[ MANSIÓN MORIARTY ]

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Horas después tras una larga ducha y colonias se decidió pasar al fin por la mansión Moriarty. Gran mansión donde vivían los hermanos y sus sirvientes, Fred Porlock era uno de ellos, el jardinero, un chaval adolescente de 17 años quién por su propia voluntad aceptó ayudar con Moriarty en su plan y seguía confiando tras la decepcionante estratégia de confiar en el estafador de Inglaterra.

Con Albert en la cárcel y William... Muerto, ya no tenía porqué trabajar en la mansión pero allí estaba, en el jardín principal regando las rosas pegadas al muro que rodeaba la mansión.

- Eso creo yo.

Escuchó, levantó la cabeza poniéndo atención, el hombre que escuchó hablar estaba justo detrás del muro dirigiéndose a la puerta, se preguntó ¿pasaría de largo como cualquier civil o es un agente de policía creyendo que esta casa está abandonada? No era la primera vez desde luego.

- Que vieja se ve. - Susurró.

Un murmullo llegó a sus oídos y corrió hacía la puerta principal, a la gran puerta principal, esperando a que los hombres que hablaban pasaran y ver quiénes eran para saber porqué ese susurro le sonaba de tanto.

- Así está mejor.

En ese entonces sintió su corazón de hielo derretirse ¿era él? ¿eso era posible?

Rápidamente se alejó de la puerta juntando sus con tal nerviosismo que le temblaba cada músculo.

Se le escapó todo el aliento que retenía cuándo lo vio, con alguien que ignoró, detrás de la puerta con su sonrisa gentil de siempre, aún que algo había cambiado... Sus ojos brillaban.

- Fred. - Llamó William conmovido por la bienvenida y la alegría que le dio saber que uno de sus amigos seguía ahí.

- A-a... - Se quedó estático con la boca abierta, pudiendo decir siempre lo mismo "A-a..". Lagrimeó, pensando en soltar todo lo que aguantaba, sin embargo ¿frente a su amo? Así de débil.. Y cuando menos se lo esperó ya se encontraba abriendo la puerta entre lágrimas que parecían infinitas. En cuánto la abrió del todo abrazó con fuerza al rubio.

- Oh Fred. - Dijo suavemente con una sonrisa mientras lo apretaba contra su pecho.

- G-gracias. - Consiguió decir con la voz rota.

William miró al Holmes antes de volver al joven entre sus brazos, acarició su cabello azulado como un intento de calmarlo que pareció ser un éxito.

- ¿Gracias? - El rubio alzó una ceja.

- P-por... No... M-morir. - Se separó un poco (lo suficiente para poder verle a los ojos).

William soltó un suspiro triste. - No... - Agarró de ambas mejillas mojadas y volvió a negar. - Gracias a ti, Fred, te quedaste aquí por tanto tiempo y... Te aferras mucho al pasado. Gracias por cuidar de la mansión.

- Era para ti. - Desvió la mirada avergonzado.

- Oh. - Sonrió nostálgico. -Sigues siendo el mismo de siempre.

Sus palabras hicieron que el chico se ruborizara aún más.

- Vamos, Fred, quería hablarte sobre algo. - Miró a su acompañante. - Sherly, ve entrando.

Porlock miró de reojo al detective entrando y William no habló hasta que las puertas estén cerradas.

- ¿Es trabajo? - La pregunta cambió la expresión del rubio, lo miró con seriedad entonces, mostrando que haría lo que fuera.

- Sí. - Caminó hacía la puerta que llevaba al interior.

En el salón, Fred estuvo atento y estudiando los movimientos del extraño que había traído William, estuvieron sus pupilas pegadas a él desde que le negó encender un cigarrillo.

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