Capítulo XXIII. Destruyendo lo poco que nos queda.

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Eran las dos de la mañana cuando dos personas aún seguían caminando por las calles de Neobabilonia. Se trataba de Javi y Guille. Sus preocupaciones les habían impedido conciliar el sueño por lo que seguían pernoctando por las fluidas calles. Estaban atravesando los barracones donde estaban viviendo los primeros refugiados. La zona dos fue de las primeras en haber sido aisladas del mundo exterior siendo construida en tan poco tiempo. Miles de personas vivían de manera miserable en los suburbios de la ciudad. Javi no cabía en su asombro al ver tanta desigualdad entre las diversas zonas que constituían la ciudad. Unos viviendo como reyes y otros como vasallos. Esto era una de las situaciones infrahumanas que no quería ver Javi, pero se resignó a cruzar las calles pobres de la zona. Tanto calvario para después recibir aquella miseria. Se compadeció de aquella pobre gente. Lo único que podía hacer era darles parte de su comida. Nada más. Allí, como en todas partes, la seguridad de los soldados ponía orden a todas las situaciones de caos. Arrestaban a los alborotadores y estos no volvían a verse más por allí. La ley se imponía ante todas las libertades de sus ciudadanos, en cambio otros vivían como reyes. O respetas las leyes, o te volvemos a tirar al mundo exterior, ponía en todos los carteles y señales que adornaban las paredes de las calles. Y en todos venía el mismo nombre: Alfonso Rodríguez Soriano. Maldito bastardo, pensaba Javi.

- ¿Por qué toda esta gente no se rebela? Son mayoría.

-Joder, Javi, tú y tu incesante manía de trastocar todo lo que ves. Sabes muy bien que las armas están en propiedad del gobierno de Neobabilonia. Nadie aquí dentro dispone de armas de fuego para hacerles frente. El sistema de esta ciudad está muy bien construido. Situando a los más pobres por debajo de los más ricos. Dándoles a estos segundos el poder de hacer frente a cualquier rebelión. ¿Y cuántos soldados tendrá el alcalde a su disposición? Son demasiados los hombres que trabajan para él.

-Ya sé todo eso. Ahí entras tú, querido amigo. Tú estás dentro de ese sistema.

-Y desde dentro se le puede hacer caer.

-Efectivamente.

- ¿Tú estás loco o qué? ¿Pretendes matarnos en nuestro intento de derrocar a este gobierno corrupto? Joder, Javi ¿Pretendes fastidiar todo lo que hemos construido ahora? ¿Dejarnos otra vez en peligro? Esta ciudad nos da seguridad.

-Pero no puedo permitir que continúe esta injusticia. Necesito tu ayuda Guille. Sin ti mi plan se irá totalmente al garete. Necesito que convenzas al mayor número de soldados posible para llevarlo a cabo. ¿Eh? ¿Qué me dices?

-No sé, Javi. Déjame que me lo piense. Joder, esto es una decisión complicada. No se pueden hacer las cosas, así como así. Se necesita un tiempo para ello.

-Espero que tomes la decisión correcta.

-Será tú decisión correcta.

- ¿Es qué te da igual toda esta gente?

- ¿Pues sabes qué? Sí. Toda esta gente me la sopla ¿Sabes? Me importa una mierda, todo. Yo solo pienso en nuestro grupo. El resto de personas no hicieron nada por ayudarnos. Nos las tuvimos que arreglar nosotros solitos. Y ahora pretendes que yo ayude a los demás.

Toda la rabia que sentía Javi se estaba canalizando a través de su puño derecho. Le estaban entrando las ganas de dejar escapar su ira.

-Que les jodan.

Toda la furia que engullía su razón fue liberada finalmente en un puñetazo directo a la cara de Guille. Éste cayó desplomado al suelo.

-A Guille solo le importa Guille.

El InZidente. El comienzo del desastre.Where stories live. Discover now