XXI

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Pulsaba las teclas de la computadora con la prisa de encontrar aquello que estaba buscando. No debía de estar haciendo esto, debía de estar durmiendo en su lugar; pero realmente no quería y no tenía el suficiente cansancio como para hacerlo.

La pantalla iluminaba mi rostro y la luz resultaba un poco molesta, puesto que estaba rodeado de oscuridad y la única luz que se irradiaba me pegaba en toda la cara. ¿Qué estaba buscando con tanto desespero, te preguntarás? Aquí está la respuesta. Notas musicales, acordes de guitarra.

Cuando toqué la guitarra con la ayuda de Minho ayer, me sentí bien haciéndolo, y quería intentarlo de nuevo pero no podía si no tenía una guitarra conmigo. Entonces, se me ocurrió buscar por internet notas musicales las cuales dibujaría, se las entregaría a Minho y así él me ayudaría a recrearlas con su guitarra. No me parecía una mala idea y estaba sumamente interesado en adentrarme en el mundo de la música, no lo sé... Darle un intento.

Encontré una imagen con una calidad algo baja, pero me las ingenié para intentar darles forma a los acordes con mis trazos en la hoja de papel. Borraba las imperfecciones y realizaba nuevamente los trazos, tenían que quedar perfectos.

Las horas se fueron volando como polvo en el aire, tal vez porque en ningún momento me fijé en qué hora era y en su lugar me dediqué únicamente a dibujar acordes de guitarra que probablemente no podría tocar cuando vaya a intentarlo. A pesar de que sentía mis párpados tan pesados continué con mis dibujos, sentía la necesidad de darle prioridad únicamente a ésto.

Hasta que escuché la puerta de mi cuarto rechinar y las luces iluminaron la oscuridad de mi cuarto en un parpadeo. El rostro somnoliento y molesto de mi madre predominó en este incómodo momento, con mi mente insistiendo en que ella me castigaría la computadora y me obligaría a dormirme de una buena vez.

—M..Mamá. —Solté en un susurro que resonó por la habitación.

—¿Qué estás haciendo despierto en plena madrugada, Jisung? —Mi vista se desvió brevemente a la hoja de papel llena de acordes musicales dibujados. Negué con la cabeza en forma de respuesta a su pregunta.

—No es nada. Me acostaré ahora.

Pero no fue suficiente para ella. Dio los suficientes pasos para acercarse a mí y a mi escritorio, tomando entre sus manos el papel que tenía plasmado mis dibujos. Su ceño frunciéndose lentamente fue suficiente para despertar dentro de mí sentimientos de inseguridad, sentimientos de que tal vez ésto estaba siendo una mala idea.

—¿Qué es esto?

—Acordes. Son... para un amigo. Él me está enseñando a tocar la guitarra.

Los labios desmaquillados de mi madre formaron una sonrisa que dejó mostrar sus dientes. Una sonrisa burlona, no una que denotara gusto por mi procedimiento de descubrir eso que pueda gustarme.
No sabía porqué no me sentía bien. Al fin y al cabo, nunca antes mamá había demostrado un poco de interés por mis gustos.

—Ay, hijo, no me digas. ¿Pretendes dedicarte a esas estupideces de la música?

—No... No es-

—Sabes bien que tu padre y yo queremos que seas alguien en la vida, queremos que seas un doctor hecho y derecho ¿Sí? Así que deja de perder el tiempo dibujando ésto.

Aún con la hoja entre sus manos, mi madre la arrugó hasta dejarla hecha una bola; tirándola en la papelera como si fuera un pedazo de basura. Apagó las luces y salió de mi habitación, dejándome solo y con los ojos llorosos.

Azoté la mesa del escritorio con el puño, lleno de rabia y despecho. Ella sabía que yo no quería dedicarme a eso, no quería ser una persona que odiase su trabajo, sino alguien que disfrute lo que hace. No quiero, simplemente no quiero darles el gusto a mis padres si yo no me siento bien.

Me agaché para poder recoger el papel desechado, encontrándome con dibujos inentendibles plasmados en una hoja totalmente arrugada y descuidada. Me había tardado tanto haciendo nota por nota, ¿debería de hacer todo de nuevo? Porque realmente me siento muy cansado y mi madre terminó con mi buen ánimo. ¿Valdría la pena dibujar todo de nuevo luego de escuchar lo que ella me dijo?

