Tú y mi mamá se conocen?
Ágata sabía que no debía decir la verdad que Dalila le había ocultado a su hija. Por tanto, no era algo que le correspondía a ella decir.
―No, para nada. Pero las madres son madres y ellas hacen todo por buscar a sus hijos ¿Diste reseñas de la casa o algo?
―Un poco, la verdad. Pero nada más. No es que fuera explicita en los detalles.
―Pues ahí tienes, con eso tu madre tuvo suficiente para venir y buscarte hoy.
Carla no se creyó mucho lo que Ágata dijo, pues noto por un momento que Ágata había pensado brevemente lo que iba a decir e intuía que las pocas reseñas que Bianca le hubiera podido dar a su madre no eran suficientes para que diera con la casa. Era muy poco para que se aventurara una mañana a buscarla y la encontrara rapidamente.
―A poco le creíste a Ágata lo que dijo ― comento Carla a Bianca cuando se encontraban en la habitación.
―Pues...
―No seas tonta, Bianca. Lo que me dijiste que le contaste a tu madre no indica exactamente la dirección ni nada. Solo le diste más reseñas de Ágata que del lugar en donde vivimos. Qué casualidad que en ese momento la llamada se cortó.
― ¿Crees que ellas tuvieron algo?
―No lo sé.
― ¿Piensas que mi mamá fue la mujer que abandono a Ágata por mi padre?
―Shh, baja la voz que puede escucharnos. Eso no lo sé. Quizas solo fueron amigas y tu madre al enterarse de que Ágata era lesbiana, se alejó de ella.
―Tal vez, puede que sea eso. Ya vez como reaccionaron al vernos. Le preguntare la próxima vez que hable con ella.
― ¿Crees que te diga la verdad?
―No lo sé, pero hay que intentarlo.
Esa misma noche en su habitación, Ágata no podía pegar ojo, por primera vez desde hacía mucho tiempo volvía a sufrir de insomnio. Nunca imagino que la presencia de Dalila luego de muchos años la dejaría de esa manera. Ya no la amaba, pero aun así fue como haber recibido un golpe en el estómago que la dejaba sin aire, de hecho, sentía que le estaba costando respirar, así que se levantó de la cama y bajo a la sala, en donde se sentó a mirar la oscuridad y la nada.
A quien quería engañar, solo a ella misma, quizas nunca se había olvidado de Dalila, solo había dejado de lado sus sentimientos por ella y resignado a vivir sin su presencia. A vivir sin sus caricias y sin aquella boca que le daba la vida cada que la besaba, pero sabía que Dalila ya no era ni sería para ella, sus vidas unidas habían terminado hacía muchos años y ella lo sabía mejor que nadie.
Dalila por su lado, una vez en su casa y de haber hecho los deberes como un autómata, se encontraba totalmente impresionada por mirar Ágata después de tantos años en los que pensó que nunca jamás la volvería a ver.
Dalila sintió pena por ella y por el dolor que le dejo tras su partida. Era la culpable de que su corazón nunca sanara y se diera la oportunidad de amar otra vez. El que hubiera hecho una vida con un marido y una hija, no quería decir que amaba de nuevo o que era del todo feliz, simplemente se hizo a la idea de que unir su vida a un hombre era aprobado por la sociedad y sus padres. Nunca sería mal visto como la unión que tuvo con Ágata.
En cambio, en su matrimonio con Miguel tuvo la oportunidad de ser madre, algo que difícilmente hubiera podido ocurrir naturalmente con Ágata, para eso hubieran tenido que recurrir a la ciencia y en la situación económica con la que Ágata contaba, nunca hubiese sucedido.
Por supuesto que Dalila había pasado a mejor vida económicamente y aunque por un lado fue bueno, por el otro se sentía vacía, entendiendo de mejor manera lo que Ágata le había dicho esa mañana. Ella realmente lleno su vaso con cosas materiales, vació el amor del vaso solo para ser feliz a los demás y no a ella misma.
― ¿Qué te pasa? Estas muy distraída ― observo Miguel.
―Nada ― le respondio Dalila, sentándose a la mesa para hacerle compañía.
― ¿Bianca se comunicó contigo hoy?
―Sí.
― ¿Que te dijo?
―Que están bien, que están trabajando.
―Te pregunte, por mi hija. No por la otra ― dijo molesto.
Dalila sabía que en cuanto le dijera que Bianca se había casado por lo civil con Carla, se volvería loco y por un momento estuvo tentada a decírselo. Sabía que no podía ocultarle la verdad, pero en esta ocasión se lo quedaría para ella sola. Lo haría por amor a su hija, para defender por primera vez su homosexualidad callada y frustrada.

Solamente una vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora