Capítulo VII

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Había metido la pata hasta el fondo.
Sergio se abrió paso entre los espectadores que se habían reunido para el partido de esa tarde. Su equipo no jugaba aquel día, pero tenía que analizar el juego del contrario para el partido del día siguiente.

Y, sin embargo, solo podía pensar en Max.
Max, que no le devolvía las llamadas desde el día anterior, había querido disculparse por mostrarse tan brusco y decirle cuanto lamentaba haber lastimado sus sentimientos.

¿Pero y sí no aceptaba una disculpa? Se preguntó, tenían que hablar y llegar a un acuerdo antes de hacer público el embarazo, por el momento nadie sabía nada, pero no podían contar con que seguiría siendo así.

Él no estaba acostumbrado a perder el control, siempre se había enorgullecido de controlar su vida y sus emociones con mano de hierro... hasta que conocio a Max Verstappen.

Aquel hombre despertaba emociones desconocidaspara él, buenas y malas, el día anterior estaba tan furioso con él porque no le había contado nada del embarazo que no se dio cuenta de que en aquel momento lo que necesitaba era su apoyo.

Iban a tener un hijo, algo que aún seguía haciendo que el suelo se le abriera bajo sus pies. No podía dejar de imaginar a una niña con el cabello de Max, con sus ojos azules y sus mejillas salpicadas de pecas.

Sergio sintió entonces un cosquilleo en la nuca y se volvió... para ver a un par de chicos vestidos de manera casi idéntica, rieno y llamándolo, admiradores, pensó, no estaba interesado.

Pero, por fin, vio un rostro familiar, sentado en las gradas estaba el padre de Max, Christian, en una silla de ruedas. Había perdido veinte kilos desde el año anterior, pero aun tenía un aspecto formidable y la única conseción a su enfermedad era la silla de ruedas. Y detrás de la silla estaba su enfermera.
Y Lando, haciendole guardia.

¿Sabría el padre de Max que su hijo estaba embarazado? Era hora de descubrirlo. Cuando se acercó a ellos, Christian lo miró con cara de sorpresa.

–Buenas tardes señor Christian.––Hola, Pérez, me alegra ver que los jugadores se mezclan con los espectadores, es bueno para el campeonato.
–En realidad estaba buscando a Max.
Lando miró a Sergio, que negó con la cabeza, de modo que el padre de Max no sabía nada... afortunadamente.

–Esta en la carpa de los niños–Respondió Christian-Es la que tiene un toldo de rayas rojas.
–¿Perdón?
–Que mi hijo esta en la carpa de los niños, jugando con ellos.
–No sabía que hubiera una carpa para niños.
–Max organiza activiades para ellos porque se aburren durante los partidos–Christian sonrió, orgulloso–Creo que ahora mismo es la hora del cuenta cuentos.

Sergio frunció el ceño, sorprendido ¿Max organizaba actividades para niños? Él no tenía idea, claro que eso pegaba con la impresión que le había dado de ser más madura, más sensible a las necesidades de los demás.

Incluso podía imaginarlo en aquel momento, apostaría cualquier cosas a que su risa impulsiva y el brillo travieso en sus ojos azules atraería a docenas de niños.

–Gracias señor.
–Buena suerte–Dijo Lando entonces, en voz baja.
Sergio salio del campo para buscar la carpa de los niños ¿Había oído bien? Claro que el comentario de Lando podía ser irónico, una advertencia.
Y, sin la menor duda, Max seguía enfadado con él.

Cuando estaba por llegar a la entrada de la carpa oyó su voz y apresuró el paso, estaba sentado en el suelo frente a media docena de niños, contándoles un cuento mientras movia unos muñecos que tenía en la mano.
Hablaba bajito, imitando las voces de los personajes... y nada en toda su vida le había parecido más tierno.

Max movía a un principito que tenía en la mano derecha, acercandola al caballito que tenía en la mano izquierda mientras contaba una historia mágica de aventuras en la que los protagonistas eran Maxy y Chequito, tan absorto estaba en el relato que no reparó en su presencía.

Embarazado del Playboy ❉Where stories live. Discover now