Capítulo 17 Confesiones de una chica sonriente

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Capítulo 17

Confesiones de una chica sonriente

Larissa

La enfermedad de mi padre le quitó su sonrisa y trajo días malos. Días donde lloraba cuando nadie lo veía, se fastidiaba con los demás por la realidad que estaba viviendo, por la vida desgastante que le dejó el cáncer.

Cada día lo cuidaba al regresar de la escuela, los mediodías estaban repletos de recuerdos construidos por los dos, algunos hermosos y otros demasiado tristes. Debió tratarse de un día más de esos, de los bonitos y difíciles de olvidar, porque estar al lado de papá y verlo respirar me hacía feliz.

Pero ese día era uno de sus días malos, de humor ácido y reacio, de gritos y largas horas durmiendo sin hablarle a nadie, ignorándome. He visto a mi padre convertirse lentamente en un fantasma, con la impotencia de no poder hacer nada contra el destino que quiso que estuviera enfermo.

Era su cumpleaños y estuve preparando su comida preferida durante horas, junto a las altas temperaturas del horno de la cocina, bajo el calor sofocante y pegajoso de aquel verano. Estaba cansada, nadie me había dicho que cuidar de alguien que amas puede llegar a agotar a una persona, y con quince años mi vida se había convertido junto al mundo que rodeaba a mi padre, él se había convertido en mi todo.

No recuerdo bien lo que nos dijimos pero sé que no le dije que lo amaba, y me arrepiento de que mis últimas palabras hacia él no fueran agradables, que no fueran lo que sentía realmente. Así que me marché y pensé en asistir a una fiesta –algo que hacía mucho no hacía –con mis amigos de la infancia.

Llegué a la orilla del río donde la fiesta de verano tenía lugar, en busca de un refugio en las personas que más confiaba, ellos habían sido mis amigos durante toda mi vida, creía en ellos hasta con mis ojos cerrados. Así que perdida en mi tristeza y todavía sintiendo en cada fibra de mi ser la pelea vivida con mi padre, hice lo que cualquier adolescente herido podría hacer: Bebí demasiado hasta el punto de no sentir mi cuerpo como propio. Sin embargo, me mantuve lo suficientemente consciente para darme cuenta de lo que sucedía a mi alrededor.

Mis amigos me grabaron haciendo cosas vergonzosas, vomitando, estando dormida con mi ropa fuera de lugar, tirada en medio del río, gritando a todo pulmón incoherencias, queriendo huir de todo lo que sentía. Estaba borracha y ellos grabaron cada momento. No fue importante para mí en ese instante, hasta que una semana después, cuando junté fuerzas para volver a la escuela luego de la muerte de mi padre, supe que todos me habían visto en esas condiciones. Los videos se habían esparcido, e incluso rumores tontos de cosas que nunca hice, como estar con dos chicos al mismo tiempo, fueron creados. Todos me miraban con la risa y la crítica grabada en sus ojos. Más tarde, descubrí que mis propios amigos habían viralizado los videos y creado los rumores. La decepción y la desilusión me rompieron el corazón. Ya estaba roto y se rompió aún más. De repente me hallaba más sola que nunca, comprendiendo que quienes pensé que eran mis amigos, eran sólo personas falsas y malintencionadas que jamás se disculparon por lo que hicieron o me consolaron por haber perdido a mi padre.

El resto del año escolar fue un infierno. Me acosaban en los pasillos, se reían a mis espaldas, me señalaban injustamente. No tenía amigos, no tenía a mi padre, sentía que lo había perdido todo en tan solo unas semanas. Me culpé de todo lo que había pasado, había dejado morir a papá por pasar el tiempo con personas que no valían la pena. Tenía tantos arrepentimientos y estaba tan desolada que con mi madre decidimos mudarnos a Inglaterra para empezar de cero una nueva vida.

Pero aquí estoy. Viajando a ese día todo el tiempo, con un nudo en la garganta por lo que nunca pude decirle a mi padre, por lo que sí le dije y no debí decir. Por abandonarlo cuando me necesitaba. Con un nudo en el estómago por haberme emborrachado frente a quienes traicionaron mi confianza y fueron el principio de tratos horribles que tuve que soportar por mucho tiempo.

***

Cuando termino de soltar de golpe lo que más daño me hace en mi interior, Luca aprieta la mandíbula y los puños como si estuviera controlando un enojo que no comprendo. Ya no estoy llorando, me he quedado sin lágrimas. Dentro mío inició el huracán pero siento que está más tranquilo que antes y sé que Luca es el motivo de ello. Sus abrazos unen los fragmentos de mi corazón y me hacen sentir lo que nunca he sentido, una calidez cubriéndome, que es capaz de calmar mi dolor.

— Lo siento, lo dejé salir todo... yo...

Él acuna mi mejilla con seguridad, un movimiento dulce y firme al mismo tiempo.

— No pidas disculpas por decir lo que sientes. No te culpes por lo que esas personas te han hecho, lo que hicieron habla de ellos, no de ti, Larissa, podría golpearlos si los tuviera enfrente. Lo que sucedió con tu padre no es tu culpa, estoy seguro que desde donde esté ahora, él te ama como todos los que tienen la oportunidad de conocerte.

Tomo la mano con la que acaricia mi mejilla y la aprieto. Y su toque se siente como lanzarse en caída libre y tener el corazón palpitando descontrolado con cada minuto que pasa.

— Tú crees en mí — digo en voz baja — Más de lo que yo creo en mi misma.

Él asiente, su mirada me atraviesa con fuerza.

— Yo creo en ti así como tú crees en mí. Y si puedo hacer algo... lo que sea, para que sepas lo que vales y seas capaz de amarte Larissa, lo haré.

— Luca...

— Quiero que lo hagas, Larissa, que te ames y te perdones a ti misma. Sé que es una lucha que estás dando desde hace años, pero podrás hacerlo ¿Lo prometes?

Ahora toma mi rostro con ambas manos.

— Yo... lo prometo — murmuro.

— Bien, confío en que lo harás Rissa, eres capaz de tocar el corazón de las personas que conoces, así como tocaste el mio, quiero ser capaz de tocar el tuyo también.

Sus palabras, la forma en la que me llama, en la que sostiene mi cara, me quita el aliento. Antes de que pueda responder me suelta y me observa.

— Yo... tengo algo que contarte.

— Puedes contarme lo que sea Luca, porque yo también creo en tí con todo mi corazón.

Él sonríe de lado, una sonrisa tan bonita que quiero ver para siempre.

— ¿Crees en la magia?

— Si, claro que lo hago.

Me doy cuenta que está nervioso cuando rasca su nuca.

— De verdad espero que lo hagas Rissa, de verdad.

Y se prepara para decirme su confesión.

Brillaras en miWhere stories live. Discover now