Caballero de compañia

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Es una noche oscura donde Katherine está concentrada escribiendo una nueva novela en su laptop. Cuenta con un bello espacio de trabajo que se comparte entre la sala y la cocina, tiene vista a su patio lateral que está lleno de plantas verdes y unas cuantas flores.

Con frustración borra una y otra vez presionando con fuerza en el botón de borrar, resulta algo escandaloso. No le gusta nada de lo que escribe, no le halla sentido. Piensa que carece de emoción.

—¿Cómo demonios le gustará esto a mis lectores si ni yo logro conectar con ello? No me provoca nada. Ahhh, pero cómo diablos voy a describir una escena candente si hace mucho no tengo nada de nada, de eso, estoy más fría que un hielo. —Niega con la cabeza y luego empuña la mano, expresa con voz dura—: Necesito inspiración, ¿pero de dónde la obtendré? No quiero a un novio, tendría que invertir tiempo en él y no estoy dispuesta, ni lista para ello. Solo quiero a alguien a quien besar y ya, que me dé material. ¿Quién estaría dispuesto a solo a un intercambio físico sin involucrar los sentimientos? —chasquea la lengua y fija su mirada sin un punto fijo.

Después de pensar unos segundos se le prende el foco. Se le viene una idea a la mente. De nuevo toma su laptop y busca algo en internet, en una página web... «Caballero de compañía». Sin embargo, solo encuentra apps donde ofrecen este servicio. Decide descargar una al azar.

Ya explorando la app comprueba que tiene muy buen servicio, además de certificar que sus caballeros cuentan con excelente salud, le dan opciones de como elegir al caballero que quiere: Estatura, color de ojos y cabello, teses de piel, tipo de cuerpo, etcétera. Sonríe ante tales locuras de la app. Es como si le fueran a cocinar al hombre que desea, pero en fin, únicamente es porque paga por ello.

Piensa: «Ojalá que en lugar de ser una app fuera un hada madrina que me concediera el deseo de tener un hombre así de verdad, pero no solo del físico sino también que sea maravilloso por dentro, pero ya que, en este mundo no existe eso. Ah, mmm, pero si algún Dios me está escuchando, ¡por favor concédanme el deseo!... Ahhh, tonterías».

Deja de lado esas ideas y se concentra en elegir como quiere a su caballero, «como elegir los ingredientes para un frappé».

Alto, cabello castaño, con un tonificado cuerpo, labios carnosos y dulces, mirada profunda, manos grandes, mandíbula perfilada. Un buen dote...

—¡Katherine! ¿Qué estás escribiendo?, pareces una pervertida. O desesperada por... —se regaña a sí misma—. Ya, contrólate, pides imposibles. Ya que me envíen al que quieran.

Manda la solicitud y el pago, la app le informa que tienen al caballero perfecto según sus exigencias, así mismo le proporcionan un número telefónico personal de quien la atenderá. En una hora estaría allí el hombre en su puerta.

—«El hombre perfecto», si como no...

...

Ha pasado una hora, durante «Peiton», nombre del perro, no ha dejado de ladrar sin cesar. La misma Katherine no sabe que hacer, el perro sin razón alguna ladra hacia la casa de al lado.

Katherine no ha logrado conectar con el can, si lo cuida y protege, pero no puede sentir algo por ese canino, por más que quiera. A veces lo mira y siente un vacío. Tal vez decida dárselo a David y así él le cuide mejor.

Ella sale al patio y a regañadientes mete a Peiton, al fin el can se queda tranquilo en su cama.

De pronto tocan la puerta con fuerza.

—Ohh, debe ser él...

...

Karl furioso se dirige hacia la casa de su vecina y escritora, está decidido en despedirla y mandarla de vuelta al pueblo de dónde vino, ya está bastante harto de esta mujer. No solo por su perro, sino también porque constantemente su vecina pone música a todo volumen hasta casi explotarle el tímpano, ni se diga de lo descuidada que es con la basura. Él no piensa seguir tolerando su irresponsabilidad. De por sí ya le caía mal, ahora con esto peor aún. No comprende como tantos de su empresa están encantados con ella, si no tiene nada de especial y es tan antipática. Él jamás estaría con una mujer así. ¿Cómo un hombre de su categoría; millonario, guapo y además inteligente, ella podría tenerlo?, no él es demasiado. Al menos eso dice.

Si Alan estuviera escuchando los pensamientos de su jefe de inmediato le hubiera reprendido diciendole que dejara de ser tan egocéntrico. Lo tiene en ese concepto porque según su jefe se siente inalcanzable, la última flor del jardín. Razón por la que realmente no se ha casado.

Karl respira hondo y ajusta su saco negro. Toca la puerta fuertemente para que logre escucharlo.

Tardan unos minutos.

—Además de ruidosa, lenta...

Se escucha que le quitan el seguro al picaporte.

Abren y ahí está ella, vestida con una bata blanca, con el cabello recogido en un molote (nudo) con su cara limpia, sin maquillaje, con unas sandalias «Desarreglada, fodonga». Aun así resulta hipnotizante de ver para Karl, aunque esté en esas fachas, pues su rostro al natural resulta ser hermoso. La cara de un ángel, tal vez todo ese maquillaje antes no le dejaba ver lo tan hermosa que es. Por un largo momento Karl se queda sin habla, sin respiración, sin palpitaciones. «¿Por qué carajos te quedas como un imbécil?», se regaña así mismo. «Es ella la que debería estar pasmada con semejante presencia».

Por su parte Katherine se queda impresionada al ver semejante hombre, nunca pensó que en realidad el servicio fuera a ser tan bueno. El hombre además de un cuerpo espectacular es; alto, de hombros anchos, musculoso, pero no exagerado, sino que todo en él encaja simetricamente a la perfección, así como las facciones de su cara divinamente hermosas, sobre todo su mandíbula marcada lo hacen ver tan atractivo. También destaca su porte y elegancia, y que su aura transmite seguridad. Aún sin mencionar su aroma tan embriagante de respirar.

Pero ella al contrario de Karl, lo logra disimular.

—Ohh eres tú... —por fin alguien rompe el silencio, Katherine.

Karl frunce el ceño al escucharla «¿Qué ya me conoce?, pero si la he evitado hasta en la misma empresa».

—Eres exactamente como dijeron, sino es que más atractivo...

Karl se tiñe de rojo.

«Debieron ser los empleados quienes le hablaron de mí ¿Pero por qué le habla con tanta confianza a su jefe? No debe ser tan igualada».

Katherine no indaga más, no pregunta quién es, ni nada, solo se lanza al hombre enredando sus piernas por los costados de él, pasa sus brazos por su cuello pegando todo su cuerpo en el de él, y finalmente profundiza con un ardiente beso.

Karl se queda con los ojos muy abiertos por la sorpresa, sus manos caen por sus costados flotando en el aire.

«Tan liberal o ambiciosa es está mujer que se quiere acostar con su jefe a la primera que lo mira, que decepción no haberme equivocado»

«¿Pero por qué demonios no la aparto?»

Katherine separa un poco sus labios de él.

—Por favor llévame a dentro y sentémonos en el sofá...

Karl consternado por la situación obedece a la mujer. «En serio la estoy obedeciendo. ¿Qué carajos estás haciendo imbécil?¿Qué esperas para ponerla en su sitio? ¿Qué te pasa idiota?», sigue maldiciendose en sus adentros.

DE CEO A PROSTITUTO Where stories live. Discover now