XXXIII

267 25 15
                                    

A lo largo del camino y, sin decir una sola palabra, Megan y yo nos dirigimos a casa tomados de la mano. Éramos novios oficialmente y eso era lo que debíamos de hacer, estar juntos, tenernos únicamente el uno al otro. Megan era mi primera relación formal y debía cuidarla, debía amarla como se lo merecía.
Además, estar con ella era la distracción perfecta para poder ignorar lo que Minho había hecho después de clases. Correr como un cobarde.

¿Por qué le afectaba, si yo no estaba haciendo nada malo con pedirle a Megan que fuera mi novia? ¿Por qué le importaba tanto? Acaso, ¿era cierto aquel rumor que mencionó Megan? ¿Minho estaba enamorado de mí?

El tan solo preguntarme eso a mí me mismo provocó que mi pecho fuera golpeado por más y más latidos apresurados. No podía entender porqué, la posible respuesta a aquella maldita pregunta me hacía bastante ruido en la cabeza pero a la vez me hacía sentir una extraña sensación de una calidez creciente en mi corazón. Mi mente no podía pensar en lo que sentía mi corazón, y mi corazón no podía sentir lo que mi mente pensaba.

No sé como se siente el amor, no sé como es que ese tan fuerte cariño te impulsa a liberar tus sentimientos al mundo y dejar tu corazón expuesto hacia esa persona; permitirle ver su interior y lo que escondes ahí. No sé que es el amor, lo que sientes por ese alguien que quieres que sea tu compañero de vida, tu otra mitad, tu alma gemela. No sientes amor por cualquiera y el amor no es para cualquiera.

Y me siento ahí adentro, en ese grupo de personas que no merecen amar ni ser amados. Tengo a Megan, mi novia, pero no merezco tenerla. No la merezco.
Los noviazgos nacen gracias al cariño, a la adoración. Esas herramientas son solamente dos de las esenciales para formar un lazo sentimental entre dos personas y que así estén juntas, contentas con el otro. Pero, ¿Por qué no puedo sentir ninguna de las dos por Megan, si los dos somos una pareja? ¿Por qué no puedo si yo soy un hombre y ella es una mujer?

Si mi atracción, o mejor dicho, desviación hacia los de mi mismo género es una afección mental, ¿por qué no puedo curarla? Gran parte de las enfermedades tienen cura, pero ¿Ésta enfermedad no es una de esas? ¿Megan nunca podrá sacarme aquello de la cabeza?

Pero ella no es la responsable de mis problemas, ella no tiene porqué ayudarme si no tiene relación alguna con la lucha interna que tengo contra mí mismo y contra mi corazón inentendible. Esa era una cuestión que me involucraba solamente a mí, a absolutamente nadie más. De todas maneras, Megan ni siquiera podría ayudarme si así lo quisiera.

Este momento en el que me encuentro junto a ella en un roce de brazos y la unión de nuestras palmas mientras recorremos el mismo camino debía de brindarme comodidad, pues, me encontraba con la que era mi novia. Sentía todo lo contrario, me sentía incómodo, con ganas de soltar su mano e interponer cierta distancia entre nosotros para tener nuestro espacio. Claro, no iba a hacer eso por más que lo deseara, porque me veía en la obligación de adaptarme a estas acciones que las parejas hacían juntas.

Nuestra caminata se detuvo cuando me encontré parado junto a Megan en la puerta de su casa, ella soltó mi mano y la introdujo en el interior de su bandolera para sacar las llaves y quitar el seguro. Se dio la vuelta en su lugar con una leve sonrisa en sus labios y se la devolví por pura cortesía. Me regaló un fugaz beso en los labios en forma de despedida y me dio la espalda, entró a su hogar y la puerta se cerró frente a mí.

Introducí mis manos en los bolsillos de mi pantalón, pensante en cómo sería mi día a día de ahora en adelante. Mis días siendo el novio de Megan y alejándome de Minho. Alejándome... Dolía como el infierno el tan solo pensar en ello. No era ni de cerca lo que quería pero era lo mejor para mí, para Minho no lo sé, y tampoco es que me interese. Dudo que a él le importe lo que pase con nosotros ahora.

Pecador [ Minsung ] [ ✓ ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora