Capítulo 22

37 11 4
                                    

Como íbamos a tener la habitación para nosotros toda la noche, nos acomodamos en la cama para dormir. Había dos camas, pero ambos llegamos al acuerdo de dormir juntos. La última noche que estuvimos juntos, habíamos dormido en la misma cama; así que, después de todo ese tiempo y dadas las circunstancias, quisimos rememorar ese recuerdo. No me tocó ni hizo el intento de acercase a mí. Me quedé profundamente dormida al poco tiempo; el vino había hecho efecto.

A la mañana siguiente, nuestros padres no mencionaron nada del asunto. Cuál fuera la excusa que hubiese dado Eduardo había funcionado. No nos preguntaron nada y nosotros lo dejamos estar. Eduardo, por el contrario, se la pasó interrogándome para saber lo que había pasado. Pero le di vueltas al asunto una y otra vez hasta que me dejó tranquila. No había nada que contar porque no había pasado nada entre nosotros.

Los siguientes días no dejé de pensar en lo que había pasado. No podía concentrarme en nada más. Ian quería algo más, pero la del problema ahora era yo. Yo no sabía si seguía queriendo algo más. Los últimos meses me los había pasado imaginando la cantidad de maravillas que sentiría cuando estuviera con él y, cuando sucedió, nada de eso pasó. No lo disfruté en absoluto, no había sentido nada. Y eso me había frustrado demasiado. Había soñado tantas veces en cómo se sentiría besarlo, en lo aturdida que quedaría por su boca. Pero nada había sido así. Lo quería, sí. Era mi mejor amigo y siempre lo sería, pero, al parecer, no podía hacer que pasara a más.

Incluso me había planteado que si para año nuevo no sentía nada, hablaría con Ian con la verdad. Me dejaría de juegos tontos para no seguir lastimando a la gente. Había sido egoísta todo este tiempo, quería las cosas sólo para mí. Quería a Ian para mí. Quería a Gabrielle para mí. Parecía que el mundo giraba a mí alrededor y ya estaba harta de sentirme de esa forma. Iba a cambiar, para bien mío y el de los demás. Si no podía tomar una decisión de la cual estuviera cien por ciento segura, entonces tomaría una en la que no tuviera que lastimar a ninguno.

El día de la fiesta de año nuevo llegó y la situación con Ian no había cambiado. Mis padres estaban la mar de contentos y parecía que la única llena de preocupaciones era yo. Y así podía ser, pero no quería seguir torturándome con lo mismo una y otra y otra vez. De hecho, la familia entera se divertía como en ninguna otra festividad anterior. El lugar era mágico, el mismo hotel lo era. El viaje también lo sería, estaba determinada a ello. No dejaría que mis confusos sentimientos echaran a perder las pequeñas vacaciones que teníamos.

Ese día decidí tener la mañana para mi sola, así que me escapé de la familia para poder explorar y darme tiempo. Había una zona que no habíamos explorado todavía. Al pasar frente a la zona del comedor, pedí que me dieran una taza de té. La colocaron amablemente en un vaso para llevar y me encaminé a la parte trasera del hotel en donde había una sombrilla con una mesa, la cual daba vista hacia un jardín lleno de nieve. Fue entonces que me percaté que ese mismo jardín era el de la terraza. Al parecer, la terraza tenía varias puertas alrededor para que pudieras entrar por él sin importar de dónde vinieras.

Con una sonrisa, y entusiasmada por disfrutar de un poco de aire fresco, me acerqué hasta una de las mesas con sombrillas que habían colocado esa mañana. No estaba haciendo frío, así que, con mi taza de té en una mano y mi bastón en el otro, me senté en ese lugar. Podía ver a varios niños no muy lejos gritando y corriendo, lanzándose bolas de nieve. Los padres abrazados, besándose, admirando los productos de amor entre ellos. La vida podía detenerse en ese momento y sería simplemente perfecto.

Mi celular comenzó a vibrar y tuve que apartar la vista del paisaje.

─Hola ─contesté sin mirar el nombre.

─Hola, hermosa. ¿Cómo está el clima por allá? ─preguntó Gabrielle.

El teléfono estuvo a punto de caerse de entre mis manos. Su voz, esa preciosa voz. Llevaba tantos días sin escucharla que, por un momento, no pude reconocerla. Ahogué una exclamación porque mi corazón se estremeció. Bebí un pequeño sorbo de mi té para recuperar el habla.

Una noche de baileDonde viven las historias. Descúbrelo ahora