Apagué el monitor de la computadora y me levanté de mi asiento para caminar en dirección a mi cama, hundiendo mi cuerpo sobre el colchón mientras llevaba la hoja a mi pecho. Cerraba los ojos mientras imaginaba una vida distinta; padres distintos, hermana distinta. Pero, se me hacía difícil de cierto modo: mi imaginación estaba muy lejos de mi realidad y acostumbrarme a vivir sin deseos de tener una vida diferente era complicado.

Pero, antes de dormir, puse las rodillas en el suelo y apoyé los codos en la orilla de mi cama mientras observaba con atención el crucifijo en la pared. Mis dedos se entrelazaron como por instinto y cerré los ojos mientras recitaba una oración en voz baja; comunicándole al Señor mis pensamientos y mis inquietudes de este momento.

—Padre... Soy yo, Jisung. —Una bocanada de aire me tomó desprevenido—. Siento que las cosas no están yendo bien con mi familia en general. Chaeyoung estuvo ocultando todo el tiempo que estaba enferma... Igual que yo. Pero, usted sabe que lo mío es distinto; yo recurro a usted con el objetivo de alcanzar la curación, alcanzar su amor y su compresión; cosa que mis padres no son capaces de darme a pesar de que soy su propio hijo. Mi madre no me entiende y mi padre mucho menos, mas tengo fe en que usted sí pueda hacerlo. Sé que usted me oye pero no me da respuestas y, no quisiera sonar impaciente, pero la realidad es que en mi mente carcome la desesperación. Estoy desesperado, Señor, no sé que hacer. No tengo a nadie, sólo lo tengo a usted y a mí mismo; pero no tengo ni la más mínima idea de cómo ser mi propio apoyo. —Limpié con el dorso de mi mano una lágrima intrusa que descansaba en mi mejilla—. Esperaré su contestación hasta el último de mis días. Trataré de ser paciente, por usted. Amén.

Todo es difícil. Y mucho más cuando estoy solo, cuando ninguna persona puede hacerme sentir lo suficientemente cómodo y querido. Sé que tengo amigos, que tengo muchas personas a mi alrededor, pero a veces siento como si yo fuera el único que existiera. No entiendo este sentimiento. Hay muchas cosas que no entiendo de mí, ¿algún día podré hacerlo?

Me levanté del suelo, sacudí mi pantalón en la parte de las rodillas por si se haya llegado a ensuciar y, dudoso, terminé caminando hacia la puerta de mi habitación para rodar el pomo y bajar las escaleras sigilosamente.

Caminé brevemente por la sala de estar y por la cocina en plena oscuridad, sin un poco de luz que me ayudase a percatarme de los objetos que estuvieran en mi camino. Terminé tropezando y golpeando accidentalmente mi abdomen en las sillas de madera, ahogando mis quejidos de dolor únicamente para no despertar a mis padres.

Cuando me encontré con la puerta del patio trasero, no pensé en nada más que salir y contemplar el cielo oscurecido, con la luna presente y siendo la única testigo de este momento que me pertenecía, donde perdía tiempo y horas de sueño solo para que mis preocupaciones se marcharan con el frío viento que impactaba en mi rostro y despeinaba mi cabello.

El cielo estaba totalmente despejado, su única habitante era esa luna llena y brillante, pero... Había una invitada. Una estrella que se encontraba al noreste, la única estrella que se encontraba en aquel cielo oscurecido y que iluminaba una pequeña parte de su alrededor.
Sin embargo, la luz de esa estrella podía fácilmente ser un foco que iluminara todo el pueblo, pero, en este momento, esa estrella me está alumbrando sólo a mí.

Ahora que estoy aquí, en un patio oscuro, frío y solitario, me siento bien; me siento libre y relajado a pesar de que mis pensamientos estuvieron atormentándome hace apenas unos minutos.
Pero está bien, porque ahora lo único prioritario es esta madrugada que me arrolla como si fuera un manto. Un manto que me provoca una sonrisa inconsciente que, a través de ella, se refleja mi breve desconexión con la realidad.

 Un manto que me provoca una sonrisa inconsciente que, a través de ella, se refleja mi breve desconexión con la realidad

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Pecador [ Minsung ] [ ✓ ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora